Con las manos atadas

Tiene razón el presidente Mauricio Macri en responsabilizar al Gobierno anterior por el avance del narcotráfico y el delito. Cuando el ex gobernador Daniel Scioli se anime a contarnos, ahora que no está bajo la mirada admonitoria del matrimonio Kirchner, quién le ataba las manos, según le confesó al marido de Carolina Píparo, los argentinos estaremos en condiciones de identificar con nombre y apellido a los cómplices y los encubridores.

De todos modos, no alcanza ni con una cosa ni con la otra. Lo que hace falta es voluntad y la voluntad brota de las convicciones fruto de las ideas. Aun en ojotas o alpargatas, si se tiene voluntad, se vence a la delincuencia.

El combate contra el delito lleva implícito un debate cultural e ideológico. Aquellos que piensan que esto es un error se equivocan o son ingenuos. Si fuera como ellos dicen, el kirchnerismo habría solucionado el asunto, dado que resolverlo reditúa votos. No lo hizo, dejó al pueblo y a la patria en una indefensión absoluta. Al atarse al progresismo, quedó preso de esta cosmovisión y nos embromó a todos.

El kirchnerismo ha tenido una postura zigzagueante frente a este flagelo. Una primera etapa de negación del tema hasta la irrupción de Juan Carlos Blumberg. Frente a la imponente movilización, aceptó el endurecimiento de las leyes, quizás porque no era la solución. Luego, con Cristina Kirchner se retornó al progresismo. En la nueva etapa se dieron los argumentos más contundentes. Se justificó el delito cubriéndolo con un manto de piedad. Los delincuentes son la consecuencia de una sociedad injusta, afirmaban. Continuar leyendo

La tercera derrota

El peronismo ha sido derrotado, afirman voces oficiosas. ¿Qué peronismo? El populismo retrocede en todos los frentes, aseguran otros. ¿Qué populismo? Lo que ha sido vencido es el kirchnerismo y el que retrocede en todos los frentes es su sucedáneo: el progresismo.

Desde el inicio de su gestión, el Gobierno que se retira se asoció interna y externamente con lo que vulgarmente se conoce como izquierda: desde el marxismo dogmático de Cuba, el sandinismo nicaragüense o el socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez hasta la línea soluble de Pepe Mujica en Uruguay, pasando por el Partido de los Trabajadores de Lula da Silva, trotskista hasta 1989 y luego creador del Foro de San Pablo, Evo Morales y Rafael Correa.

En el país y desde sus inicios el kirchnerismo se inclinó hacia la izquierda con gran vocación ideológica. Duro crítico de los noventa por ser esa década la expresión criolla del capitalismo salvaje, según afirman, levantaron las banderas de una revolución que si bien reconocían de imposible realización en los términos anteriores a la caída del Muro de Berlín, la creían factible por métodos acordes a tiempos de democracia. Ante el triunfo del capitalismo vieron en las elecciones el camino que antes resolvían por las armas. Los nuevos tiempos republicanos podrían abrir la brecha hacia la revolución. No pudo ser. Continuar leyendo

El fracaso del progresismo

El trípode sobre el cual se asienta la inconcreta ideología progresista sostiene que el Estado es un justo distribuidor de la riqueza, garante de la equidad social y promotor del desarrollo económico. Resabio de la cultura decimonónica alemana que afirmaba que cuando un órgano del Estado ejecuta un acto de servicio, ese acto es necesariamente bueno. Así las cosas el estrepitoso fracaso del progresismo en la Argentina se asoma a la vista de todos aunque todos, aún, no lo perciban.

Seguridad, educación, salud y justicia conforman las cuatro obligaciones indelegables de todo Estado que se precie de estar al servicio de su pueblo. En esto hay una absoluta coincidencia entre los distintos cuerpos de doctrina, incluido el liberalismo moderno. Pero cuando uno observa a cada uno de estos rubros descubre que en los últimos doce años han retrocedido respecto de la calidad del servicio ofrecido anteriormente (educación, salud y justicia) y la inseguridad ha escalado a niveles jamás vistos. Continuar leyendo

¿Populismo o progresismo?

En los últimos tiempos se escucha y lee con sospechosa frecuencia duras críticas al populismo con la sana intención de denostar al gobierno nacional. Extrañamente, intelectuales y periodistas abocados a tan noble labor omiten utilizar la acepción: progresismo. La maniobra no es inocente, por cierto. Secuestrar del idioma esta última palabra oculta una intencionalidad político-ideológica que arrastrará inevitablemente a nuevos males.

Progresismo fue la primera construcción lingüística utilizada para definir y abarcar la realidad política inaugurada en el 2003. Experimento acompañado por la inmensa mayoría de los partidos y corrientes políticas del arco nacional, que observaban azorados los profundos cambios introducidos en la década “maldita”. Privatizaciones, desregulación, convertibilidad, ruptura con el Tercer Mundo, inclusión en la economía mundial, frivolidad, entre otros. Allí, como coro griego, actuaba un sector del peronismo constituido como grupo Calafate para inyectar una dosis de izquierdismo light en un peronismo supuestamente neo-liberal, también radicales liderados por Alfonsín, el Frepaso, el Partido Comunista, el socialismo en todas sus variantes, excepto la extrema izquierda, intelectuales, periodistas, docentes, actores y un arco infinito de ciudadanos “bien pensantes”, que como Elisa Carrió, Ernesto Sábato, Beatriz Sarlo o Jorge Lanata, por caso, deliraban de alegría al ver como Menem y los malditos ‘90 se hundían blasfemados por el pueblo. El progresismo como definición los reunía a todos en un convite celebratorio. Continuar leyendo

Los clichés educativos

Pedro Godoy es un notable pensador chileno, un  talentoso historiador y un agudo polemista. Es asimismo docente y un incisivo crítico del progresismo en cualquiera de sus expresiones terrenas: históricas, políticas, culturales y pedagógicas. Sorprendentemente, ha sido invitado al país en distintos momentos por un sector del kirchnerismo que no ha reparado que las ideas del profesor chileno nada tienen que ver con el mamarracho ideológico que nos gobierna.

Vía mail nos  enviamos lo que cada uno por su lado publica en distintos medios. A propósito de una nota mía en Infobae sobre  la situación educativa argentina y el fin de un ciclo, me dirigió una de su autoría  que  voy a transcribir, en sus aspectos centrales, y ampliarla, puesto que sus argumentos son tan abiertos que permiten agregados y adiciones. Su queja fundamental se dirige  hacia una forma de pensamiento enhebrado artificiosamente con frases hechas que han  construido una visión pedagógica causante de la actual crisis  a la que Godoy denomina el  “bla bla magisterial”. He aquí algunas de estas ideas fuerza:

“Los exámenes hay que abolirlos porque trauman. Los uniformes son camisas de fuerza en consecuencia, libertad en la indumentaria. La motivación es la matriz del aprendizaje. Todo alumno puede aprender. La clave es la estrategia usada por quien enseña. Memorizar es retro. La escala de notas fluye del rendimiento del curso. Autodisciplina es democracia. Disciplina, fascismo. Hay que mediar en vez de sancionar. El docente es sólo un facilitador. Tatuajes, aros, moños, porro… son expresiones de la identidad juvenil y, como tal, tolerables. La clase debe ser entretenida. Muchos rojos: falla del educador. El conductismo pasó de moda, hoy se impone el constructivismo. Estas consignas, como fondo, tienen un coro: Aprender a aprender”. Hasta aquí Godoy.

Sin necesidad de compartir al pie de la letra su visión pedagógica podríamos decir que lo que ocurre en Chile es similar a lo que pasa en la Argentina y el resto de los países iberoamericanos ganados para una pedagogía de izquierda soluble.

A los conceptos vertidos por Godoy podríamos agregar otros, propios del coleto progresista vernáculo como por ejemplo: urge desincentivar la competencia escolar  pues este es un principio cruel del modelo capitalista que abruma la autoestima de los más flojos.  No hay que premiar a los mejores pues esto es un mecanismo que atenta contra  la igualdad, valor fundamental del modelo educativo progre ignorando, esta corriente ideológica,  que un alumno es diferente al otro y en esta desigualdad descansa la naturaleza humana. La educación debe ser para la libertad y no para igualar, principio del iluminismo que asumió un siglo después el pensamiento de izquierda.

¿Qué evalúa un progre? El proceso  de aprendizaje mediante la observación profesional docente, jamás por  una prueba que recoja los conocimientos adquiridos en un momento dado. Las evaluaciones  deben ser segmentadas por sectores sociales, puesto que los pobres no disponen del mismo bagaje cultural que los sectores acomodados, consolidando de esta forma, la fragmentación social,  desde los saberes. Un alumno es sujeto de derechos, dice esta corriente, y no se entiende por qué es un sujeto cuando se trata de un alumno y por qué no se habla de las obligaciones y los deberes. Los derechos remiten al individuo los deberes al bien común.

Finaliza su artículo Godoy con una frase que, en este caso, comparto integralmente. “Los slogans enumerado permiten exhibir cáscara de modernos y lapidar a quienes se oponen como megaterios. Desde mis estudios, experiencias y sentido común tales frases clichés son rieles que precipitan el sistema a la catástrofe y  sogas que ahorcan a los mismos educadores.”

Por qué Duhalde eligió a Kirchner

Marcos Novaro, historiador e intelectual destacado, ha escrito en La Nación (26/11/2014) una nota donde afirma que el acuerdo de Duhalde con Alfonsín salvó al país de la grave crisis del 2001, aunque, añade, al elegir como candidato a Néstor Kirchner para sucederlo a la Presidencia, el lomense se equivocó, como también lo hizo Raúl Alfonsín al no evitar que se consagrara. Lamenta asimismo que Kirchner traicionara al caudillo bonaerense tanto como al programa innovador y potente iniciado por Duhalde y sostenido por Alfonsín.

Cómo fue la decisión

El doctor Duhalde me explicó en su momento, en grabaciones que conservo en mi poder, las razones que tuvo para elegir a Kirchner como su sucesor: Continuar leyendo

El neoiluminismo

El progresismo, sea  kirchnerista o no, es una corriente de pensamiento que tiene su historia y sus raíces. Hace ochenta años, un gran novelista y escritor argentino opinaba así de ellos:

“El izquierdismo es un enemigo del orden, de la jerarquía y de la disciplina. El izquierdismo es el comunismo vergonzante: Los izquierdistas admiran a la Rusia de los soviets. Los izquierdistas, de cualquier pelaje que sean, son enemigos furiosos de la Iglesia, de la Familia, del Ejército. Los izquierdistas de este país no intentan establecer el comunismo ni el colectivismo, pero sí el divorcio, la separación de la Iglesia del Estado, el desarme, el culto de los incompetentes y la indisciplina social. Los izquierdistas son los destructores de la familia. El socialismo, y aun el comunismo, son, desde su punto de vista, lógicos; y algo tienen de respetables. El izquierdismo es el comunismo compatible con la camisa de seda y con cierto dandismo intelectual. (Manuel Gálvez. Recuerdos de la vida literaria)

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