La xenofobia como “solución” al problema del delito

Recientemente Sergio Berni hizo referencia a la necesidad de herramientas para poder expulsar a los extranjeros que delinquen. La Ministra de Seguridad no sólo hizo un pedido en la misma línea, sino que además presentó estadísticas en las que muestra que hubo un crecimiento en la participación de extranjeros en hechos delictivos.

Es llamativo que después de tanto tiempo de ausencia de estadísticas sobre delito en la Argentina, la primera conclusión que se obtiene de estos novedosos índices es que los extranjeros son una pieza fundamental de las redes del delito en la Argentina. Es también llamativo que gente vinculada a la seguridad y que se supone son profesionales de la seguridad, hagan hincapié en estas herramientas para expulsar extranjeros cuando hay tantas otras cosas, más urgentes y necesarias, que resolver.

Si fuéramos un país lo suficientemente avanzado en materia de combate al delito, me parece que el pedido de la cartera de seguridad es algo plausible. Porque no se puede permitir que los delincuentes vengan de todas partes del mundo para cometer ilícitos en nuestro país. Sin embargo, dada la situación de emergencia en la que se encuentra la Argentina, estas herramientas que reclaman con tanta vehemencia se tornan absurdas.

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La aporofobia en la Ciudad de Buenos Aires

La modernidad trae nuevas problemáticas y con ellas viene también la expansión del lenguaje. Hoy el mundo, que ha reaccionado oportunamente contra las atrocidades de los estados-nación en el siglo pasado, ha combatido el racismo y en menor medida la xenofobia. Pero los temores del hombre hoy se dirigen hacia otros sujetos y es así como nace el término “aporofobia”, que no es otra cosa que el miedo a los pobres. Un neologismo que todavía no ha encontrado su lugar en el Diccionario de la Real Academia, pero que le pone nombre a un naciente problema de nuestro tiempo y en particular de nuestra Ciudad de Buenos Aires.

En un país como Argentina hablar de xenofobia o racismo puede resultar absurdo. En primer lugar porque somos un pueblo que se construyó desde la inmigración, a tal punto que es imposible hacer referencia a la idea de “nación argentina” sin hablar de los barcos que han traído a los inmigrantes, aquellos que después de la guerra poblaron este suelo con sus sueños y esperanzas. En segundo lugar en nuestro país no existen guetos que se hayan sostenido en el tiempo, más allá de la necesaria aglomeración de los recién llegados, como por ejemplo la de los griegos en el barrio de Pompeya.

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