¿Un peronismo liberal?

El viejo debate sobre cuánto de liberalismo hay en la concepción política del peronismo ha reaparecido por estos días empujado, por un lado, por la crisis que atraviesa el progresismo enquistado en el peronismo y por el otro, por las declaraciones que el presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, ha realizado al diario La Nación. “No tenemos que tener ningún empacho en definirnos como liberales” aseguró el funcionario muy cercano a Scioli.

Inmediatamente, y como un rayo, salió a contestarle Julio de Vido, quien replicó que el peronismo es progresista. Luego, cientos de voces kirchneristas se alzaron para afirmar que nada hay más lejano al peronismo que el liberalismo. Naturalmente del liberalismo clásico partieron voces que afirmaron lo mismo.

En principio, Perón jamás se pronunció acerca de si era liberal o progresista, categorías ideológicas que el General jamás usó en virtud que como político abrazaba a todos por igual. Sin embargo, ha dejado algunas señas que podrían orientarnos en este laberinto de ideas. El liberalismo tradicional desconfió de él por surgir de un golpe militar con tintes fascitoides. El progresismo lo combatió, también, con todas sus fuerzas, pues escuchaba espantado los discursos que el Coronel improvisaba frente a los obreros: “Buscamos suprimir la lucha de clases, suplantándolo por un acuerdo justo entre obreros y patrones, al amparo de la justicia que emana del Estado”. Para la izquierda a la violeta, como gustaba decir a Perón, el General era fascista.

En síntesis ni liberal ni progresista. ¿Entonces si no fue una cosa ni la otra qué se discute hoy?

Orígenes del peronismo

El peronismo apareció en el ciclo mundial de crisis del liberalismo a consecuencia de la Primera Guerra Mundial, la Revolución Soviética y la emergencia de los nacionalismos autoritarios. Ese tiempo se caracterizó por la valorización del intervencionismo de Estado, economías cerradas, dirigismo y la acción directa de las masas por encima de las instituciones. Todo ese movimiento mundial fue expresado por el nacionalismo y el marxismo. Bajo esa atmósfera, todos los partidos políticos argentinos sufrieron su influencia. El golpe del 30 y los años subsiguientes vieron avanzar esas ideologías sobre el conjunto de la sociedad. Sin embargo, es justo observar que Perón, quien apareció por primera vez en el golpe contra Yrigoyen, lo hizo acompañando la corriente liberal del general Justo, la que no abandonó hasta la muerte de este brillante oficial, como le gustaba decir, en enero de 1943, ingresando recién al GOU en febrero de ese año.

Tan fuerte ha sido la relación de Perón con este sector del liberalismo militar que desarrolló su carrera a la sombra de ellos. Primero como ayudante de campo del General Rodríguez, Ministro de Guerra de Justo, en paralelo, profesor de la Escuela Superior de Guerra, invitado luego por Levene, Presidente de la Academia de Historia, a escribir en ella. Enviado, más tarde, a Europa por el general Márquez, otro justista y así hasta 1943.

Sarobe y Perón

La relación de Perón con el general Sarobe, un vínculo ignorado por la historiografía peronista-revisionista, pone blanco sobre negro el firmamento ideológico de quien sería luego el Coronel del pueblo. Sarobe fue el oficial que Justo ubicó en la conspiración del 30 para sustituir al nacionalista-fascista de Lugones y su manifiesto. Condición innegociable para que los liberales se sumaran al golpe. Esta participación impidió que Uriburu realizara su fantasía de Führer criollo, y que el golpe buscara una salida electoral.

Precisamente, en las elecciones de noviembre de 1931, Justo fue el candidato de una coalición de conservadores, radicales y socialistas como alternativa al vacío de poder generada por la crisis del radicalismo y al progresismo representado por la fórmula de Lisandro de la Torre-Nicolás Repetto. En esa oportunidad, Perón jugó sus pocas fuerzas a favor de Justo. En una carta a Sarobe le advierte del peligro que “los peludistas resurjan disfrazados de campeones de la democracia. No imagina mi Teniente Coronel cómo han reaccionado los peludistas desde el 6 de setiembre a la fecha. Hoy se sienten fuertes como antes de 1928 y pretenden imponerse nuevamente. No creo que el Gobierno les afloje. Estamos a 17 días de las elecciones. Hasta ahora el General Justo es el candidato más seguro, la opinión sana del país, el elemento independiente, la banca, comercio, industria, han movilizado sus fuerzas para ponerlas al servicio del país prestigiando al General para Presidente. Por otro lado los peludistas, su fórmula fue vetada por el gobierno provisional, no creo que resulten peligrosos si se presentan a elecciones y aun cuando todavía hay muchos peludistas en el país no creo que tengan chance en su campaña electoral, porque en su situación no tienen nada para dar… no creo que queden incautos que se dejen influenciar por el canto de la ronca sirena personalista”

Y continúa: “El otro adversario está representado por la Alianza, unión un tanto aleatoria de los socialistas rojos con los demócratas progresistas, Es sin duda la desvergüenza en persona. Bien este es el adversario político del general Justo, su más grande detractor y más peligroso enemigo. Hace una campaña activa y difamatoria en todas partes, pero no creo que el pueblo se deje embaucar y seducir por estos mentirosos y aduladores profesionales. Yo creo que el país está hoy a peligros tanto o más serios que el resuelto el 6 de setiembre, si el buen tino y patriotismo de los ciudadanos no resuelve en los comicios la salvación del país, la paz y el orden interno. Si llegara a ganar la elección la fórmula De la Torre-Repetto apoyados por los peludistas creo que vendrían acontecimientos graves a corto plazo. En general la gente que piensa, entiende que la única solución es el general Justo y creo que será presidente.

Muchos oficiales que no entendemos nada de política estamos en plena tarea de movilización de familiares y amigos. Yo tengo por ejemplo a todos los varones de la familia y amigos civiles ocupados en la propaganda política activa y siento que las mujeres no voten porque en este caso, de la familia nomás me llevaba más de 20 votantes…Varios amigos curas que tengo, a quienes he encargado que hagan propaganda me han dado un alegrón porque me hicieron una reflexión muy acertada al respecto me dijo: los curas votan y propician al candidato más probable que permita asegurarles su estabilidad. Hasta ahora han sido peludistas pero ahora los peludistas no tienen chance y los curitas puestos a elegir entre los demócratas-socialistas y la fórmula de Justo no trepidan en votar esta última, pues saben que en la primera está el divorcio, la separación de la Iglesia. Esto va bien.”

Conclusión: los primeros pasos de Perón han estado del lado del liberalismo y en contra de la izquierda y los peludistas. Toda una definición.

La fractura como modus vivendi

Ahora, que se van acallando las voces de tantos argentinos que durante el último mes confraternizamos frente a televisores, con compatriotas que nunca habíamos visto y que jamás volveremos a ver. Ahora, que la luces de los estadios se apagaron y la selección nacional ha dejado de ser centro de charlas y encuentros; que el humo de los combates botineros se ha marchado tras la línea del horizonte, pienso, que es llegado el momento, al menos para quien esto escribe, de compartir algunas reflexiones producto de cierto sabor amargo que las declaraciones presidenciales provocaron en mi ánimo y que vienen a confirmar lo que la mayoría de los habitantes de este país sospechamos desde hace un largo tiempo.

Antes que nada, huelga decir que los argentinos nos sentimos orgullosos de haber sido activos espectadores de este Mundial al cinchar parejo por el éxito futbolero. Algunos ejemplos: promesas, esfuerzos personales, propuestas de cambios, viajes multitudinarios para apoyar a los muchachos, cábalas infalibles, modificaciones de hábitos, costumbres y modas, todas conductas muy humanas, que habla de cierto pensamiento mágico que nos vincula y emparienta, además, con nuestros antepasados remotos al momento de ofrecer un cordero a los dioses tutelares y de esta forma manejar el destino, la naturaleza o la suerte. ¡Hombres al fin y al cabo!

Al llegar a la patria la Selección Nacional, la Presidente de la Nación les dio la bienvenida a los jugadores y los técnicos en el predio de la AFA, en Ezeiza. Lo hizo en el marco de un encuentro descontracturado y sencillo. En el centro y rodeada por los jugadores, les habló con cierta complicidad canchera, ponderando los valores que esta selección ha mostrado a los argentinos: trabajo en equipo, espíritu de cuerpo, solidaridad, compañerismo. Buenos ejemplos que nos ha dejado, al decir de 678, la “Década Ganada”.

En el mismo sentido se expresó el senador Aníbal Fernández en un artículo y en declaraciones radiales. Hago notar que fueron muchos los comentaristas deportivos, políticos, sociólogos y tantos otros que observaron los mismos valores. Sin embargo, el kirchnerismo, que todo lo bueno y lo sano lo asocia a su estilo político, una vez más metió la pata. O para decirlo cortito y al pie, Cristina Kirchner, Aníbal Fernández y 678 se apoderaron de esos ejemplos arrastrándolos por el fango, al borrar con el codo lo escrito con la mano.

Inmediatamente de ponderar lo colectivo y el valor de la unidad para la existencia de una nación, pidió memoria a los muchachos, rogándoles recordaran lo mal que habían hablado de ellos y del director técnico el periodismo descreído y pesimista al que se sumaron muchos argentinos. ¡Unos y otros! ¡Los buenos y los malos!

El cristinismo no puede con su genio. La fractura como modus vivendi forma parte de su política y estructura psicológica. La mirada conspirativa como estilo de vida es una construcción ideológica pero también mental. Fuerzas oscuras que conspiran permanentemente y la luz de los buenos emergiendo victoriosos de entre las brumas. Demasiado sencillo para ser cierto.

La Patria y sus símbolos

Cuando las Provincias Unidas del Río de la Plata, en el futuro República Argentina, iniciamos el camino de la independencia nacional, se hizo indispensable contar con símbolos que nos unificara, nos diera identidad y al mismo tiempo nos recortara del viejo amo colonial.

Fue la Asamblea del Año 13 la encargada de llevar adelante las primeras resoluciones sobre nuestra simbología. El Escudo Nacional, el Himno y la Bandera azul y blanca fueron reconocidos como tales. En el caso de la Bandera, la Asamblea, fue algo ambigua en su resolución aunque autorizó al Director Supremo, Ejecutivo Nacional creado por ella, a portar una banda con esos colores. Al mismo tiempo mandó retirar, de todos los organismos públicos o privados los emblemas que recordaban la simbología goda.

Sobre el Escudo Nacional mucho se ha escrito acerca de la influencia cultural que le dio sentido. El debate se centró fundamentalmente en el origen del sol. Si se trataba del sol inca o del sol griego. Esto es, de la influencia de la historia clásica europea o de la historia americana de los Incas. No quedan dudas del aporte incásico en nuestros símbolos, en el himno, e incluso en el debate sobre nuestra forma de gobierno, cuando en el Congreso de 1816 Belgrano defendió la idea de una Monarquía Inca.

La Revolución francesa con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad hizo su aporte, verificado en el gorro frigio del Escudo. Lo cierto fue que todos estos estandartes recorrieron el continente del brazo de los Ejércitos libertarios como también de las fuerzas criollas que enfrentaron en diversas circunstancias la agresión extranjera. La unidad nacional y la organización constitucional de nuestra patria se hicieron, también, a la sombra de nuestros símbolos patrios, tanto, como el ejercicio de nuestra soberanía sobre la totalidad del actual territorio nacional. En definitiva los símbolos nacionales son emblemas de encuentro, consensos y unidad nacional.

Los pañuelos blancos

¿Qué representan estos pañuelos para que una inmensa mayoría de nuestros Diputados hayan votado afirmativamente una ley que los transforma en símbolos nacionales? ¿Acaso la defensa de la soberanía nacional? ¿La unidad de los argentinos frente a un enemigo extranjero? ¿O el emblema de una vida democrática y republicana? Lo que sí expresan es el dolor de las madres y abuelas que perdieron sus hijos o nietos en una guerra fratricida que dividió en partes desiguales a los argentinos.

Hubo a lo largo de nuestra historia distintos momentos de crisis entre compatriotas pero jamás el terrible error de proponer como símbolos de la argentinidad los emblemas de los federales o unitarios, de provincianos o porteños, de conservadores o radicales, de peronistas o socialistas o de cualquier fracción política por encima del conjunto. Esa idea de levantar el emblema de una minoría sobre las mayorías o al revés, surge de un espíritu de facción al servicio de la fractura nacional. Es un error que habrá que enmendar.

Como dijimos, estos pañuelos expresan el llanto de una época aciaga de la patria pero lo que los diputados y en el futuro los senadores debieran saber y contemplar a la hora de votar es que el dolor, genuino y humano de las madres, se derrama sobre unos jóvenes y no tan jóvenes que lucharon por instalar una dictadura armada en el país, apoyada por fuerzas extranjeras radicadas en Cuba y la Unión Soviética.

Sería como instaurar en calidad de símbolos patrio, también, el luto que llevaron los familiares de los maturrangos muertos en Sipe-Sipe, Ayohuma o San Lorenzo. Frente a este grave error político no he escuchado ni leído ningún comentario del Instituto Dorrego o del Juan Manuel de Rosas como tampoco de la Academia Nacional de la Historia y demás Institutos Nacionales.

La Ley sancionada en Diputados es el más claro ejemplo del espíritu divisionista y de facción que anida en la ideología kirchnerista y ha impregnado a un amplio sector de nuestra ciudadanía.

La crisis de los partidos políticos

Últimamente se lee o escucha que el peronismo sirve tanto para un barrido como para un fregado. Esto es, que como el camaleón “cambia de colores según la ocasión”. Se afirma que, en su afán de perpetuarse en el control de los cargos, sigue a pie juntillas las directivas de quien manda, que siempre es, al menos en los últimos tiempos, el que detenta el poder central. Esta “obsecuencia” lleva a pensar que se trata de un partido de Estado que responde ciegamente a las autoridades constituidas legalmente.

Se citan infinidad de ejemplos: es el partido que levantó la mano para privatizar y algunos años después las levantó para estatizar. ¡Como si fuera lo mismo! Es el partido que sostuvo la integración al mundo, el ingreso al Grupo de los 20, el paraguas con Inglaterra por el asunto de Malvinas y años después despotricó contra las potencias hegemónicas, las relaciones carnales y estableció una alianza estratégica con Venezuela y Cuba en contra de los EEUU como se vio en Mar del Plata en el 2005. ¡Cómo si todo fuera lo mismo! Es el partido que apoyó la desregulación de la economía y años después regula a tambor batiente. ¡Cómo si fuera lo mismo!

Es el partido de apertura al mundo que fomenta la participación de los sectores económicos, dinámicos y competitivos, en el mercado mundial y años después se cierra a “vivir con lo nuestro” al grito de “Patria sí, colonia no”. Cualquier individuo bien pensante, rápidamente, comprende que se trata de valores muy diferentes. Diría, opuestos. Imposible que estén al mismo tiempo en la misma cabeza y para abordar los mismos problemas. Esta ambigüedad, cierta intelectualidad más sofisticada, la comprende bajo el criterio de que la realidad mundial que le tocó al peronismo, a la caída del Muro de Berlín, no es la misma que la que tuvo que administrar a partir del 2001. Por lo tanto en un tiempo se privatiza y en el otro se estatiza. En uno se desregula y en otro se regula. En uno se está con el mundo capitalista desarrollado y en otro con el “socialismo del siglo XXI. ¡Así de sencillo! Veamos este último asunto.

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