La decadencia de Carta Abierta

En su última misiva Carta Abierta, el colectivo intelectual (como gustan nominarse) pro kirchnerista, ha puesto toda la carne en el asador. Con su acostumbrado estilo críptico de pensadores abstractos, réplica especulativa del Indio Solari y sus Redonditos, admiten que el proyecto Nacional y Popular atraviesa turbulencias que lo ponen al filo de sus exequias. ¡Al fin un atisbo de realidad!

Más allá de sus comentarios económicos acerca de un “intervencionismo democrático” que tuerza los designios de las corporaciones y mejore el distribucionismo nacional y popular preocupan los aspectos filosóficos con los cuales fundan su mirada de las instituciones y la democracia. Continuar leyendo

La estatización del pensamiento

Con motivo  del nombramiento del militante de Carta Abierta, Ricardo Forster, como Secretario de Estado para coordinar el Pensamiento Nacional, muchas voces se levantaron y el asunto aparece como muy opinado. El periodismo y la intelectualidad  han dejado correr páginas y declaraciones donde una de las preocupaciones centrales ha sido: ¿le corresponde al Estado llevar adelante dicha tarea?  Las respuestas fueron muy variadas y en general críticas.

Por mi parte me pregunto: ¿es saludable estatizar al pensamiento como se hizo con las AFJP, Repsol, Aerolíneas, Ciccone y demás yerbas? Estatizaciones acompañadas por un abanico social y político muy amplio de la sociedad argentina que creen ingenuamente que el avance del Estado siempre es necesario para la defensa de la Patria. Bueno… ¡ahora no se quejen! El gobierno nacional ha decidido estatizar el pensamiento para impedir que se diluya y se contamine por el neoliberalismo, que naturalmente ¡siempre es extranjerizante!

 

¿Qué es el pensamiento nacional?

La idea del Pensamiento Nacional surgió en la Argentina de la mano del nacionalismo, cuerpo doctrinario que hizo furor en el mundo inmediatamente después del Primera Guerra Mundial. En nuestro país  ingresó, gracias al libre fluir de las ideas, en la década del 20’y como hecho político, con el golpe de Estado del 30’, en la figura de Uriburu. Desplazado del poder, dos años después,  alcanzó la Presidencia el general Justo, un hombre que se reivindicaba liberal, pero que sin embargo debió implementar medidas intervencionistas porque la atmósfera mundial torcía la brújula hacia esos lares. El nacionalismo vernáculo, sin embargo, bautizó a esos tiempos como Década Infame casualmente por intentar Justo, al menos desde las ideas y los discursos, asociarse al liberalismo que en el mundo estaba de capa caída. El nacionalismo, entonces, ganó adeptos también en la Argentina; y sin lograr constituirse en partido político alcanzó algo mucho más trascendente, instalar la ideología nacionalista, nacida en Europa, como esencia y componente sustancial de nuestra cultura, mejor dicho, construir en el imaginario popular e intelectual la idea de  que nuestra cultura guarda en sus pliegues, componentes nacionalistas que provienen de un pasado remoto y arcádico. Confundiendo aviesamente cultura con ideología. Pues los nacionalistas no aceptan que su dogma es una construcción intelectual moderna, precisamente del siglo XX. El revisionismo histórico fue su más alta creación en el territorio del pensamiento argentino.

Así las cosas el nacionalismo permeó a la totalidad de los partidos políticos e impregnó con sus principios las décadas siguientes. Estatismo, intervencionismo, nacionalismo cultural fueron algunos de los valores que hicieron furor en la década del 60’ y el 70’.  Ganó al peronismo, a los radicales del programa de Avellaneda, a los Demócratas Progresistas de Lisandro de la Torre, a los conservadores, a los desarrollistas e incluso a ciertos socialistas.

Sin embargo el mundo del siglo XXI ha dado una vuelta de campana respecto de aquellos años. Huele a viejo esta ideología que ha perdido el encanto de la controversia para transformarse en una “cultura oficial”. Congelada en el pasado y en el poder.