La Patria y sus símbolos

Claudio Chaves

Cuando las Provincias Unidas del Río de la Plata, en el futuro República Argentina, iniciamos el camino de la independencia nacional, se hizo indispensable contar con símbolos que nos unificara, nos diera identidad y al mismo tiempo nos recortara del viejo amo colonial.

Fue la Asamblea del Año 13 la encargada de llevar adelante las primeras resoluciones sobre nuestra simbología. El Escudo Nacional, el Himno y la Bandera azul y blanca fueron reconocidos como tales. En el caso de la Bandera, la Asamblea, fue algo ambigua en su resolución aunque autorizó al Director Supremo, Ejecutivo Nacional creado por ella, a portar una banda con esos colores. Al mismo tiempo mandó retirar, de todos los organismos públicos o privados los emblemas que recordaban la simbología goda.

Sobre el Escudo Nacional mucho se ha escrito acerca de la influencia cultural que le dio sentido. El debate se centró fundamentalmente en el origen del sol. Si se trataba del sol inca o del sol griego. Esto es, de la influencia de la historia clásica europea o de la historia americana de los Incas. No quedan dudas del aporte incásico en nuestros símbolos, en el himno, e incluso en el debate sobre nuestra forma de gobierno, cuando en el Congreso de 1816 Belgrano defendió la idea de una Monarquía Inca.

La Revolución francesa con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad hizo su aporte, verificado en el gorro frigio del Escudo. Lo cierto fue que todos estos estandartes recorrieron el continente del brazo de los Ejércitos libertarios como también de las fuerzas criollas que enfrentaron en diversas circunstancias la agresión extranjera. La unidad nacional y la organización constitucional de nuestra patria se hicieron, también, a la sombra de nuestros símbolos patrios, tanto, como el ejercicio de nuestra soberanía sobre la totalidad del actual territorio nacional. En definitiva los símbolos nacionales son emblemas de encuentro, consensos y unidad nacional.

Los pañuelos blancos

¿Qué representan estos pañuelos para que una inmensa mayoría de nuestros Diputados hayan votado afirmativamente una ley que los transforma en símbolos nacionales? ¿Acaso la defensa de la soberanía nacional? ¿La unidad de los argentinos frente a un enemigo extranjero? ¿O el emblema de una vida democrática y republicana? Lo que sí expresan es el dolor de las madres y abuelas que perdieron sus hijos o nietos en una guerra fratricida que dividió en partes desiguales a los argentinos.

Hubo a lo largo de nuestra historia distintos momentos de crisis entre compatriotas pero jamás el terrible error de proponer como símbolos de la argentinidad los emblemas de los federales o unitarios, de provincianos o porteños, de conservadores o radicales, de peronistas o socialistas o de cualquier fracción política por encima del conjunto. Esa idea de levantar el emblema de una minoría sobre las mayorías o al revés, surge de un espíritu de facción al servicio de la fractura nacional. Es un error que habrá que enmendar.

Como dijimos, estos pañuelos expresan el llanto de una época aciaga de la patria pero lo que los diputados y en el futuro los senadores debieran saber y contemplar a la hora de votar es que el dolor, genuino y humano de las madres, se derrama sobre unos jóvenes y no tan jóvenes que lucharon por instalar una dictadura armada en el país, apoyada por fuerzas extranjeras radicadas en Cuba y la Unión Soviética.

Sería como instaurar en calidad de símbolos patrio, también, el luto que llevaron los familiares de los maturrangos muertos en Sipe-Sipe, Ayohuma o San Lorenzo. Frente a este grave error político no he escuchado ni leído ningún comentario del Instituto Dorrego o del Juan Manuel de Rosas como tampoco de la Academia Nacional de la Historia y demás Institutos Nacionales.

La Ley sancionada en Diputados es el más claro ejemplo del espíritu divisionista y de facción que anida en la ideología kirchnerista y ha impregnado a un amplio sector de nuestra ciudadanía.