Pedagogía de los peores

Claudio Chaves

La educación argentina está en crisis. Cae sobre ella la sospecha fundada de que en sus claustros reina la ley del menor esfuerzo, que los docentes hacen lo que pueden y que los alumnos no estudian como antes. Así las cosas, la escuela antigua aparece como la Arcadia perdida a la que hay que volver en beneficio de nuestros hijos. Por estas y otras razones que van en la misma dirección no se entiende la reforma de la escuela primaria promovida por la Provincia de Buenos Aires.  Propuesta impolítica ¡si las hay!, incomprensible a la luz del  ánimo de los argentinos, sensibilizados por la decadencia educativa. Retirar los aplazos del boletín de calificaciones porque estigmatiza y no estimula es como prohibir en el deporte escolar la palabra derrota. Los que ganaron ¡ganaron! Los que perdieron…es un contratiempo. ¡Un disparate!

Al forzar los términos creando neologismos como una suerte de bálsamo espiritual para no herir susceptibilidades, caemos en la zoncera de construir palabras que hablan de lo que no queremos decir, de ideas que no revelan lo que  pensamos, para finalmente desvirtuar la realidad.

 

La reforma bonaerense

Lo planteado por la Dirección General de Escuelas no es serio ni importante. Es un manotazo de Scioli para decir presente, camino de las elecciones. Pero nada más. Veamos un ejemplo: hasta la resolución de marras, la calificación en el primer ciclo de la educación primaria era: aun no satisfactorio, satisfactorio y muy satisfactorio; ahora será regular, bueno y muy bueno. ¡Flor de reforma!  En el segundo ciclo se saca el 1 el 2 y el 3. No hay aplazos. ¡Tiemblan en sus tumbas Pestalozzi, Vygotsky o Piaget!

Lo preocupante no es esta estupidez sino el espíritu vigente en la cultura pedagógica de los cuadros dirigentes del sistema educativo argentino que han forjado esta reforma, carente de seriedad. Como ideológicamente no pueden ir al hueso del problema practican retoques en la superficie. ¿Cuáles son los problemas centrales del sistema educativo actual que el progresismo gobernante no puede corregir? El ejercicio de la autoridad, los derechos y obligaciones de los alumnos y los docentes, la responsabilidad en las conductas cotidianas, el respeto al compañero y al adulto, la obligación de estudiar y enseñar y fundamentalmente asumir las consecuencias que acarrea violentar las normas citadas u otras acordadas en los códigos de convivencia.

Como si una epidemia se hubiera apoderado de las mentes de la élite pedagógica, se han puesto de acuerdo en que  uno de los pilares básicos del modelo educativo consiste en salvaguardar los derechos de los niños y los adolescentes. En ningún discurso o circular aparece la palabra obligaciones. Desde esta perspectiva, la escuela se transforma en una institución blanda donde el docente  se ve imposibilitado de plantear responsabilidades. La evaluación se transforma en algo ligth para que no lastime ni mortifique al joven puesto que como dice Guillermina Tiramonti en un artículo en el diario La Nación (12/9/2014)  “quien no aprende tiene algún problema que debe purgar con un castigo que puede ser el aplazo”  ¡Y ésta es la madre del borrego!, no Guillermina claro, sino lo que dice esta vocera de Flacso ¡un bochazo es un castigo! Garantismo pedagógico en estado químicamente puro.

El progresismo educativo kirchnerista se retira sin gloria. Sin embargo los argentinos debemos estar alerta pues “la pedagogía de los peores”, esto es, la que nivela para abajo, no se va con este gobierno: queda agazapada en los pliegues de los distintos partidos con posibilidades de triunfo.