Por una nueva reforma electoral

Al asumir la presidencia, Roque Sáenz Peña se dispuso  resolver  el grave problema electoral que el país  arrastraba desde la sanción de la Constitución en 1853.  Años de fraude, trifulcas, policías bravas y muertes complicaban el normal desarrollo de una democracia que  pretendía ser moderna. El radicalismo yrigoyenista por un lado, los conservadores lúcidos  como el presidente Peña  y su ministro Indalecio Gómez por el otro, y los aires novedosos europeos con las reformas electorales de Dinamarca, Francia, Bélgica o España  que llegaban a nuestro país como clima de época, actuaron para profundizar la democracia en el marco de la República de 1853.

Tres leyes resolvieron, en esta etapa el problema electoral, la 8129, la  8130 y la  8174.

La reforma comprendió a las tres o, para decirlo de otra manera, las tres leyes fueron la reforma. Cada una de ellas encerraba un valor y una trascendencia tal que no pueden ser vistas individualmente. La 8129 vino a resolver el grave problema de los padrones electorales. Antes de esta ley los mismos eran confeccionados por  militantes de los gobiernos provinciales y  en la Capital el gobierno nacional. Durante los tres domingos anteriores a las elecciones, agentes del gobierno, inscribían en los atrios de las Iglesias a todo aquel  que concurría con su libreta cívica o la de algún muerto y se anotaba. El negocio de compra y venta de libretas como la violencia abierta definía quienes lo hacían y quienes no.

Cayetano Ganghi, un italiano que vivía frente a la Plaza Flores, disponía de alrededor de tres mil libretas que ofrecía al mejor postor. Esta ley acabó con los Ganghis, el clientelismo y los punteros violentos pues puso en manos del Ejército la confección de los padrones que venía realizando desde la implantación del Servicio militar obligatorio en 1901 encargándole la custodia del acto electoral. El Ejército de esa manera emitió una Libreta de Enrolamiento, documento de identidad intransferible e imposibilitada de ser vendida por la necesidad de su uso diario. Sobre ese padrón se constituiría el padrón cívico a cargo de los Jueces Federales, ley 8130.

En síntesis el Ejército y la Justicia Federal venían a sustituir a los gobiernos electores o partidos del Estado que con sus punteros, clientes o matones resolvían  de un solo golpe o de varios el asunto electoral. Es importante reiterar que se trataba de partidos que apoderados del Estado hacían uso de él destruyendo de esa forma la vida política partidaria. Bien lo decía un intelectual de la época, Juan Carlos Cruz, en el diario La Nación: “Los objetivos de estas leyes es combatir los gobiernos electores y reforzar los partidos políticos organizados. La connivencia con un gobernador elector no será entonces indispensable”

Finalmente, la Ley 8871, del voto secreto, universal, obligatorio y lista incompleta que posibilitaba el acceso a las Cámaras de la primera minoría se orientaba también a recrear la vida política partidaria.

La situación actual

Hoy, como antes de la Ley Sáenz Peña, la vida política partidaria independiente del Estado no existe. Solo los partidos de izquierda guardan una organización sobre la base de ideas fuertes y definitivas.  Como afirmaba Joaquín V. González, los partidos se unen tras una idea y no por medio de una ley. El radicalismo algo ha recuperado de su postración tras la caída del 2001. El peronismo solo existe como un partido del Estado. Razón por la cual se resiste a cualquier reforma.

Los electores son los gobiernos que, a través del clientelismo, orientan al votante por medio de maneras y estilos repugnantes. Ciertamente el ciudadano podría tomar  lo que le regalan y luego en el cuarto oscuro poner el voto desde otra perspectiva. Pero  en términos generales eso no ocurre.  La red de fiscales abonados por los partidos del Estado ha constituido una oligarquía política que se eterniza en el poder encontrando de esta forma un modo de vida.

Una de las medidas urgentes -pero no la única- es acabar con los fiscales y matones que atropellan al pueblo llano. El voto electrónico es una posibilidad pero hay otras. Está bien para comenzar. Las reelecciones eternas son otra peste política. El proceso electoral  no debe estar en manos del Ministerio del Interior. Sino que como hizo la ley 8130 que puso en manos de jueces federales la confección del padrón cívico en cada región o provincia ahora debe quedar en manos de la Justicia Electoral bajo supervisión del poder Legislativo.

Sin embargo, ninguna de estas reformas recrea la existencia de los partidos.  A lo largo de nuestra historia, el poder político y cultural ha ocasionado un serio daño a la iniciativa civil y un marcado retraimiento de la sociedad  y su capacidad para organizarse independientemente del Estado.

¿Un peronismo liberal?

El viejo debate sobre cuánto de liberalismo hay en la concepción política del peronismo ha reaparecido por estos días empujado, por un lado, por la crisis que atraviesa el progresismo enquistado en el peronismo y por el otro, por las declaraciones que el presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, ha realizado al diario La Nación. “No tenemos que tener ningún empacho en definirnos como liberales” aseguró el funcionario muy cercano a Scioli.

Inmediatamente, y como un rayo, salió a contestarle Julio de Vido, quien replicó que el peronismo es progresista. Luego, cientos de voces kirchneristas se alzaron para afirmar que nada hay más lejano al peronismo que el liberalismo. Naturalmente del liberalismo clásico partieron voces que afirmaron lo mismo.

En principio, Perón jamás se pronunció acerca de si era liberal o progresista, categorías ideológicas que el General jamás usó en virtud que como político abrazaba a todos por igual. Sin embargo, ha dejado algunas señas que podrían orientarnos en este laberinto de ideas. El liberalismo tradicional desconfió de él por surgir de un golpe militar con tintes fascitoides. El progresismo lo combatió, también, con todas sus fuerzas, pues escuchaba espantado los discursos que el Coronel improvisaba frente a los obreros: “Buscamos suprimir la lucha de clases, suplantándolo por un acuerdo justo entre obreros y patrones, al amparo de la justicia que emana del Estado”. Para la izquierda a la violeta, como gustaba decir a Perón, el General era fascista.

En síntesis ni liberal ni progresista. ¿Entonces si no fue una cosa ni la otra qué se discute hoy?

Orígenes del peronismo

El peronismo apareció en el ciclo mundial de crisis del liberalismo a consecuencia de la Primera Guerra Mundial, la Revolución Soviética y la emergencia de los nacionalismos autoritarios. Ese tiempo se caracterizó por la valorización del intervencionismo de Estado, economías cerradas, dirigismo y la acción directa de las masas por encima de las instituciones. Todo ese movimiento mundial fue expresado por el nacionalismo y el marxismo. Bajo esa atmósfera, todos los partidos políticos argentinos sufrieron su influencia. El golpe del 30 y los años subsiguientes vieron avanzar esas ideologías sobre el conjunto de la sociedad. Sin embargo, es justo observar que Perón, quien apareció por primera vez en el golpe contra Yrigoyen, lo hizo acompañando la corriente liberal del general Justo, la que no abandonó hasta la muerte de este brillante oficial, como le gustaba decir, en enero de 1943, ingresando recién al GOU en febrero de ese año.

Tan fuerte ha sido la relación de Perón con este sector del liberalismo militar que desarrolló su carrera a la sombra de ellos. Primero como ayudante de campo del General Rodríguez, Ministro de Guerra de Justo, en paralelo, profesor de la Escuela Superior de Guerra, invitado luego por Levene, Presidente de la Academia de Historia, a escribir en ella. Enviado, más tarde, a Europa por el general Márquez, otro justista y así hasta 1943.

Sarobe y Perón

La relación de Perón con el general Sarobe, un vínculo ignorado por la historiografía peronista-revisionista, pone blanco sobre negro el firmamento ideológico de quien sería luego el Coronel del pueblo. Sarobe fue el oficial que Justo ubicó en la conspiración del 30 para sustituir al nacionalista-fascista de Lugones y su manifiesto. Condición innegociable para que los liberales se sumaran al golpe. Esta participación impidió que Uriburu realizara su fantasía de Führer criollo, y que el golpe buscara una salida electoral.

Precisamente, en las elecciones de noviembre de 1931, Justo fue el candidato de una coalición de conservadores, radicales y socialistas como alternativa al vacío de poder generada por la crisis del radicalismo y al progresismo representado por la fórmula de Lisandro de la Torre-Nicolás Repetto. En esa oportunidad, Perón jugó sus pocas fuerzas a favor de Justo. En una carta a Sarobe le advierte del peligro que “los peludistas resurjan disfrazados de campeones de la democracia. No imagina mi Teniente Coronel cómo han reaccionado los peludistas desde el 6 de setiembre a la fecha. Hoy se sienten fuertes como antes de 1928 y pretenden imponerse nuevamente. No creo que el Gobierno les afloje. Estamos a 17 días de las elecciones. Hasta ahora el General Justo es el candidato más seguro, la opinión sana del país, el elemento independiente, la banca, comercio, industria, han movilizado sus fuerzas para ponerlas al servicio del país prestigiando al General para Presidente. Por otro lado los peludistas, su fórmula fue vetada por el gobierno provisional, no creo que resulten peligrosos si se presentan a elecciones y aun cuando todavía hay muchos peludistas en el país no creo que tengan chance en su campaña electoral, porque en su situación no tienen nada para dar… no creo que queden incautos que se dejen influenciar por el canto de la ronca sirena personalista”

Y continúa: “El otro adversario está representado por la Alianza, unión un tanto aleatoria de los socialistas rojos con los demócratas progresistas, Es sin duda la desvergüenza en persona. Bien este es el adversario político del general Justo, su más grande detractor y más peligroso enemigo. Hace una campaña activa y difamatoria en todas partes, pero no creo que el pueblo se deje embaucar y seducir por estos mentirosos y aduladores profesionales. Yo creo que el país está hoy a peligros tanto o más serios que el resuelto el 6 de setiembre, si el buen tino y patriotismo de los ciudadanos no resuelve en los comicios la salvación del país, la paz y el orden interno. Si llegara a ganar la elección la fórmula De la Torre-Repetto apoyados por los peludistas creo que vendrían acontecimientos graves a corto plazo. En general la gente que piensa, entiende que la única solución es el general Justo y creo que será presidente.

Muchos oficiales que no entendemos nada de política estamos en plena tarea de movilización de familiares y amigos. Yo tengo por ejemplo a todos los varones de la familia y amigos civiles ocupados en la propaganda política activa y siento que las mujeres no voten porque en este caso, de la familia nomás me llevaba más de 20 votantes…Varios amigos curas que tengo, a quienes he encargado que hagan propaganda me han dado un alegrón porque me hicieron una reflexión muy acertada al respecto me dijo: los curas votan y propician al candidato más probable que permita asegurarles su estabilidad. Hasta ahora han sido peludistas pero ahora los peludistas no tienen chance y los curitas puestos a elegir entre los demócratas-socialistas y la fórmula de Justo no trepidan en votar esta última, pues saben que en la primera está el divorcio, la separación de la Iglesia. Esto va bien.”

Conclusión: los primeros pasos de Perón han estado del lado del liberalismo y en contra de la izquierda y los peludistas. Toda una definición.

Una nueva gestión escolar

Manuel Gálvez, uno de los mejores novelistas históricos de la Argentina, cuenta en uno de sus libros una graciosa anécdota acerca de los males de la educación centralizada. Resulta que siendo inspector de enseñanza secundaria conversaba cierta vez con su colega, Larsen del Castaño quien, entre risueño y sorprendido, le decía que en la época que se estudiaba griego llegó al Colegio Nacional de una pequeña capital de provincia. “Como dominaba el idioma de Homero decidí asistir a esa clase. Mi asombro llegó al infinito cuando un alumno comenzó a recitar la lección. ¿Qué estará enseñando el profesor? me preguntaba un tanto descolocado sin abrir los ojos para no humillarle. Pero acabada la clase lo mandé llamar.

El hombre que se acercaba encogido, al hallarse frente a quien con media palabra podía hacerle echar a la calle, dijo:
-Discúlpeme señor inspector. Soy padre de familia, con doce hijos. Pedí una cátedra y me dieron la de griego. Le ruego por mis criaturas…
-Bien, lo haré trasladar. ¿Pero que enseña usted como griego?
-Quichua, señor”.

Esta anécdota, tan graciosa como criolla, revela el dislate de aquel modelo educativo concentrado en Buenos Aires e impuesto a rajatabla por la Ley Lainez de 1905. La gestión escolar centralizada en Buenos Aires permaneció así hasta la década del 90. Por esos años el mundo, y la Argentina no fue ajena a ese movimiento, vivió un proceso general de descentralización, desregulación, privatización y avance de las libertades jamás pensado. De modo que una profunda reforma en la gestión escolar fue el corolario de aquella ola mundial. Aunque, es justo decirlo, el Congreso Pedagógico Nacional celebrado bajo la presidencia del doctor Alfonsín había avanzado en propuestas similares como el federalismo, la regionalización, la provincialización y la desconcentración. El gobierno del doctor Menem no hizo otra cosa que implementar las reformas propuestas por el Congreso Pedagógico y la dirección internacional de los hechos.

Ocurrida la descentralización sobre las provincias, sus Ministerios de Educación se apoderaron de la gestión concentrándola sobre sí mismos sin facilitar un proceso de delegación de poder sobre las escuelas que era la dirección natural de los hechos. Cuando todo estaba dado para profundizar el camino, avanzar en la autonomía y descargar responsabilidad y poder en la comunidad tanto educativa como familiar, el establishment educativo provincial se apoderó de la situación en complicidad con los gremios. Concentró todo en los ministerios provinciales torciendo el sentido de la reforma. Es bueno advertir que el espíritu democrático propio de los tiempos que se viven no admite centralizaciones extremas. Los totalitarismos rechazan la autonomía y la autogestión porque en ellas se verifica la participación de la gente. Ya, en la década kirchnerista, el centralismo aumentó su voltaje.

Los CENS, una valiosa experiencia abortada 

La educación del adulto comenzó en el país en 1968 con la creación de la Dirección Nacional de Educación de Adultos (DINEA) que con el tiempo desarrolló centros educativos a lo largo y ancho del país. Si bien era una Dirección en el marco del Ministerio Nacional de Educación, las unidades académicas funcionaban bajo una gestión descentralizada y en acuerdos con la sociedad civil por medio de convenios con sindicatos, empresas y la Iglesia. El Estado cedía poder a la comunidad y a las entidades conveniantes quienes ofrecían espacio físico para la escuela, proponían al Director del Cens, elevando una terna a la DINEA quién elegía uno de ella. Los docentes eran seleccionados por el Director en acuerdo con la entidad conveniante y con el proyecto educativo de la escuela, evitando de esta forma las Juntas de Clasificación que como ente ajeno a la escuela decidía y decide por medio de concursos o actos públicos que docente trabaja y quién no. El salario lo abonaba el Estado pero la liquidación, deduciendo ausencias y llegadas tardes las efectivizaba el Director. Aquellos viejos CENS, destruidos en su espíritu por la burocracia educativa estatal y los gremios, eran un espacio dónde la participación, la valoración de la individualidad y el sentirse artífice de un proyecto compartido por una comunidad escolar, conformaba la esencia de la filosofía pedagógica.

De no haber sido destruida la gestión descentralizada de los CENS, se podría haber partido desde esa experiencia hacia formas novedosas de autogestión que puede ser una solución para elevar la calidad educativa, al conformar unidades académicas homogéneas, solidarias con el proyecto e identificadas con la filosofía escolar y que deposita en la comunidad el poder real del proceso educativo. Estas escuelas que se han desarrollado en distintos países del mundo con el objeto de mejorar la enseñanza es una experiencia que nos debemos. Debería ser una oferta educativa más, optativa y decidida en el marco de la más plena libertad ejercida por la comunidad docente y familiar.