Inclusión educativa: el camino corto o el camino arduo

Claudia Romero

En el Día del Maestro se ha instalado en la discusión pública un tema educativo importante: ¿inclusión con calidad educativa o a pesar de ella? 

La Provincia de Buenos Aires acaba de anunciar cambios en el régimen académico de la escuela primaria. La enorme repercusión del tema y los debates que se abren dan cuenta de que se trata de un tema sensible. La tremenda desigualdad que atraviesa a la sociedad argentina resuena en las aulas. La inclusión de grandes cantidades de niños y jóvenes es el principal desafío que atravesamos y necesitamos revisar los fundamentos pedagógicos sobre los que se asientan nuestras prácticas.

El origen y fundamento de estos cambios está en la propia Ley de Educación Nacional que establece en su art. 16 que hace responsables a las autoridades  de “asegurar los principios de igualdad e inclusión educativa mediante acciones que permitan alcanzar resultados equivalentes en el aprendizaje a todos los niños independientemente de su situación social”.

Hay dos formas de generar inclusión: una es por el camino corto y la otra es por el camino arduo. Por el camino corto se puede hacer un decreto para prohibir que los chicos repitan primer grado. Eso es lo que hizo hace dos años el Ministerio Nacional siguiendo una resolución del Consejo Federal de Educación en un avance en la reformulación de los regímenes de promoción. Ahora la Provincia de Buenos Aires elimina los aplazos y genera la ilusión de que todos aprenden. No hay aplazado ni escalafón, ya decía el tango Cambalache.

El camino corto es una suerte de “Indec educativo”: se dibujan los datos pero la realidad continúa igual. Se genera la ilusión de otra realidad, de que si no hay aplazo ni repitencia, hay aprendizaje. Es una inclusión educativa aparente. Los chicos están en la escuela, pasan de año e incluso se reciben sin garantías de aprendizaje.

El camino arduo es el que apunta a una inclusión auténtica, es decir, a través del aprendizaje que es la única garantía de inclusión posible. El camino arduo sería entonces por ejemplo, fortalecer el trabajo de las escuelas en los primeros años de la escolaridad primaria garantizando que los niños en el primer ciclo de la Escuela Primaria (primero, segundo y tercer grado), sobre todo en las escuelas que atienden a los sectores más vulnerables, trabajen simultáneamente con dos maestros en el aula, y que se trate de los maestros con mejor preparación de la escuela o que hayan tenido una formación específica para enseñar en contextos de adversidad.

Los caminos del populismo son cortos, los de la educación necesariamente son arduos.