El kirchnerismo se lleva mal con la historia

Cuando los políticos y algunos periodistas se meten con la historia, las cosas no salen bien. Ya he replicado en otra nota la sospechosa profusión de libros sobre el peronismo que recuperan las ideas de la Revolución Libertadora. Esta labor seudohistoriográfica no es ingenua, responde a un clima y una atmósfera de los que no han podido desembarazarse autores, periodistas o políticos que en su simpleza confunden kirchnerismo con peronismo. Y en una sinopsis que emparentan épocas tan lejanas con el presente, se dejan llevar por la rigidez de un pensamiento atado a prejuicios y a dogmas aprendidos para siempre.

Si el peronismo con un gran esfuerzo puede ser asociado a los populismos de época, el kirchnerismo es la manifestación clara de un progresismo activado en los noventa por el Foro de San Pablo donde la izquierda replanteó su camino a la caída del comunismo. Si a los progresistas argentinos la idea les cae mal, deberían repasar el apoyo dado a Hugo Chávez, Lula da Silva o el kircnerismo a los inicios de estas experiencias políticas. Como el presente huele a calas, al decir de Hugo Moyano, los progres de siempre se apartan de estos Gobiernos a los que ahora caracterizan como populistas al solo efecto de salvar la perniciosa ideología que compartieron en el primer tramo del nuevo siglo. Dicho esto, pasemos a una nueva confusión histórica. Continuar leyendo

La cultura política del atraso o el retroprogresismo

Cuando Eduardo Duhalde decidió enfrentar a Carlos Menem y a la década del 90’, no ahorró críticas ni comentarios ásperos. Sus argumentos centrales se fundaban en que el peronismo había realizado en esos diez años una política que nada tenía que ver con la doctrina justicialista. Que la sociedad estaba harta de neoliberalismo y que Menem era, en sus efectos políticos, el equivalente en la Argentina de lo que Reagan y Thatcher habían sido en sus respectivos países. ¡Expresión descarnada del capitalismo salvaje! y responsable de una política exterior que al globalizarse iba en desmedro de nuestra soberanía. Con sólo repasar los periódicos de aquellos años se verá lo cierto de estas aseveraciones.

Por otro lado, Duhalde le manifestó al autor de esta nota que ése fue el sentido de crear en 1999 el grupo Calafate (políticos e intelectuales progresistas que luego se sumaron al kirchnerismo) con el fin de instalar dentro del justicialismo esa vertiente, que repudiaba lo realizado en aquellos años.

El tiempo pasó, gobernó la Alianza, que alcanzó el poder con un discurso bifronte: aguantar la convertibilidad, por un lado, y una virulenta crítica a los 90’, por su integración al mundo, la desregulación, las privatizaciones que denominaron “la pésima venta de las joyas de la abuela”, y la extranjerización y frivolización de nuestra cultura tanto como de nuestra economía, por el otro. En síntesis, un discurso con cierto tufillo a nacionalismo rancio.

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