El momento de la verdad, falta aclarar algunas cuestiones de gobierno

Tiene razón Mónica Gutiérrez, en su nota para Infobae, al definir como un “aborto legal” la ley antidespidos. Sancionada, ya se sabe, será vetada inexorablemente por el Presidente de la Nación. La Casa Rosada busca no entorpecer el encuentro del Consejo del Salario del jueves 19.

Muchos ciudadanos, inquietos con estos aspectos del devenir político, se preguntan el porqué de tanto esfuerzo, idas y vueltas, discursos, puntos de vista distintos y enfrentados, amenazas, propuestas alternativas, reuniones nocturnas para llegar a esto. Ya se sabía que la ley no servía, que el empleo no depende de una ley, sino del proceso económico.

Si ese proceso no tiene dinámica propia, si no hay inversiones, si no se abren nuevas fábricas o nuevas alternativas empresarias, empleo no habrá. Es una cuestión que se viene arrastrando desde hace más de una década. Es una cifra correcta decir que en esos diez años que nos antecedieron el empleo público creció un sesenta por ciento. En ese porcentaje hay que incluir al Estado como salvataje frente a quienes no consiguen trabajo, provincias que no brindan más que un panorama de pobreza, y mucho más que favoritismos políticos de un poder populista y demagógico. Continuar leyendo

Un proyecto de ley y la realidad

Un despido laboral es infamante. La víctima se siente sola en el medio del mar y no encuentra nada para aferrarse. El desamparo del “echado” tiene efectos psicológicos y su vacío repercute en la familia y en la relación con el mundo. Todo se potencia en tiempos de crisis.

En los últimos meses el número de despidos ha crecido. Algunos fueron por decisiones presupuestarias, en el Estado, por ejemplo, y por búsqueda de racionalidad en la expulsión de gran cantidad de empleados “ñoquis”, que abundaban en las dependencias oficiales, designados especialmente en la primera o la segunda mitad del 2015. Otros cayeron víctimas injustamente. El propósito fue concluir con el oportunismo. Pero debe haber existido un cierto número de inocentes.

En el sector privado, las circunstancias son distintas. Desde hace tres años, desde la segunda Presidencia de Cristina Fernández, el empleo privado ha ido disminuyendo y desde mediados de 2014, se cerraron las puertas de los establecimientos. El único recurso al cual se aferraban los necesitados era el Estado. Continuar leyendo

Todo lo que falta hacer

Como bien dijo el político y ensayista Rodolfo Terragno, en un país no se pueden lograr profundos cambios sin un apoyo social contundente. El problema en la Argentina es que esa impronta, esa imprescindible toma de conciencia no se corresponde con una fractura o varias fracturas que el país carga desde hace mucho tiempo, ensanchadas durante los últimos doce años. Parecería imposible lograr el entendimiento, participar de un proyecto común con ese enredo. Los procesos políticos se alteran y hay que respetar el voto colectivo. Demasiados ciudadanos viven atados a añejos prejuicios, difíciles de desterrar, como si se hubieran enquistado definitivamente.

El actual cristinismo, más su antecesor, el kirchnerismo, parecen carecer de una valoración democrática. Les falta aceptar que los cambios pueden suceder, que otros pueden tener otras propuestas, que de pronto se deben ceder posiciones ante una realidad compleja, sin soluciones fáciles. Las redes sociales están cargadas de odio y desprecio al nuevo Gobierno. Sin tregua. Desde el primer momento fue rechazado y así, desde el inicio, muchos lo catalogaron de oligárquico, de derecha, reaccionario, dispuesto a vender el país, de despreciar a los trabajadores. Un encuadre endiosado. Fue para ellos un reflejo inmediato. Golpear, machacar, no entender, no mirar más allá.

Sumándose a ciertos grupos de la izquierda, en un enredo incomprensible, torpedearon la visita de Barack Obama. Están abrazados a una mística donde juegan de víctimas y los verdugos son los otros. Politizaron hasta el extremo los derechos humanos y el recuerdo. Así, en los años setenta, que son paradigmáticos para su mirada, hubo buenos, luchadores con mística de cambios y puros, y, del otro lado, los que estaban dispuestos a acabar con ellos. Y de esa plataforma no se bajan. Algo absolutamente maniqueo. Continuar leyendo

Un Parlamento que no se respeta

Si uno cree en la división de poderes, en la necesidad de un país racional, en la búsqueda de institucionalizar  y dar todo el empuje para alcanzar la vida republicana, el 1º de marzo no fue un buen día. En las horas del mediodía, cuando el Presidente de la nación hizo un balance contundente de lo que dejó la anterior gestión y comentó lo que se propone hacer, se evidenció una imagen trágica de la denigración social en la Argentina.

El griterío de los cristinistas, sus abucheos, sus insistentes silbidos, los carteles que exhibían, las interrupciones al discurso de apertura de sesiones del Congreso, inyectan una buena dosis de escepticismo para alcanzar los objetivos de un país como el que se merece la sociedad después de doce años de populismo. Y un desborde, con la total falta de respeto a la institución. Todo considerado por el ex ministro de Economía, Alex Kicillof, que sonreía mientras repercutían los gritos.

A esa incómoda protesta le siguió la respuesta de la barra oficialista, que, parada, vivó al “Sí, se puede”. Ni siquiera bastó que el presidente Mauricio Macri les dijera a los ex aplaudidores de Cristina Fernández: “Hay que respetar los resultados de las elecciones democráticas”, para que se callasen. Continuar leyendo

Francisco se mete en política

El Papa está en misión pastoral en un país difícil como México, que está dividido geográfica e institucionalmente  en dos Estados. No sólo eso. En una nación donde aparentemente funcionan los poderes supuestamente republicanas, pero impregnados de corrupción. En el amplio territorio del Norte, arriba del Distrito Federal, dominan los carteles de la droga. Mandan los sicarios de esos carteles y sus dueños. Ellos fijan la ley y dictan el orden.

El Papa trabajó intensamente y lo hizo con gran coraje en esa geografía de una violencia indescriptible. En ese hervidero, el Papa consoló pero también lanzó flechas de alto contenido político. Como representante de una grey multitudinaria, claro. En nombre de ella. Es el estilo de Francisco. También hizo política explícitamente un antecesor, Juan Pablo II, que mostró su lucha oculta a veces y muy explícita en otros momentos contra el comunismo en su país, Polonia, y en el resto de Europa del este. También actuó en política Pío XII desde 1939 hasta 1945, en momentos de guerra intensa en el continente, manteniendo el silencio en medio de masacres humanas. Prefirió no tomar partido. ¿Hizo bien, hizo mal? La historia no lo ha juzgado a como Pío XII se merece, pero en numerosos libros hay investigadores que lo apoyan y otros que lo lapidan con sus criticas.

Francisco se mete en política sin subterfugios, abiertamente. Es un Papa frontal, directo. No corresponde, pero lo hace en una instancia histórica, la actual, presionada por tensiones económicas, de desplazamientos humanos de uno a otro sitio del planeta, de dirigentes arbitrarios, de sordidez y corrupción.

Con respecto a su país de origen, la Argentina, el Papa trata de ser objetivo, pero termina no siéndolo. Recibe a quien quiere y no atiende a los que no le gustan, por distintas razones. Nunca ha renegado de su paso adolescente y adulto por el peronismo. En su momento, sin militar activamente como otros jesuitas, tenía contactos con el movimiento Guardia de Hierro.

Todos esos antecedentes pesan en el momento de tratar de entender algunos de sus gestos. Por ejemplo, antes del viaje a México le mandó un presente a Milagro Sala, encarcelada en Jujuy. Hace un tiempo no saludó a Mauricio Macri, el nuevo presidente de la Argentina, como es costumbre. A veces “tira onda”, como dirían los adolescentes de hoy, y otras muestra acciones explícitas.

Si es cierta su poca simpatía por Macri, a quien, según agendas oficiales recibirá en poco tiempo, es algo que sigue sin respuesta. ¿No hay contacto por ideologías políticas que no comparte o porque es divorciado, casado con una divorciada, con hijos de distintos matrimonios (un modelo de pareja bastante común en estos tiempos), o porque el Presidente se opone a ciertos preceptos morales de la Iglesia?

Sabiendo que está perfectamente informado de lo que pasa en la Argentina, el regalo para Milagro Sala encierra alto voltaje político. En primer lugar, gran consideración con esa dirigente detrás de las rejas, por órden judicial y oposición contra el poder enemigo de Sala.

Bien se sabe, Milagro Sala es una mujer que ha manejado fondos estatales a su antojo, que se ha erigido durante años como una fuerza de lucha paralela a la del Estado constitucional, que ha protegido a matones y ladrones de cámaras de periodistas, que mandó a patotear a sus opositores en las reuniones que ellos congregaban. Que impuso terror en los que la rechazaban en la provincia. Una señora que se ha manejado con criterio feudal y fascista, cuyo patrimonio ha crecido mucho e inexplicablemente. Un modelo de populismo extremo.

Por supuesto, el apresamiento de esta líder motivó la movilización de varias entidades sociales que vivaron durante años a Cristina Fernández porque recibían subsidios. Más la presencia del infaltable Partido Comunista, a quien le encanta el populismo.

Acamparon en Plaza de Mayo, un sitio público, y ofrecen barreras humanas para que no se desplacen automóviles y medios de transporte. Un desbarajuste para el nuevo Gobierno, que lleva dos meses y un poquito más de gestión, que se irrita pero que por el momento se abstiene de intervenir hasta que el límite sea rebalsado.

Se debe tener presente que Milagro Sala está en manos de la Justicia, en su provincia, y no por decisión de la gobernación jujeña o de otro poder político . Es la Justicia quien decide qué hacer con ella, teniendo en cuenta los cargos pesados que la mantienen donde ahora está.

Dejar las cosas en claro

A partir de unas afirmaciones del ministro porteño Darío Lopérfido sobre la cantidad de víctimas de la Dictadura Militar se levantó una gran polvareda. Fue dicha como al pasar, irresponsablemente. Por lo que se necesita una revisión del pasado para que nadie se sienta defraudado.

En el comienzo aparece Raphael Lemkin, jurista polaco que encontró refugio en los Estados Unidos a fines de la década del treinta. Eran los momentos en que comenzaba la gran tragedia que envolvió a Europa en una montaña de muertos. La Segunda Guerra Mundial se convirtió en un monumento a la infelicidad y a la destrucción y a la presencia de la perversión y la maldad de los hombres

Basado en la masacre de los armenios entre 1914 y 1915, Lemkin propuso la utilización del calificativo “genocidio” para explicar el exterminio decidido y alevoso de un millón de personas.

Curiosamente, ese término no fue usado en el Tribunal de Nüremberg que juzgó a los manipuladores del nazismo. Recién tomó vida cuando formó parte del léxico de las Naciones Unidas, cuando se refirió a otros asesinatos masivos a los cuales nos acostumbró sin cesar el siglo XX.

Con los años el “genocidio” adoptó nuevas formas y fue más abarcativo. Hubo genocidios raciales (Ruanda) religiosos y geográficos (Yugoslavia), económicos (las hambrunas masivas y persistentes). ¿ Que decir de la actualidad ? Muchos no han sido juzgados, otros si. En Siria, en el enfrentamiento de grupos armados opositores contra el gobierno ya se llevó 250.000 muertos. Un dilema del cual nadie quiere asumir el papel de victimario. En Guatemala se intentó juzgar a militares , los que participaron en el aplastamiento de rebeliones de indígenas revolucionarios en la década del 70 y 80. Se habló de más de 200.00o víctimas. En toda América Latina, en los tiempos difíciles del 70, partidarios del cambio de sistema, por la fuerza de las armas, fueron apresados o perecieron o pasaron años en las cárceles.

En la Argentina, ya se sabe, dirigentes de Montoneros y del ERP en el exterior y en los círculos de exiliados confirmaron la muerte de 30.000 desaparecidos. Con los años el número quedó grabado en la mente de los argentinos. Aquello fue un “genocidio” político. Los militares que torturaron y mataron alevosamente dicen que
los hicieron para “salvar a la patria”. Los guerrilleros hablaron de jóvenes que luchaban por un mundo mejor, que no había otro camino que la violencia armada, cueste lo que cueste. Como una odisea armada aunque romántica. Todo dejó una secuela de muerte, de terror despavorido, de injusticia, de disgregación.

Especialmente el kirchnerismo y luego el cristinismo se encargaron de glorificar a “aquella juventud maravillosa”. Pero con los años se conocieron críticas de unos contra otros. Importantes investigaciones periodísticas también ayudaron a tomar conciencia. Muchos ex guerrilleros se arrepintieron del dolor causado, trataron de describir a qué apostaban, por qué jugaban con sus vidas dado el poderío de las Fuerzas Armadas. Unos pocos produjeron unas autocríticas dignas de conocer. No hubo una profunda autocrítica militar, del mismo modo que lo hicieron algunos de la vereda de enfrente.

Y también se juzgó como no realista la dramática cifra de 30.000 los desaparecidos. La CONADEP, que trabajó arduamente en la investigación de aquel desastre para el ”Nunca Más”, llegó a documentar 9 mil las personas desaparecidas.

Para algunos no es un dato menor. Nueve mil o treinta mil, sigue siendo un genocidio que todavía no ha drenado. A tal punto que muchos, en la actualidad, siguen identificándose con aquellos que creyeron en las armas como método de lucha. El gobierno kirchnerista se refirió a ellos como redentores y a todos los militares como “asesinos”

En un diálogo periodístico, Lopérfido volvió a repetir que las cifras de desaparecidos no era la que se difundieron a partir de los años 70. Inmediatamente el macrismo le tapó la boca con una frase: “El Gobierno nacional no comparte los dichos de Lopérfido”. Graciela Fernández Meijide, una luchadora histórica de los Derechos Humanos, consideró: “No se puede hablar con tanta ligereza de la tragedia que nos ocurrió”.

Este incidente debería servir para reflexionar sobre el pasado argentino que está tapado, que no llegó a drenar los suficiente, que el dolor lo siguen sintiendo las familias de las víctimas civiles, guerrilleras o militares.

Cuando Tzvetan Todorov, uno de los más grandes pensadores de la actualidad, visitó Buenos Aires para dictar algunas conferencias, lo llevaron a visitar los lugares que homenajean a los desaparecidos. Dijo: “Todo muy bien, pero aquí faltan los nombres de las otras víctimas, las que dejó la guerrilla”.

Sería bueno empezar a dejar las cosas en claro.

Empecinamiento en la AFSCA

Llegó la orden de desalojo del AFSCA (Autoridad Federal de Servicios  de Comunicación Audiovisual) y Martín Sabbatella, su titular, tuvo que sacar todos sus petates y ordenar a sus seguidores  que cubren allí gran parte de los cargos que acaten la decisión presidencial.

Nunca se aclaró el porqué del empecinado atrincheramiento del ex-intendente de Morón, exbravo-militante de izquierdas, elogiado por The New York Times como un funcionario probo que no tenía manchada las manos de negociados oprobiosos. Aquello fue en la década del 90, comienzos de los años 2000. Lo recibían en muchas partes como un modelo, como el intendente ideal. Lo alentaban y aplaudían donde fuere.

Decía entonces que odiaba a otros  numerosos  intendentes, con los que no podía convivir  (Hugo Curto por históricamente sospechoso, Raúl Othacehé por su pasado fascista y otros porque se casaron con la Dictadura). Hizo del recuerdo de las víctimas de los año de fuego una de sus principales banderas. Después aspiró a expandir su movimiento político amasado día a día, a la provincia de Buenos Aires, anhelando la gobernación y cuestionando a Daniel Scioli. Continuar leyendo

Los amigos que he perdido

Vengo perdiendo desde hace 12 años amigos con los cuales compartí las luchas universitarias o la vida social o la hermandad de pensamiento o las vacaciones con nuestros hijos o sin ellos; amigos con los que saboreábamos una buena película o una buena obra de teatro, cenábamos, celebrábamos acontecimientos familiares e intercambiábamos ideas, compartíamos libros…

He dejado de ver a parientes cercanos o lejanos. No soportaban mis críticas a un sistema represivo, intolerante y autoritario. No querían escuchar las mentiras, los ocultamientos, el derroche y la eterna corrupción. Continuar leyendo

Previa caliente

El debate de esta noche es la primera experiencia argentina de este tipo de confrontaciones visibles, cara a cara. ¿Pero son instancias decisivas para ganar las elecciones a partir de un debate? La respuesta es —según la experiencia internacional— que no influyen en el resultado final, salvo detalles imprevisibles, inmanejables. Es decir, todo depende de la inteligencia política de cada uno de los que participan.

Hay antecedentes muy  importantes en la historia de los debates. A fines de la década del cincuenta, en plena lucha por el poder (que era entonces el poder mundial), el demócrata John Fitzgerald Kennedy salió triunfante del debate con el republicano Richard Nixon.

En medio de una televisión en blanco y negro (todavía se estaba experimentando tecnológicamente la que vendría después), Nixon mostró dudas y lentitud en las respuestas. Pero lo que más lo perjudicó es que comenzó a traspirar abundantemente y las cámaras lo enfocaron cuando se secaba la frente. Y, por último, un detalle estético. Kennedy estaba bien parado, tenía un porte ganador, seguro, sonreía (aunque no con ironía). Estaba exultante. Colofón: Kennedy fue el que llegó a la Casa Blanca. Pese a que en Estados Unidos el voto no es obligatorio; sólo el 50% de la población tiene deseos de entrar al cuarto oscuro. Continuar leyendo

Sanar la economía y recuperar el diálogo

Hasta mediados de esta semana algunos encuestadores mostraban como valederas las cifras que se vienen presentando: Daniel Scioli gana la Presidencia en primera vuelta. Algunos pocos profesionales responsables no querían arriesgarse, porque podía haber cambios y prometían que el viernes sería el día definitivo para presentar los últimos números a los que llegarán. El Gobierno instaló la victoria indiscutida de Scioli. Habrá que ver. El día que cantan las urnas es el que trae la única verdad.

En esta elección, como en otras de tiempos anteriores, la pasión y la certeza del voto no están presentes. Es posible que impere la fatiga de la publicidad política, el cansancio de tantas exigencias electorales a lo largo de este año o un ya viejo convencimiento sobre a quién respaldar en la elección, o que reine un desconcierto tal que los analistas de los sondeos de opinión temen carecer de certezas.

Estos analistas han tenido varios equívocos y desaciertos en el pasado. Entre tantos hechos vertiginosos, no previeron que María Eugenia Vidal captaría tanto apoyo en las PASO en la provincia de Buenos Aires, lo que mostró entonces que el oficialismo no tiene todas las cartas a su favor. Continuar leyendo