Cuatro años de desafíos

Christian Joanidis

Este domingo triunfó la República, porque el PRO en estos momentos representa eso: un espacio que no sólo profesa los valores republicanos, sino que además los ha puesto en práctica. Tendrá aciertos y desaciertos, uno puede o no estar de acuerdo con cómo han hecho las cosas en la ciudad de Buenos Aires, pero nadie puede negar el carácter republicano que tiene el partido de Mauricio Macri cuando se lo compara con el kirchnerismo.

Los argentinos ahora podemos mirar hacia adelante con otra perspectiva, con otras expectativas, intentando olvidarnos de estos doce años de oscuridad para nuestra república. Y es en este plan que decidí escribir esta columna: dejando de lado el recuerdo del pasado, tomando las lecciones aprendidas y poniendo la mirada en el futuro. ¿Cuáles son hoy los desafíos más relevantes que tiene que enfrentar Mauricio Macri como presidente?

Es cierto que el kirchnerismo ha destruido todo y, por lo tanto, todo tiene que ser reconstruido. Sin embargo, existen algunas cuestiones clave que hay que atacar no sólo de inmediato, sino con una eficacia fuera de serie. Postergar estas cuestiones es llamarse al fracaso, es ignorar la realidad.

El primer punto es el sinceramiento de la economía. Todos sabemos esto, todos lo tenemos claro: esta situación contraintuitiva donde la economía está regida por artificiales e insostenibles medidas tiene que llegar a su fin. Habrá un período de reacomodamiento, pero se encauzará. El nuevo Gobierno cuenta con la voluntad de hacerlo y con el talento necesario para diseñar la economía que vendrá.

El segundo punto, en orden de importancia, es la seguridad. Es una cuestión delicada y de la que seguramente hablaremos mucho los argentinos en los próximos tiempos. Enfrentar el delito y en particular el narcotráfico es una cuestión que requiere un cambio cultural en la Argentina. Muchas veces se dice que la legislación no acompaña, pero lo cierto es que esperar un cambio de leyes es a esta altura una utopía: las fuerzas de seguridad tienen que hacer lo mejor que puedan dentro del marco regulatorio actual. En primera instancia es necesario poner gente idónea al frente de esta tarea, se trata de una cuestión técnica y no política. Se necesitan expertos en seguridad y expertos en gestión. Ambas disciplinas combinadas pueden obtener resultados maravillosos. Pero sobre todo se necesita que la sociedad comprenda que exigir más policías en la calle no sirve, que lo importante es pedir que se hagan las cosas con inteligencia y que se obtengan resultados.

El tercer punto es la lucha contra la corrupción. Si bien esto no mejora directamente la vida de los argentinos, fortalece enormemente las instituciones republicanas y nos ayuda en el cambio cultural que tenemos que hacer para crecer como país: no da todo lo mismo, robar no es lo mismo que ser honesto. Esta lucha implica irremediablemente poner los ojos en estos últimos doce años de gestión kirchnerista y comenzar las investigaciones para descubrir a aquellos que han usado su lugar en el Estado para enriquecerse. No se trata de revancha, se trata de actuar sobre el pasado para que el futuro sea distinto.

Se ha hablado de la famosa brecha que nos deja el kirchnerismo como uno de los mayores problemas de la Argentina. Creo, personalmente, que la brecha es algo artificial que mantuvo el oficialismo durante este tiempo como una estrategia. Cuando los militantes rentados se pongan al servicio de algún otro empleador y cuando los distintos grupos negocien con el nuevo Gobierno su lugar en el escenario, la brecha se diluirá: sólo quedarán aquellos pocos kirchneristas que creen con la mayor convicción, aquellos feligreses de fe ciega que recordarán a Néstor y a Cristina con beatitud. Estos últimos serán sólo una escasa minoría. El resto se reconvertirá, como se reconvirtieron los menemistas.

Los planes sociales son otra obsesión de la clase media, que ve en ellos un agravio a su esfuerzo cotidiano por merecer lo que posee. De esa indignación nace la ilusión de que los planes y los subsidios son un gran problema para nuestro país, cuando en realidad no se trata más que de una cuestión marginal, porque hasta tienen un peso insignificante en el presupuesto. El verdadero problema es la destrucción de la cultura del trabajo. Porque el kirchnerismo tiene tan poco peronismo en su seno que hasta eso se ha ocupado en denigrar en nuestro país: el trabajo. Eso tal vez sea un problema y es de los más graves, pero se necesita mucho tiempo para revertirlo. Quizás hagan falta varios Gobiernos más para que los argentinos volvamos a entender que el fundamento de todo crecimiento y de toda mejora en las condiciones de vida sólo viene del trabajo.

Priorizar no es desmerecer todos los demás temas, porque todos son importantes. Pero en gestión, para alcanzar el éxito lo importante es entender qué cosas tenemos que hacer primero para poder seguir en carrera. Atacar la situación económica, el delito y la corrupción es la forma que tendrá el nuevo Gobierno de sostenerse para seguir adelante. De los demás temas deberá ocuparse al andar, sin descuidarlos, pero sin poner tampoco toda su atención y sus recursos en ellos.