Cuando Videla era un moderado para casi todos

Daniel Gutman

Patricia Derian, la ex secretaria de Derechos Humanos de los Estados Unidos que murió hace pocos días, visitó la Argentina por primera vez a fines de marzo de 1977, cuando el presidente Jimmy Carter ya había aplicado las primeras sanciones económicas a la dictadura debido a las violaciones a los derechos humanos. De todas maneras, el demócrata Carter había sucedido  apenas dos meses antes en la Casa Blanca a los republicanos –que habían apoyado al régimen argentino- y la verdadera naturaleza de la relación del nuevo gobierno con la Argentina todavía estaba por verse.

Patricia Derian1

Patricia Derian (1929-2016)

Derian estuvo en Buenos Aires cuatro días, en los que tuvo cerca de veinte reuniones con funcionarios, diplomáticos, periodistas, empresarios, sindicalistas y religiosos, quienes le recomendaron que Estados Unidos no comenzara una política de hostigamiento contra la Argentina. Uno de los que mejor lo expresó fue el Nuncio Apostólico, Pio Laghi: “Los militares –le explicó- saben que han obrado mal en cuestiones de derechos humanos y no necesitan que visitantes les señalen sus culpas. Eso sería como echar sal en las heridas”.

A su regreso a Washington, Derian escribió un informe de doce páginas en el cual dejó ver no sólo su preocupación sino también cierta perplejidad ante la situación argentina. En ese documento –uno de los más de 4700 que fueron desclasificados en 2002 por el Departamento de Estado-, la funcionaria escribió: “(Jorge Rafael) Videla es considerado un moderado por casi todos (…) Las personas con la que hablé me dijeron que simplemente no hay nadie más en el escenario que sea adecuado para conducir el país. Desaprueban al gobierno militar, pero no ven ninguna alternativa en este momento. Pero la intranquilidad crece. Y el número de desaparecidos continúa aumentando”.

Patricia Derian con Videla

Patricia Derian, Secretaria de Derechos Humanos de los Estados Unidos, se entrevista con el presidente de facto, Jorge Videla (1977)

Esa breve visita le alcanzó a Derian para darse cuenta de que la llamada “guerra antisubversiva” que se libraba en la Argentina no era una legítima defensa estatal frente a la agresión marxista –como pretendía la Junta-, ya que la mayoría de las víctimas eran insospechables de haberse involucrado en la lucha armada. “Pareciera que están yendo detrás de pensadores, profesores, escritores o personas con inclinaciones políticas que se atrevan a disentir, no importa qué tan modestamente, o que se piense que podrían estar en desacuerdo”, escribió Derian en su informe.

Derian se convirtió a partir de esa visita en la peor adversaria que tuvo la dictadura militar a nivel internacional. Y lo hizo a costa de duras peleas internas, por ejemplo con su superior, el entonces subsecretario de Asuntos Interamericanos –y futuro embajador en la Argentina- Terence Todman. Aunque el presidente Carter hizo rápidamente una dura autocrítica del rol de la Casa Blanca como impulsor de golpes de Estado en América Latina y cuestionó a la Junta Militar argentina, la realidad es que también en el gobierno de Estados Unidos la visión predominante era que el dictador tenía buenas intenciones y había que preservarlo. “Videla ejerce una influencia moderadora y probablemente ha frenado abusos a los derechos humanos más violentos y extendidos, por su relación con la Iglesia Católica, su capacidad para apaciguar a las facciones duras y su relativa apertura y sensibilidad hacia las críticas internacionales”, escribió en julio de 1977, por ejemplo, el encargado de negocios de Estados Unidos en Buenos Aires Maxwell Chaplin, quien había quedado transitoriamente a cargo de la embajada por la jubilación del embajador republicano, Robert Hill.

“Puedo entender los problemas con el terrorismo. Lo que no puedo entender es que un gobierno esconda la lista de detenidos”

Derian, en cambio, no tenía dudas de que la Junta Militar llevaba  adelante un plan criminal que no reparaba en reglas de ningún tipo. Así se lo dejó en claro, en la cara, a los principales jerarcas de la dictadura cuando visitó Buenos Aires por segunda vez, en agosto de 1977. “Yo puedo entender los problemas con el terrorismo que tiene Argentina. Lo que no puedo entender es que un gobierno esconda la lista de detenidos”, le reprochó al ministro del Interior, Albano Harguindeguy. Al día siguiente se reunió con el almirante Emilio Massera en la Escuela de Mecánica de la Armada y le dijo que sabía que estaban en uno de los peores centros clandestinos de detención y torturas del país.

Patricia Derian

Derian fue impulsora principal de las sanciones económicas del gobierno de Carter a la dictadura, que irritaron a la comunidad de negocios de Estados Unidos, molesta por perder oportunidades en uno de los principales mercados de América Latina. En agosto de 1978, luego de que el Departamento de Estado bloqueara un préstamo de 270 millones de dólares, solicitado por la compañía Allis Chalmers con el fin de participar en la construcción de la represa Yacyretá, el lobby empresario se hartó de Derian e hizo llegar sus quejas al Capitolio. Derian fue convocada entonces por la Cámara de Representantes, donde se le sugirió que había llegado el momento de que la Casa Blanca levantara los castigos a la Junta Militar. La funcionaria lo rechazó enfáticamente: “El gobierno argentino –dijo- continúa violando derechos humanos básicos: hay tortura sistemática de presos políticos y ejecuciones sumarias. El conjunto de evidencias acumuladas es tan grande que discutir sobre ellas es una pérdida de tiempo”. La Cancillería argentina calificó las declaraciones de Derian como “un insulto al pueblo argentino”.

En 1979 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos envió una misión investigadora a la Argentina que marcó un antes y un después en la represión: gracias a ella se cerraron casi todos los centros clandestinos de detención y el mundo definitivamente conoció la masacre que se estaba llevando en la Argentina. La gestión de Patricia Derian resultó decisiva para que esa visita pudiera realizarse, como lo reconoció el propio Videla al periodista Ceferino Reato, un par de años antes de morir. Derian, además, tuvo innumerables gestos de humanidad con los perseguidos por la dictadura argentina. Por ejemplo, cada vez que las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo volvían a Buenos Aires, luego de sus primeros viajes a Estados Unidos, enviaba un auto de la embajada de Estados Unidos a Ezeiza a buscarlas, lo que era una manera de advertirle a la Junta que no debía tocarlas.

Hacia el final de su gobierno, el presidente Carter intentó recomponer las relaciones con la dictadura argentina, golpeado por algunas noticias de la política internacional que hicieron recrudecer la Guerra Fría, como la invasión soviética a Afganistán. La secretaria de Derechos Humanos no estaba dispuesta a aceptarlo y renunció a su cargo. Cuando publicó la noticia, el 31 de mayo de 1980, el New York Times explicó: “Si Patt Derian fue identificada por una cuestión, ésa ha sido su constante y generalmente exitosa batalla para distanciar al gobierno de los Estados Unidos del régimen militar argentino. Esa pelea ahora parece perdida”.

Patricia Derian con Carter

Patricia Derian con el presidente James Carter cuyo gabinete integró