La escuela argentina entre el mérito y el facilismo

La educación en el país no está bien. No creo decir nada nuevo, quizá lo novedoso sea que voceros del modelo educativo de los últimos doce años han hablado y manifestado de manera abierta su oposición a la reforma que sobre calificaciones ha implementado la provincia de Buenos Aires. Vuelven los aplazos, los insuficientes, los suficientes y todo lo que define claramente el rendimiento escolar.

Durante los últimos doce años, aunque el problema viene de antes, la educación fue decayendo en calidad y responsabilidad. Nos hallamos en una situación en que, si bien todavía la escuela es una institución valorada, ha perdido jerarquía, como el conjunto de las instituciones sociales. Desde la conducción nacional y las provinciales, en los últimos años, se alentó la pedagogía de hacer las cosas más fáciles. Naturalmente, tienen sus razones, pues elevar los niveles de exigencia hace que muchos o pocos alumnos, en realidad no se conocen números, abandonen la escolaridad y en la calle, sin hacer nada, se pierdan, se expongan al delito y a la droga. “Mejor es tenerlos adentro de la escuela”, afirma esta corriente.

Meditando con honestidad el asunto, siempre es mejor que un niño y un adolescente estén en la escuela y no en la calle. Ahora, ¿cuál es el precio que hay que pagar? La escuela lo paga, la sociedad civil se beneficia. Cuando la escuela y la sociedad tienen intereses diferentes, hay algo que no funciona bien. Continuar leyendo

Los clichés educativos

Pedro Godoy es un notable pensador chileno, un  talentoso historiador y un agudo polemista. Es asimismo docente y un incisivo crítico del progresismo en cualquiera de sus expresiones terrenas: históricas, políticas, culturales y pedagógicas. Sorprendentemente, ha sido invitado al país en distintos momentos por un sector del kirchnerismo que no ha reparado que las ideas del profesor chileno nada tienen que ver con el mamarracho ideológico que nos gobierna.

Vía mail nos  enviamos lo que cada uno por su lado publica en distintos medios. A propósito de una nota mía en Infobae sobre  la situación educativa argentina y el fin de un ciclo, me dirigió una de su autoría  que  voy a transcribir, en sus aspectos centrales, y ampliarla, puesto que sus argumentos son tan abiertos que permiten agregados y adiciones. Su queja fundamental se dirige  hacia una forma de pensamiento enhebrado artificiosamente con frases hechas que han  construido una visión pedagógica causante de la actual crisis  a la que Godoy denomina el  “bla bla magisterial”. He aquí algunas de estas ideas fuerza:

“Los exámenes hay que abolirlos porque trauman. Los uniformes son camisas de fuerza en consecuencia, libertad en la indumentaria. La motivación es la matriz del aprendizaje. Todo alumno puede aprender. La clave es la estrategia usada por quien enseña. Memorizar es retro. La escala de notas fluye del rendimiento del curso. Autodisciplina es democracia. Disciplina, fascismo. Hay que mediar en vez de sancionar. El docente es sólo un facilitador. Tatuajes, aros, moños, porro… son expresiones de la identidad juvenil y, como tal, tolerables. La clase debe ser entretenida. Muchos rojos: falla del educador. El conductismo pasó de moda, hoy se impone el constructivismo. Estas consignas, como fondo, tienen un coro: Aprender a aprender”. Hasta aquí Godoy.

Sin necesidad de compartir al pie de la letra su visión pedagógica podríamos decir que lo que ocurre en Chile es similar a lo que pasa en la Argentina y el resto de los países iberoamericanos ganados para una pedagogía de izquierda soluble.

A los conceptos vertidos por Godoy podríamos agregar otros, propios del coleto progresista vernáculo como por ejemplo: urge desincentivar la competencia escolar  pues este es un principio cruel del modelo capitalista que abruma la autoestima de los más flojos.  No hay que premiar a los mejores pues esto es un mecanismo que atenta contra  la igualdad, valor fundamental del modelo educativo progre ignorando, esta corriente ideológica,  que un alumno es diferente al otro y en esta desigualdad descansa la naturaleza humana. La educación debe ser para la libertad y no para igualar, principio del iluminismo que asumió un siglo después el pensamiento de izquierda.

¿Qué evalúa un progre? El proceso  de aprendizaje mediante la observación profesional docente, jamás por  una prueba que recoja los conocimientos adquiridos en un momento dado. Las evaluaciones  deben ser segmentadas por sectores sociales, puesto que los pobres no disponen del mismo bagaje cultural que los sectores acomodados, consolidando de esta forma, la fragmentación social,  desde los saberes. Un alumno es sujeto de derechos, dice esta corriente, y no se entiende por qué es un sujeto cuando se trata de un alumno y por qué no se habla de las obligaciones y los deberes. Los derechos remiten al individuo los deberes al bien común.

Finaliza su artículo Godoy con una frase que, en este caso, comparto integralmente. “Los slogans enumerado permiten exhibir cáscara de modernos y lapidar a quienes se oponen como megaterios. Desde mis estudios, experiencias y sentido común tales frases clichés son rieles que precipitan el sistema a la catástrofe y  sogas que ahorcan a los mismos educadores.”

La novedad es que nadie hace nada

Que las cosas no están bien en el país es algo que se percibe cotidianamente. Se podría decir que la vida de los argentinos no está al tope del ranking de la felicidad. Ciertamente hay males presentes, generados por la actual administración kirchnerista, y males que vienen de  larga  data.  Entre los primeros, la inflación, la escandalosa importación de gas y combustible, el aislamiento respecto del mundo, el fracaso del Mercosur, la fractura social, la sobrecarga impositiva, la inseguridad, la violencia cotidiana, etc, etc, etc.

Los de larga data se remontan a un pasado no tan lejano. En el caso educativo se visibiliza a partir de la década del 80’ y, desde este tiempo hasta ahora, la situación ha empeorado. Ciertamente la escolaridad ha crecido cuantitativamente, y eso es muy bueno. Pero tiene un flanco débil,  la masividad conlleva la pérdida de la calidad educativa, a la que hasta ahora no se le ha  encontrado remedio.

Pero lo más gravoso es que se observa un retroceso de la jerarquía que la escuela y los docentes portaban, hasta no hace tantos años.

La pérdida de autoridad de las instituciones escolares es resultado, entre otras cosas, de la pérdida de autoridad del docente. Tan grave es esta situación que nadie, en una institución escolar ni en las líneas educativas de conducción ministerial, se atreve a tomar decisiones que impliquen medidas correctivas que pongan en juego la continuidad escolar de alumnos, francamente revoltosos o con graves problemas de socialización.

Los alumnos deben permanecer en las escuelas “sea como sea”; ¡ése es el mandato!

Observar las imágenes filmadas por un grupo de inadaptados, castigando sin ton ni son a un compañero con retraso madurativo, esto es, un minusválido, hiela la sangre, y lo peor quizás no sea eso. Lo dramático, lo incomprensible, es que los adultos responsables de la educación no hayan tomado medidas drásticas contra estas conductas antisociales. La parálisis de autoridad es claramente verificable cuando el funcionario pertinente  anuncia que la inconducta social de los jóvenes se tratará en talleres, reuniones, con presencia de  sicólogos, sico-pedagogos, orientadores.

En fin, concluye, lo analizaremos entre todos.

Es decir, no se hará nada.

Lo que uno se pregunta es de qué se va hablar con jóvenes de 15 ó 16, años que tienen derecho al voto, y que sin embargo atropellan brutalmente a un compañero en inferioridad de condiciones. Lo hecho, hecho está. Deberán disculparse y luego marcharse.

Lo peor es que los adultos responsables de educar piensan que ese salvajismo debe ser conversable. Llegado a ese punto, los violentos deben irse de la escuela, como fue siempre. Cuando había autoridad. ¿A otra escuela? ¡Sí! O… a otro turno. Pero ¡deben irse! Deben saber que en sociedad hay conductas que traen consecuencias.

Por otro lado, los docentes y directivos ¿no perciben ese clima de agresión en las aulas antes de que lo irracional estalle? Para, de ese modo, mediar y remediar conflictos futuros.

La violencia en la escuela siempre existió. Desde Juvenilia con el bullying de porteños contra provincianos. O el bullying del quinto año de la Escuela de Concepción del Uruguay contra el Presidente Sarmiento, cuando la visitó en 1870, según lo contara años después uno de esos estudiantes, el periodista y escritor Fray Mocho, hasta el bullying que narrara don Arturo Jauretche en sus memorias, cuando salía a relucir algún cuchillito en la primaria y las maestras se asustaban. Y los miles de ejemplos en cuentos y películas. Lo que cambió no es la “novedad” de la violencia sino la novedad de que nadie hace nada. Las autoridades están borradas. ¡Eso es lo que  ha cambiado!

Alguien debiera hacerse responsable, (ideología, cultura, corrientes sicológicas) de que la autoridad tenga mala prensa. De que la responsabilidad no cotice y que los deberes valgan menos que los derechos.

Estas ausencias han llevado a que la Legislatura Nacional se pronuncie frente a estos problemas de las aulas. Algo que debiera haber sido resuelto en niveles más bajos, si la autoridad no se hubiera perdido.

Frente a la inacción generalizada y al paso que vamos, la misma  Legislatura  debiera  discutir ya, una ley que obligue a los padres a que sus hijos se bañen.