De Alberdi a Bergoglio, una idea de la historia

Juan Bautista Alberdi fue, a mi manera de ver, el más grande pensador argentino del siglo XIX. Formó parte de la élite liberal que dio forma y contenido a nuestra patria. Sin embargo, su liberalismo, muchas veces no comprendido, difiere esencialmente del que profesaron contemporáneos suyos como José Castelli, Bernardino Rivadavia, Bartolomé Mitre o Domingo Faustino Sarmiento, sesgados al racionalismo iluminista de la Revolución Francesa. El de Alberdi fue un liberalismo vinculado al romanticismo, que en el terreno de la historia construyó lo que se conoce como historicismo. Ambos, racionalismo e historicismo, pertenecen a la vasta ideología liberal, ambos creen en el progreso indefinido, sin embargo este progreso se alcanza por caminos diferentes. El racionalismo lo promueve por golpes bruscos y cambios revolucionarios, puesto que la razón se impone a la historia o, lo que es lo mismo, la idea anula la realidad. Formulados, entonces, los valores, estos fuerzan el contexto en el marco espiritual de una utopía revolucionaria. En consecuencia, creen en la revolución como motor del progreso.

Por el contrario, el historicismo entiende el progreso como un movimiento interior a la historia. Inmanente a ella, que en un crescendo continuo y armonioso, alcanza el porvenir sin sobresaltos revolucionarios. Son leyes que responden a un sinfín de factores culturales, religiosos, históricos, geográficos o de costumbres las que promueven la marcha. El progreso está en la naturaleza de la historia. Creen en la evolución, no en la revolución. Continuar leyendo

Jefes y sucesores en Argentina

El análisis y la comprensión de un tema tan medular como es la sucesión presidencial requiere, a mi manera de ver, un conocimiento pormenorizado de nuestra historia. En general el periodismo aborda el asunto desde el presente y como un fenómeno aislado y recortado de la cultura política argentina. Este puro presente solo se altera con simples evocaciones refugiadas en la memoria personal del que escribe. El pasado solo ingresa hasta el límite de sus recuerdos. De esta forma y con estos condicionantes, la perspectiva es corta. Política e historia, por el contrario, se entrelazan como la noche al día y es en su devenir como hay que tomarlas.

Y digo esto pues ha sido generalizada la conclusión sacada por el periodismo respecto de la imposición de Cristina sobre Scioli, que al ponerle un vicepresidente y rodearlo de camporistas y cristinistas en las listas nacionales, provinciales y municipales Scioli, en caso de ganar, no podrá ejercer la Presidencia con autonomía, imposibilitado de llevar adelante las ideas que el periodismo y los “entendidos” le atribuyen. Sería apenas un vicario de la Señora a la hora de gobernar. Continuar leyendo

Justo y Perón

La Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, mediante un acuerdo entre el PRO y el FPV, ha tomado una buena decisión: levantar en la Plaza Agustín P. Justo un merecido monumento al general Perón quien fuera Presidente constitucional en tres oportunidades. La idea de por si atractiva es si se quiere novedosa, al unir en un espacio geográfico a dos ex Presidentes a quienes una historiografía con alto voltaje ideológico, por no decir mal intencionada, ubicó en las antípodas del pensamiento y la política. De la Legislatura parten voces que procuran modificar el nombre de la Plaza y sustituir el nombre por el de Perón atento a que Justo ha sido, afirman, el emblema de la Década Infame y el general de los trabajadores su contracara. Si así es la idea y el proyecto, repiten un grave error que se arrastra desde hace muchos años.

Perón ingresó a la política de la mano del general Sarobe, por lo tanto de Justo, como miembro del ala liberal del Ejército en la revolución del ‘30. Castigado por Uriburu, referente del nacionalismo extranjerizante, fue enviado al norte del país por su condición de justista. En tres cartas a Sarobe, hallables en su archivo personal, Perón revela su afinidad y simpatía por Justo. Al aproximarse las elecciones de 1932 le dice a su superior en una misiva fechada casualmente el 17 de octubre de 1931: Continuar leyendo