Perón y Mao

Claudio Chaves

Indudablemente Cristina Kirchner de peronismo conoce poco. Por supuesto que no tiene por qué saber puesto que es la jefa de un partido ajeno al justicialismo como es el Frente para la Victoria. Sin embargo, estando en China, según han transmitido las agencias informativas, comparó a Mao Zedong con el general Perón al observar que ambos habían surgido al finalizar la Segunda Guerra Mundial cuando los aliados se repartieron el mundo y comenzó la Guerra Fría.

Hay en esta síntesis una visión sesgada y equívoca, si bien Mao y Perón guardaban dos años de diferencia, la vida política del chino había comenzado a muy temprana edad y en las filas del marxismo que, envalentonado con el triunfo de la Revolución Soviética, se iniciaba en la guerra civil que enlutó a su patria. En la década del ’20, Mao ya era un destacado militante del comunismo de su país que aliado a Stalin pugnaba por el poder, alcanzándolo en 1949 por medio de las armas. Perón por esos años era un joven oficial del ejército que encontró en el general Agustín P. Justo una referencia político-profesional, llegando al poder por medio de elecciones, en 1946.

Mientras Mao cree en la lucha de clases, el conflicto y el desequilibrio como estado normal de las sociedades:

“El ciclo, que es interminable, evoluciona pasando del desequilibrio al equilibrio y vuelve de nuevo al desequilibrio. Cada estadio, no obstante, nos lleva a un nivel de desarrollo superior. El desequilibrio es normal y absoluto, mientras que el equilibrio es temporal y relativo”

Perón por el contrario cree en la armonía y el equilibrio y repudia la lucha de clases:

“En el orden social, los obreros han estado contra sus patrones, sin ninguna ventaja para el país, porque todo lo que es lucha disocia el acuerdo, la armonía. Es así como concebimos una sociedad organizada. No dividimos al país en clases para lanzarlas a la lucha, unas contra otras, sino que aspiramos a su organización.” (Fragmentos de discursos de 1944)

Mao, como marxista, profesó el cambio revolucionario por la voluntad, asociada a una ideología construida al margen del devenir histórico (en este punto coincidente con el iluminismo), alzándose, en consecuencia, contra las tradiciones chinas como lo demostró en su Revolución Cultural. Perón, por el contrario, no ha sido iluminista, es un heredero del pensamiento historicista que en nuestro país profesaron hombres como Alberdi o Quesada, convencidos de la existencia de fuerzas inmanentes a la historia que el hombre no puede torcer. En esta línea Perón decía:

“Yo he tratado de cumplir con mi generación metiéndome dentro de ella. Jamás tuve la pretensión de ser otra cosa que un instrumento del destino. Todo lo que hice estaba fijado de antemano.” (Siete Días. Diciembre de 1968)

Se podría seguir estableciendo diferencias entre uno y otro que por abrumadoras sobran. Sin embargo para Cristina las semejanzas son muchas; ya lo había dicho en su anterior visita a China en 2010, descubriendo un origen común y similitudes. Ahora lo repite. Si lo que pretende son negocios, no se necesita modificar la historia.

Los chinos seguramente deben estar más interesados en conocer los cambios que el peronismo introdujo en la década del ’90, similares al rumbo que China inició a partir de 1978, que a escuchar la monserga de emparentar a Perón con Mao, fundamentalmente si se trata del Perón que el kirchnerismo ha creado para deleite de su casta intelectual.