El candidato del aparato

Christian Joanidis

No hay mérito en subsistir o perdurar en el tiempo. Estar en la fila esperando, durante muchos años, a que toque el turno no puede ser el único argumento para llegar a la Presidencia de la Nación. El kirchnerismo parece resignarse cada vez más al hecho casi consumado de que Scioli será su candidato. Un candidato que ellos desprecian, pero que parece ser el único que puede brindar no sólo un salvoconducto para los protagonistas de esta década ganada, sino también un triunfo con lo justo.

Pero las encuestas que lo muestran ganador no logran darle méritos para ocupar el sillón de Rivadavia. Todos recordamos el aprieto en el que lo puso en aquel entonces el Ejecutivo cuando amenazó con no transferirle los fondos para pagar sueldos. Buenos Aires es todavía una provincia que no logra sostenerse con sus propios ingresos, a pesar de la gran cantidad de impuestos que recauda. La gestión evidentemente no fue el fuerte del Gobernador en estos años.

Pero tampoco lo fue la seguridad, que a fuerza de propaganda y medidas tan estridentes como ineficaces, se intentó imponer como un tema al que se le ha brindado la mayor de las atenciones. Todos lo sabemos: cruzando la General Paz el delito aumenta.

Salvo algún que otro municipio aislado, la Provincia no ha evolucionado en la última década. Nadie en su sano juicio felicita al piloto por no haber estrellado la nave: es lo que se espera, que la nave no se estrelle.

En la reciente entrevista que le hizo Joaquín Morales Solá a Scioli quedó de manifiesto que la situación de la Provincia no es sólo una cuestión de contexto, sino de conducción. Hace unos años tuve un entrenamiento de prensa. Hicimos una simulación de conferencia de prensa en una situación de crisis. El único grupo que logró salvar la situación fue aquel que se dedicó a imponer su idea en lugar de contestar a las preguntas de los periodistas. La moraleja fue que no importa lo que te pregunten, vos tenés que decir aquello que querés que la gente escuche. A Daniel Scioli seguramente le dieron el mismo entrenamiento, pero no tuvo siquiera un ápice de sutileza al momento de aplicar la estrategia: Morales Solá le dijo de manera directa que “no estaba respondiendo la pregunta”. Y aquí no es cuestión de interpretación, por más adoración que uno sienta por Scioli, lo cierto es que se esforzaba por no dar respuestas. Pero llegó un punto en el que el esfuerzo se notaba demasiado y parecía ya sordo a cualquier interpelación del periodista.

Es notorio también que no recuerde ninguna gran idea del Gobernador. Pareciera moverse en una vacuidad casi absoluta. Ni siquiera ha heredado del kirchnerismo ese don de hablar de izquierda mientras se actúa por derecha. Tanto la Presidente como algunos miembros del gabinete utilizan la palabra para transmitir alguna idea: contradictoria, inconsistente, pero idea al fin. Scioli parece no estar contaminado con ninguna ideología, es antiséptico.

Demuestra que se trata de una cuestión de conducción el hecho de que desde el inicio de su carrera ha sido un mar se sonrisas para con todos, incluso para quienes lo han maltratado públicamente, como lo hizo el kirchnerismo en tantas oportunidades. Y en todos los casos, ante las agresiones y los atropellos, Scioli reaccionó con una lealtad casi impensada. Sostenerse paciente a pesar de las provocaciones pueda ser una estrategia calculada, pero nunca puede esta estrategia durar una década. No espero de ningún gobernador que depende de las arcas nacionales una rebeldía brutal y caudillezca, pero sí al menos cierta marca, cierto ponerse de pie y mirar con firmeza. Otros gobernadores lo han hecho.

Pero a pesar de todo esto, Scioli logra erigirse como un candidato plausible en las próximas elecciones. Es el milagro del aparato y de la operación política. Un aparato que está enquistado en la Provincia de Buenos Aires y que se nutre de la conveniencia de los intendentes que marchan con resolución bajo el ala de aquel que les pueda garantizar la eterna permanencia. También La Cámpora se fue plegando con sutileza a su nuevo paladín: pura conveniencia. A esto se suman los operadores políticos del oficialismo que ven alguna esperanza de continuidad, no del modelo, sino de su propia carrera.

Así es como entre operadores y aparato han pujado y pugnado para que Scioli hoy se encuentre en el podio, alimentando las esperanzas de quienes de otra forma deberían batirse en retirada, dispersos y con temor a ser juzgados por sus crímenes de corrupción. Pero la última palabra la tendremos nosotros en las urnas.