Modernizar la seguridad

Hoy vemos como una situación absurda el hecho de que la caballería polaca, considerada la mejor del mundo en aquel entonces, saliera a enfrentar la invasión de Adolf Hitler con la convicción de que iba a repeler el ataque de tanques y aviones. Un ejemplo más de un paradigma obsoleto que, ciego de confianza en sí mismo, se precipitó al suicidio. La caballería no tenía ni la más mínima oportunidad contra la Blitzkrieg.

Mientras la delincuencia ha evolucionado en todas sus formas, incluso desde el punto de vista de la gestión, las fuerzas de seguridad siguen inmersas en paradigmas que muchas veces nos remiten a 1930. Este brutal atraso no se da tanto a nivel técnico como a nivel organizacional y de gestión. La disciplina del management ha evolucionado y desarrollado nuevos conceptos, métodos, formas e incluso ideas. Todas ellas ignoradas dentro de las fuerzas de seguridad.

Desde el punto de vista organizacional, me atrevo a decir que hoy las fuerzas se gestionan al igual que allá por los años 1930. Se considera a las personas como parte de una maquinaria destinada a la producción y son piezas que se mueven e intercambian. Los sistemas de incentivos, los esquemas de motivación, el diseño de la estructura organizacional moderna son todos conceptos no aplicados hoy en la mayoría de las fuerzas de seguridad. La construcción se hace ignorando por completo el factor humano, al igual que se hacía en las fábricas del año 1920. Continuar leyendo

Sobre los preconceptos del delito

A todos nos preocupa el delito, al punto que se ha convertido en un reclamo del electorado en general para estas presidenciales: bien supieron leer esto los candidatos que están centrando sus campañas en los temas vinculados a la seguridad. Y entre tanto ir y venir me crucé en estos días con un artículo en otro medio que hablaba sobre la inseguridad. No era de ningún personaje político, sino más bien de un experto en el tema y por eso me llamó la atención que trabajara precisamente sobre la base de algunos preconceptos equivocados. Lo más llamativo es, sin embargo, que estos mismos errores los veo reflejados en la opinión generalizada de políticos, periodistas y público en general, lo que me motivó a escribir esta columna.

El primer gran error es el de desvincular la delincuencia de la pobreza. Lo quiero dejar claro desde un principio, en la Argentina son dos realidades íntimamente relacionadas. El argumento principal es que mientras en otros países del mundo existe tanta pobreza como acá, la delincuencia no tiene los mismos niveles. Incluso se suele hablar del fenómeno de Estados Unidos, en donde en los momentos en que atravesaba su pico de delincuencia no era precisamente el de una crisis económica.

Paralelos de este tipo dejan de ser válidos desde el momento en que los fenómenos sociales complejos están inevitablemente enmarcados en una cultura y en un momento histórico. Así como sería absurdo analizar el comportamiento delictivo en la Edad Media y a partir de ello querer extrapolar soluciones para la Buenos Aires de hoy, también es absurdo analizar el delito en otros países y querer extrapolar soluciones para la Argentina: son paisajes sociales completamente distintos. Continuar leyendo

El éxito de la Metropolitana y el fracaso en seguridad de Scioli

Uno de los principales desafíos que enfrentará el próximo presidente de la Argentina es el de la delincuencia y en particular el del narcotráfico. Los argentinos somos cada vez más conscientes de la gravedad de la situación y a este respecto los candidatos deberían tener realmente mucho para decir.

Hace unos días Daniel Scioli, con esa retórica que asombra por su osadía, volvió a hablar de seguridad, deshaciéndose en halagos para con las policías locales. Lo he dicho varias veces: las policías locales no son una mejora, son un retroceso. En primer lugar, porque se suman a una fuerza ya muy cuestionada como es la bonaerense: para ponerlo en concreto, es más de lo mismo. El hecho de que sean locales, a diferencia de lo que sostiene el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, no trae ningún beneficio. Suele decir que la policía local conoce el lugar, pero conocer el lugar no le da al policía que está en la calle ningún tipo de ventaja. De hecho, este tipo de conocimiento puede servir para diseñar acciones preventivas, incluso para realizar algún tipo de operativo especial: a nada de esto se dedicarán, sin embargo, las policías locales. Continuar leyendo

El punto de no retorno de la delincuencia

Parece algo absurdo pensarlo de esta manera, pero el delito es un oficio. Es algo que reprobamos, incluso algo que condenan las leyes, pero eso no implica que no sea un oficio. De hecho es también el medio de vida de muchas personas. Nada de esto implica que no debamos perseguirlo y castigarlo, pero analizarlo desde esta perspectiva puede ayudarnos a comprender esta realidad tan compleja y que tanto nos preocupa hoy a todos los argentinos.

Con el tiempo las personas tomamos un oficio y lo vamos desarrollando. Después de varios años de dedicarnos a lo mismo nos convertimos en expertos, lo cual tiene puntos a favor y puntos en contra. El punto a favor es que sabemos hacer tan bien eso que hacemos, que generalmente nos pagan más. El punto en contra es que si queremos cambiar de trabajo, si buscamos algo nuevo en que aplicarnos, entonces tenemos que aprender todo otra vez. Lo peor es que al empezar de nuevo perdemos ese valor agregado que tenía nuestra experiencia y entonces ganamos menos: lo que no le gusta a nadie.

Por otro lado es también cierto que por la propia naturaleza del ser humano uno tiende a quedarse donde está, a menos que haya una fuerte razón para cambiar. Por lo que todos hacemos aquel trabajo que sabemos hacer, porque es lo que nos sale bien y con lo que nos sentimos cómodos.

La otra cuestión es un poco más compleja. Cada persona en su vida va desarrollando habilidades. Por ejemplo, el vendedor tiene la habilidad de vender. Puede vender autos o electrodomésticos, pero será muy difícil que aprenda a llevar adelante la administración de un consultorio médico. Puede aprender, pero queda claro que sus habilidades hoy son otras y que si tiene que buscar un trabajo buscará algo que tenga que ver con sus habilidades.

Hasta aquí es todo bastante intuitivo y lo podemos ver fácilmente en nuestra vida diaria. ¿Qué pasa cuando traspasamos estos conceptos al oficio de delinquir?

El primer punto es que quien está habituado a delinquir se ha convertido en un experto. Lo ha adoptado como modo de vida y le va seguramente bastante bien. Dedicarse a otra cosa le resultará desde ya menos rentable, lo que termina siendo una gran motivación para que persevere en su oficio.

Además, el delincuente ya está habituado a lo que hace y por lo tanto, a menos que haya una gran motivación para el cambio, seguirá haciendo aquello que tan bien le sale y con lo que se siente cómodo: delinquir.

En tercer lugar, el delincuente ha desarrollado una serie de habilidades que son específicas de su profesión. Habilidades que difícilmente le pueden ayudar a insertarse en otro ámbito que no sea el del hampa, por lo que si no le va bien robando autos, verá de encontrar alguna otra tarea dentro del mismo ambiente. Este es otro de los motivos por los que más policía nunca solucionará el problema del delito, porque quien sólo sabe ganarse la vida de forma ilícita, no suele ver que pueda aplicar las habilidades que ya tiene en otra cosa: y el hecho de que haya más policías en la calle no cambia esa situación.

De todo esto se concluye, con cierto pesimismo, que no es tan fácil rehabilitar a quien vive de la delincuencia. No quiero decir que es imposible, porque tal vez el delincuente tenga experiencias que lo motiven a cambiar. Sin embargo, queda claro que en general es difícil que abandonen ese camino que hace tiempo recorren.

Entonces, si entendemos que sacar a la gente de la delincuencia es muy complicado, lo que tenemos que evitar, si realmente queremos solucionar el tema del delito, es que la gente no entre en ese círculo, porque una vez que están allí, pareciera que se trata de un punto sin retorno. Incluso si somos completamente pesimistas con respecto a quienes ya se dedican a la delincuencia, si logramos que no haya nuevas personas aprendiendo las habilidades de la delincuencia, el nivel de delito irá disminuyendo con el tiempo.

Este es el principal motivo por el cual el foco no debe estar en la parte represiva del delito, que obviamente es necesaria. Pero el foco debe estar en asegurarse que las nuevas generaciones crezcan sanas y alejadas de situaciones que las fuercen a tomar el camino de la delincuencia. Más policía, penas más duras, deportaciones, etc. no trabajan sobre la creación de delincuentes, que es en definitiva el verdadero problema, sino que sólo se ocupan de reprimir a los delincuentes que ya existen. Esto es como querer solucionar el problema de una pérdida de agua sacándola a baldazos: el esfuerzo es grande pero infructuoso, a menos que se cierre la llave de paso el agua seguirá saliendo. Lo mismo sucede con el delito: reprimir a los delincuentes sólo mejora las cosas circunstancialmente, lo importante es asegurarse que tengamos una sociedad justa y equitativa donde los jóvenes puedan adquirir habilidades que les permitan vivir en sociedad y no habilidades que los lleven a delinquir.