Los tiempos de la historia

Claudio Chaves

A veces la historia se abre camino lentamente. Y otras veces avanza a pasos de gigante. Lo único cierto y firme es que la dirección no muda: ¡para allá vamos! Puede alterarse, sí, la velocidad de esta marcha, más rápido o más lento y eso depende de la voluntad de los pueblos.

Aplicando la idea a la actualidad argentina, lo que está claro es que marchamos al velatorio del kirchnerismo. Desconocemos la velocidad del cortejo. Si gana Mauricio Macri, se extingue en poco tiempo. Si gana Daniel Scioli, será a largo plazo. Pero la muerte es inexorable.

La desaparición del kirchnerismo posibilitará el surgimiento de un peronismo remixado. Peronismo que hoy se encuentra secuestrado por el Gobierno nacional, inerte y en estado de coma.

Posibilidades de resurgimiento hay. Claro, para no volver a equivocarse está urgido de hallar en su pasado la luz que lo ilumine, le dé identidad y sentido en el presente. Su rica historia y sus hondas tradiciones permitirán tomar lo bueno y desechar lo malo para andar los tiempos que corren. Su acervo y su patrimonio histórico le confieren una enorme fortaleza para sortear las dificultades de la sociedad moderna, donde todo es efímero y vertiginoso.

Deberá, entonces, potenciar aquellas ideas políticas propias de su cultura que sean afines a los nuevos vientos mundiales. Y entender que la Unión Soviética, y con ella el comunismo y su primo pobre, el progresismo, han caído sin pena ni gloria. Que el capitalismo ha triunfado y no está mal que haya pasado, y que la globalización y la universalización de la democracia y el republicanismo son los colores y los sonidos de los nuevos tiempos.

Así como el kirchnerismo halló en el ex presidente Héctor Cámpora la figura que le dio encarnadura, le posibilitó hacer base en el peronismo para reivindicar la lucha armada de los setenta, acercarse a Cuba, aliarse con Hugo Chávez, pactar un espurio arreglo con Irán, alejarse de los Estados Unidos y de Europa, promover una economía cerrada y sostener como concepto ético que todo lo que realiza el Estado es intrínsicamente bueno. Un peronismo moderno deberá ahondar y descubrir, abriendo la maleza que creó la historiografía revisionista, un Domingo Perón afín a ideas liberales —que, por cierto, las tuvo y muchas veces más que sus opositores—, valorando su voluntad final de unir a los argentinos.

La decisión, entonces, de la velocidad queda en manos del pueblo. Sólo él podrá definir si el resurgimiento de un peronismo moderno será más tarde o más temprano. Quiera Dios iluminarnos en esta encrucijada.