Scioli en el teatro

No podría haber elegido un mejor lugar para presentar su plan de gobierno. Al mejor estilo de Hamlet, decidió mostrar toda la realidad del modelo en un escenario: toda la complejidad, toda la trama y las miserias de esta “década ganada” se vieron reflejadas en esta obra. Y todos los presentes supieron representar su papel. Hamlet quería combatir al rey, incomodarlo, Daniel Scioli, todo lo contrario.

El descastado finalmente se erigió en líder, tomó el papel. Pero no logra ser más que eso: un papel. Los mismos funcionarios que lo denostaron hoy están en primera fila, acostumbrándose a aplaudirlo, porque tienen la esperanza de perdurar como pieza fundamental del oficialismo por muchos años más. Puede ser muy difícil para todos ellos tener que salir a trabajar en serio. Y en esa gran representación tampoco faltaron las grandes palabras, apegadas a la tradición de la ficción, claro está. Un discurso inundado de imposibles, de enunciados que es muy fácil lanzar al aire, pero cuya concreción es casi inviable. Pero más absurdo es que quien con tanta convicción vocifera es el mismo que pasó ocho años de inacción en la provincia de Buenos Aires.

Pero, por otro lado, la palabra, sin que lo queramos, desnuda la realidad. Nadie asevera lo obvio, nadie se para frente a un grupo de personas para decirles con la mayor de las convicciones que la Tierra seguirá girando. Es lo obvio, es lo que esperamos. Pero Scioli dijo que la inflación será de un dígito: ¿Acaso hay inflación en la Argentina? El Instituto Nacional de Estadística y Censos y los funcionarios insisten en que no, pero el gobernador de la provincia de Buenos Aires en su puesta en escena nos habla de un país que tiene que bajar la inflación. Continuar leyendo

La hora de las obras

Las inundaciones parecen ya una historia del pasado y los argentinos somos víctimas de una memoria floja: Si el problema pasó, nunca existió. Desmemoria que nos ha costado más de lo que creemos.

Parece absurdo tener que decirlo, pero las obras se hacen antes de que surjan los problemas. Una vez que las lluvias llegaron, una vez que los cortes de luz comenzaron, no hay más nada para hacer, solo resignarse. Me resulta tristemente gracioso escuchar al actual gobernador de la provincia de Buenos Aires hablar de obras realizadas y de obras a realizar. Una vez más la realidad es más dura que cualquier relato y pone de manifiesto otro aspecto más de la inoperancia de Daniel Scioli, que paradójicamente quiere gobernar el país. Y a esa inoperancia se suma además cierta falta de sensibilidad al afirmar que, si no hubieran hecho obras, la situación sería peor. O incluso llegar a decir que hay que trasladar a las personas a otro lugar, al mejor estilo de intercambio de poblaciones de la primer posguerra.

Hace cerca de un año, si la memoria no me traiciona, fue en el funeral del abuelo de un amigo muy cercano de la infancia, cuando me encontré con este otro amigo músico que vive en Luján desde hace años. En aquel entonces me dijo: “Es terrible lo que pasa con esto de las inundaciones, tenés que escribir sobre eso, porque no se están haciendo obras”. Yo en su momento no tenía información concreta sobre la situación de la provincia a este respecto, pero hoy las cosas se hacen más evidentes y todos los diarios y los canales serios han puesto de manifiesto la situación actual que se vive en la tierra de Scioli. Mi anécdota atestigua además que esto de las inundaciones no es algo nuevo, algo desconocido, sino que una vez más se trata de un Gobierno que es indiferentes a los males que sufre la población y se ocupa de anuncios vacíos en lugar de generar obras concretas. Continuar leyendo

Ni derecha, ni izquierda: república

La polarización de las cuestiones es algo natural. Comienzan a surgir en la sociedad las ideas y van decantando, lo que da como resultado que solo algunas de ellas se nos presenten como alternativas reales. Esto suele suceder prácticamente ante cualquier toma de decisión: se presenta un  problema, van sugiriendo soluciones y de todas estas sugerencias se selecciona una cantidad limitada de alternativas, que son las que en definitiva se van a analizar y entre las que se va a decidir. Es una cuestión de limitación humana: me cuesta imaginar a un grupo de gente eligiendo entre más de tres o cuatro alternativas reales.

Este mismo proceso se da a nivel nacional e incluso mundial. Después de la Primera Guerra Mundial todo el mundo se había polarizado en torno a dos opciones: capitalismo o comunismo. La derecha y la izquierda. Eran extremos nítidos: con solo escuchar hablar a alguien era muy fácil saber de qué lado estaba. Como siempre, había un enorme colorido entre una opción y otra, pero era innegable que esas dos eran las madres de todas las alternativas.

A veces nos cuesta dimensionar cuánto nos marcan, a todos, los hechos de la historia mundial. Los conceptos de izquierda y derecha han calado tan hondo que hoy, casi treinta años después de la caída del muro y el desguace del comunismo, esta polarización sigue vigente en los discursos. Muchos votantes rechazan a Mauricio Macri porque es de derecha y tienen afinidad con el Gobierno porque lo consideran de izquierda. Ambas afirmaciones no son más que la mezcla de nombres actuales con conceptos perimidos. Continuar leyendo

El éxito de la Metropolitana y el fracaso en seguridad de Scioli

Uno de los principales desafíos que enfrentará el próximo presidente de la Argentina es el de la delincuencia y en particular el del narcotráfico. Los argentinos somos cada vez más conscientes de la gravedad de la situación y a este respecto los candidatos deberían tener realmente mucho para decir.

Hace unos días Daniel Scioli, con esa retórica que asombra por su osadía, volvió a hablar de seguridad, deshaciéndose en halagos para con las policías locales. Lo he dicho varias veces: las policías locales no son una mejora, son un retroceso. En primer lugar, porque se suman a una fuerza ya muy cuestionada como es la bonaerense: para ponerlo en concreto, es más de lo mismo. El hecho de que sean locales, a diferencia de lo que sostiene el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, no trae ningún beneficio. Suele decir que la policía local conoce el lugar, pero conocer el lugar no le da al policía que está en la calle ningún tipo de ventaja. De hecho, este tipo de conocimiento puede servir para diseñar acciones preventivas, incluso para realizar algún tipo de operativo especial: a nada de esto se dedicarán, sin embargo, las policías locales. Continuar leyendo

El candidato del aparato

No hay mérito en subsistir o perdurar en el tiempo. Estar en la fila esperando, durante muchos años, a que toque el turno no puede ser el único argumento para llegar a la Presidencia de la Nación. El kirchnerismo parece resignarse cada vez más al hecho casi consumado de que Scioli será su candidato. Un candidato que ellos desprecian, pero que parece ser el único que puede brindar no sólo un salvoconducto para los protagonistas de esta década ganada, sino también un triunfo con lo justo.

Pero las encuestas que lo muestran ganador no logran darle méritos para ocupar el sillón de Rivadavia. Todos recordamos el aprieto en el que lo puso en aquel entonces el Ejecutivo cuando amenazó con no transferirle los fondos para pagar sueldos. Buenos Aires es todavía una provincia que no logra sostenerse con sus propios ingresos, a pesar de la gran cantidad de impuestos que recauda. La gestión evidentemente no fue el fuerte del Gobernador en estos años.

Pero tampoco lo fue la seguridad, que a fuerza de propaganda y medidas tan estridentes como ineficaces, se intentó imponer como un tema al que se le ha brindado la mayor de las atenciones. Todos lo sabemos: cruzando la General Paz el delito aumenta.

Salvo algún que otro municipio aislado, la Provincia no ha evolucionado en la última década. Nadie en su sano juicio felicita al piloto por no haber estrellado la nave: es lo que se espera, que la nave no se estrelle.

En la reciente entrevista que le hizo Joaquín Morales Solá a Scioli quedó de manifiesto que la situación de la Provincia no es sólo una cuestión de contexto, sino de conducción. Hace unos años tuve un entrenamiento de prensa. Hicimos una simulación de conferencia de prensa en una situación de crisis. El único grupo que logró salvar la situación fue aquel que se dedicó a imponer su idea en lugar de contestar a las preguntas de los periodistas. La moraleja fue que no importa lo que te pregunten, vos tenés que decir aquello que querés que la gente escuche. A Daniel Scioli seguramente le dieron el mismo entrenamiento, pero no tuvo siquiera un ápice de sutileza al momento de aplicar la estrategia: Morales Solá le dijo de manera directa que “no estaba respondiendo la pregunta”. Y aquí no es cuestión de interpretación, por más adoración que uno sienta por Scioli, lo cierto es que se esforzaba por no dar respuestas. Pero llegó un punto en el que el esfuerzo se notaba demasiado y parecía ya sordo a cualquier interpelación del periodista.

Es notorio también que no recuerde ninguna gran idea del Gobernador. Pareciera moverse en una vacuidad casi absoluta. Ni siquiera ha heredado del kirchnerismo ese don de hablar de izquierda mientras se actúa por derecha. Tanto la Presidente como algunos miembros del gabinete utilizan la palabra para transmitir alguna idea: contradictoria, inconsistente, pero idea al fin. Scioli parece no estar contaminado con ninguna ideología, es antiséptico.

Demuestra que se trata de una cuestión de conducción el hecho de que desde el inicio de su carrera ha sido un mar se sonrisas para con todos, incluso para quienes lo han maltratado públicamente, como lo hizo el kirchnerismo en tantas oportunidades. Y en todos los casos, ante las agresiones y los atropellos, Scioli reaccionó con una lealtad casi impensada. Sostenerse paciente a pesar de las provocaciones pueda ser una estrategia calculada, pero nunca puede esta estrategia durar una década. No espero de ningún gobernador que depende de las arcas nacionales una rebeldía brutal y caudillezca, pero sí al menos cierta marca, cierto ponerse de pie y mirar con firmeza. Otros gobernadores lo han hecho.

Pero a pesar de todo esto, Scioli logra erigirse como un candidato plausible en las próximas elecciones. Es el milagro del aparato y de la operación política. Un aparato que está enquistado en la Provincia de Buenos Aires y que se nutre de la conveniencia de los intendentes que marchan con resolución bajo el ala de aquel que les pueda garantizar la eterna permanencia. También La Cámpora se fue plegando con sutileza a su nuevo paladín: pura conveniencia. A esto se suman los operadores políticos del oficialismo que ven alguna esperanza de continuidad, no del modelo, sino de su propia carrera.

Así es como entre operadores y aparato han pujado y pugnado para que Scioli hoy se encuentre en el podio, alimentando las esperanzas de quienes de otra forma deberían batirse en retirada, dispersos y con temor a ser juzgados por sus crímenes de corrupción. Pero la última palabra la tendremos nosotros en las urnas.

Un despliegue para la opinión pública

Diez mil nuevos policías. Así reza una de las publicidades más insistentes de la gobernación de la Provincia de Buenos Aires y es que para alguno que está distraído esto puede parecer una buena nueva, un gran avance contra el delito. Lo sé, son tiempos electorales y la obsesión por mostrarse lleva a estas cosas.

El hecho de que haya más policía no muestra que se transita una vía de solución, sino que el problema es más grande. Es muy sencillo: si no hubiera delito en la Argentina,  no necesitaríamos fuerzas de seguridad internas. El despliegue policial no es una solución, es en realidad un síntoma del delito,  una reacción tardía, necesaria pero tardía. Cuando tomamos la determinación de incorporar más policías es porque ya nos hemos quedado sin ninguna otra solución, porque ya no queda más remedio. A veces se debe también a la ausencia de creatividad: siempre es más fácil incorporar recursos antes que ocuparse de desarrollar planes que tengan un impacto real contra el delito.

Quienes asesoran al gobernador Scioli creen que el hecho de que haya 10.000 nuevos policías es algo de lo que ufanarse, cuando en realidad es la evidencia más burda de que se ha fracasado. Nuestra sociedad no lo ve así, es que todavía no hemos evolucionado lo suficiente. Hay una famosa frase que dice que “la guerra es la continuación de la diplomacia por otros medios”. Mientras que nuestra sociedad se ha sensibilizado frente a la guerra y exige siempre la solución diplomática, no ocurre lo mismo con el delito. Acá se pide que se ataque a los delincuentes, que se saque más policía a la calle: es el equivalente a pedir que para solucionar un problema con un país vecino es necesarios enviar más ejército a combatir.

Pero no se trata sólo de un fracaso rotundo para combatir el delito. A mi mente vienen todavía más preguntas: ¿Con qué recursos cuentan estos nuevos 10.000 policías? ¿Fueron debidamente capacitados? ¿Se insertan en una estructura que está preparada para ponerlos a trabajar contra el delito? ¿O sólo los van a desplegar para que la opinión pública se asombre con el desfile? Esto es casi como los desfiles militares de Corea del Norte: mucha pompa, pero todos sabemos que es un país pobre y débil. Los fuertes no necesitan ostentar su fortaleza.

Tampoco quiero excederme en criticar por demás a la administración de Scioli, porque es cierto que todos los distritos hacen lo mismo. Sacar más policía a la calle es la forma que tienen de poner de manifiesto que se están ocupando de la seguridad, cuando todos sabemos que la solución al problema del delito no pasa por la policía. Lejos de mí está decir que hay que suprimir las fuerzas de seguridad: lo tengo claro, son más que necesarias, sobre todo en un contexto como el actual. Pero tenemos que entender que las fuerzas de seguridad nunca van a solucionar el problema del delito.

También es cierto que en este último tiempo el gobierno de la Provincia de Buenos Aires se ha empeñado en crear un gran espectáculo de fuegos artificiales para mostrarle a la gente que está ocupándose seriamente del tema de la seguridad: la aberración de las policías municipales, la excesiva publicidad del operativo sol con foco en las fuerzas de seguridad, las escuelas descentralizadas de policías y ahora diez mil agentes más. Una mención especial requieren estas escuelas de policía descentralizadas, que sería el equivalente a decir que mi casa es más grande porque la dividí en más ambientes.

Yo entiendo que el gobernador tiene una restricción presupuestaria, tiene al Gobierno nacional en contra y que el camino de la ilusión es más fácil que el del esfuerzo intelectual de buscar soluciones creativas. Pero así como entiendo eso, también veo que ya lleva varios años en el poder y no ha logrado mejorar la situación de la provincia en este sentido particular. No puedo dejar de preguntarme si esta administración podrá hacerse cargo del problema del delito a nivel nacional. Una pregunta que, ante el panorama que vive nuestra sociedad, es necesario hacerse al momento de votar.