Por qué sí debe haber mesa de diálogo

Si uno se toma la tarea de leer a la mayoría de los periodistas políticos de estos tiempos, uno por uno, incluso cientistas sociales que presumen de análisis de alto vuelo, descubrirá indefectiblemente que sus escritos giran en torno a qué debe hacer o hará Mauricio Macri con el peronismo o, mejor dicho, con el abanico de propuestas peronistas. ¿Profundizar la división? ¿Negociar con uno o con otro según la circunstancia y los humores? ¿Avanzar sin preocuparse por la oposición? En esta suerte de posibilidades se inscriben los debates que me parece que tocan tangencialmente la esencia del problema político actual.

Para ponernos en clima, viene a cuento una potente frase de Leonardo da Vinci que el general Juan Domingo Perón solía usar para elevar la calidad del debate: “La teoría es el capitán y la práctica, el soldado”. Aunque hoy podríamos sustituir la noción de práctica por el poroteo. ¡Tan bajo cayó la política!

Veamos el asunto desde otra óptica que no creo que sea la mejor pero sí distinta. ¿Qué le conviene a Mauricio Macri? Naturalmente, tener éxito. ¿En qué consiste este éxito? En que las políticas que está implementando, bastante duras por cierto, finalmente alcancen logros potentes. Continuar leyendo

La decadencia política del progresismo

¿Entonces, el proyecto de reforma del Código Penal es garantista o no? ¿Disminuye las penas de los delitos, las mantiene o las aumenta? Ante el lío que se ha armado, los autores del proyecto niegan la reducción de las penas y acusan a Massa de demagogo, apresurado y oportunista. Lo cierto es que la sociedad desconfía del gobierno nacional y sus amigos progresistas, incluido Pinedo, y el líder dell Frente Renovador, quien sabe esto se montó sobre esa desconfianza. Cría fama y échate a la cama, así dice el refrán y el gobierno nacional ya no puede zafar del estereotipo.

¿Qué hay de cierto?

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Los secretos de la señora

Quizás, quien mejor ha definido a Cristina Kirchner, en este último tiempo, haya sido el presidente del Uruguay, José Mujica, cuando señaló que la señora es terca. Una de las acepciones del vocablo dice que terca y obstinada es aquella persona capaz de mantener una decisión por encima de las dificultades que se presentan. Y las últimas medidas tomadas (ganancias, impuestos en el sector financiero, apertura del canje, cambio de jurisdicción de los anteriores, redistribución de la gendarmería en todo el país), más allá de lo acertado o no de ellas, hablan de una dirigente política que logra sobreponerse a las adversidades y continúa empujando a su tropa.

Esto dicho para aquellos que creen que la señora y su gobierno han bajado los brazos o que su fragilidad emocional la obliga a tirar la toalla. Ahora… ¿Para quién batalla Cristina? ¿Para Scioli? ¿Para el kirchnerismo? ¿Para el peronismo? ¿O para ella? En el entendimiento que no todo es lo mismo. Ciertamente no es sencillo columbrar lo que anida en lo profundo de su pensamiento. De modo que el ejercicio intelectual a realizar para abordar el problema no es sencillo ni ligero.

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Una nueva reinvención del peronismo

Tiene razón Darío Giustozzi, intendente de Almirante Brown y segundo en la lista encabezada por Sergio Massa, del Frente Renovador, cuando afirma “no hay fin de ciclo, hay fin de mandato”, lo que es todo una declaración  político-ideológica de su parte y una sabia mirada al conjunto de los políticos con posibilidades reales de poder. Pues nadie cuestiona los pilares fundantes del modelo.

Aunque también es cierto que al presentar, Massa y él, una lista distinta y recortada del Frente para la Victoria, el camino que inician estos ex kirchneristas consiste en apartarse  del tronco que les dio origen. Y las consecuencias políticas de esta fractura cobran una dinámica y una velocidad que sus autores no podrán manejar, al menos en su totalidad. El clima social será decisivo a la hora de precisar un discurso, un programa, el tono y los sonidos.

Por otro lado es un buen punto de partida la fractura con el Frente para la Victoria. Eso explica mucho más que cualquier análisis meduloso e intencionado.

La reacción del gobierno no se ha hecho esperar y los ataques han comenzado, pues Mazza, Giustozzi y otros intendentes, antiguos  amigos del gobierno nacional, vienen a confirmar el viejo dicho popular de que no hay “peor astilla que la del mismo palo”.

Una oposición novedosa

La novedad política del Frente Renovador, lo que le da potestad y fuerza, es el carácter territorial de la feliz experiencia. Esta creación política bonaerense reviste  una impronta y un sesgo que ningún opositor al gobierno ha logrado en la provincia. Esto es, una fuerza con base territorial en las intendencias, similar a la que tiene el Frente para la Victoria.  No se trata de  políticos que, con una inmensa fortuna, compran, alquilan, publicitan y “desde afuera” procuran captar voluntades y luego “si te he visto no me acuerdo”. Ellos se quedarán y serán dueños de su triunfo o su derrota.

Es una fuerza que  gobierna municipios, que se opone a otra, que también gobierna municipios, la provincia y la nación. Es un choque en el mismo andarivel.

Por lo tanto la discusión seguramente se dará sobre políticas concretas y no sobre ideas abstractas. Seguridad, educación, salud, servicios y la manera de gestionar más eficientemente en cada uno de estos tópicos. Allí va a estar, supongo, el núcleo del debate.

La permanencia  de Daniel Scioli al lado del gobierno nacional lo facilita, pues si se hubiera aliado a Massa la discusión política tendería a ser sólo con la presidente, cosa que le haría perder energía controversial a algunos intendentes más cercanos al kirchnerismo. Ahora, los alcaldes del Frente Renovador, al quedar liberados de la alianza con Scioli, podrán enfocar sus críticas, sin complejos, a la gobernación. Que es el objetivo central del Frente Renovador.

Gente enojada

Con la irrupción del Frente Renovador hay mucha gente molesta. Políticos, opinólogos y periodistas, entre otros. Cada uno tendrá sus razones, seguramente atendibles. Pero voy, en este caso, a abordar el enojo de aquellos que observan maliciosamente el carácter camaleónico del peronismo. Que se reinventa, sin remordimientos, ni autocrítica. Que le da lo mismo los 90’ que los 2000.

Como primera aproximación diría que luego de la caída del Muro de Berlín y el ocaso del comunismo se acabó la Guerra Fría y con ella la etapa de las ideologías fuertes. Se acabó también la “revolución”. El debate moderno es conducir la evolución. Y eso se hace en el marco de instituciones respetadas por todos y de horizontes previsibles al conjunto.

Antes de estos acontecimientos  había sucumbido otro cuerpo doctrinario fuerte como fue el nacionalismo. En el bunker de Berlín y en Hiroshima le dijeron adiós a la historia, al menos hasta nuevo aviso.

Desaparecido del horizonte político dos cuerpos doctrinarios fuertes, la realidad convoca a otras sustancias. Estamos en esos tiempos.

Por otro lado no se le puede exigir a los políticos lo que sí le debiera pedir a los intelectuales y filósofos y aún no han encontrado.

Si el peronismo ha sido capaz de dar diferentes respuestas en distintos tiempos, a lo mejor lo que pasa es que no existe más el peronismo. Al menos como históricamente se lo ha conocido. Sin embargo lo que perdura del justicialismo histórico, lo que se conserva en su horizonte cultural, es su vocación por los humildes y su opción preferencial  por el movimiento obrero y sus dirigentes.

Cuando Roberto Lavagna sonaba como candidato peronista para acompañar a Mauricio Macri, estaba todo bien si iba solo. Cuando se sacó la foto en Córdoba y allí estaba Hugo Moyano,  las cosas cambiaron. Del radicalismo conocemos su escasa voluntad de mezclarse con la dirigencia gremial. El denominado peronismo disidente que por multitud de razones enfrentó al kirchnerismo jamás lo hizo con el movimiento obrero que acompañaba al gobierno. Quizás esto sea lo que aun perdura del peronismo. ¡Y no es poca cosa!