El caso Nisman en veremos

Que algunos funcionarios del Gobierno están empeñados en embarrar la cancha y demorar o postergar o archivar la “causa Nisman” es un hecho. Desde el punto de vista de la comunicación, esa actitud siembra más sospechas, porque no tienen la perspicacia de facilitar las cosas. Impiden develar de una vez por todas esa muerte que es una tragedia, un magnicidio.

Sorprendió -a muchos no- que Aníbal Fernández, jefe de Gabinete, una persona de pensamientos rápidos y buenos reflejos para las respuestas a los interrogantes periodísticos, haya definido al fallecido fiscal como “un sirvengüenza que salía con minas y pagaba a ñoquis” en su oficina. Y luego lo haya acusado de “malversación de fondos” porque no tuvo tapujos en “usar dinero del Estado “. La pregunta es si el Jefe de Gabinete tiene acceso a las actuaciones judiciales, lo cual es una ruptura del secreto del sumario. Y, además, si esas diligencias judiciales están más empeñadas en trazar el modo de vida de Nisman -siempre y cuando fuera cierto lo que se dijo- y no las razones de su suicidio, aniquilación inducida u homicidio.

Pero por otra parte ¿importa si Nisman salía con lindas modelos o participaba de una misma cuenta con su asesor en computación? Lo único que interesa es por qué ese tiro pocas horas antes de presentar su denuncia que incriminaba a Cristina Fernández. Y quién dio la orden. O por qué Nisman se derrumbó para suicidarse.

Por supuesto que desde el Gobierno, como es su costumbre ya histórica, se cuestiona al periodismo como causante de estas desviaciones. Pero lo único cierto es que los periodistas indagan donde pueden y tratan de encontrar la mayor cantidad de indicios de una trama siniestra.El que los usa sin límites ni moral es un practicante del oficio “amarillo” , ese que no le importa usar bajezas con tal de ganar lectores. Que los hay, los hay. Pero no hace a la cuestión que estamos tratando, que es correr el telón e iluminar la escena de la muerte y comprobar si hubo o no un asesino y, esencialmente, por qué y quién lo envió.

Hasta ahora sabemos que las pericias de los peritos que convocó la ex mujer de Nisman no coinciden, en absoluto, con los colegas que trabajaron para la fiscal Fein, la encargada de elevar las actuaciones a la jueza de este resonado y trágico episodio de la vida argentina. Pero junto con ello aparecieron fotos íntimas, sospechas desaforadas e inauditas y hasta acusaciones de prácticas homosexuales en boca de un innombrable parlamentario. Los hechos se tradujeron en una gran tirantez entre las fiscales.

El gran desafío es que este magnicidio no se diluya, no quede abandonado en un rincón, por algún u otro interés o por desidia de la Justicia.

La muerte de Nisman no queda en soledad. Se suma al atentado a la Embajada de Israel y a la Mutual AMIA. Esos actos criminales destruyeron la vida de bastante más de 29 ciudadanos en la Embajada y 85 en la AMIA. Y esas destrucciones no son sólo un problema serio para la comunidad judía sino para toda la República. Nos ha pegado en el corazón de todos y, pasados los años, seguimos sin saber ni los nombres ni los rostros de los asesinos. Ni las causas. Ni los mandantes de los criminales. Por lo que no hay castigo. Esas muertes han sido impunes. ¿Cómo se puede dimensionar la frustración colectiva? ¿ A qué lleva la frustración sino a la impotencia y a la depresión?

Quizás eso es lo que ha llevado al filósofo Santiago Kovadloff a reflexionar en público diciendo que Nisman, que ya no está sobre la Tierra, sigue vivo. Como siguen vivos los que sufrieron las consecuencias de los explosivos en la Embajada y en la AMIA. Siguen reclamando justicia.

Está claro que el Gobierno nacional no puede desatenderse de estas realidades. Mucho se ha cuestionado que la Presidenta no haya enviado sus condolencias oportunamente, cuando podía y debía hacerlo de acuerdo a los parámetros de la convivencia en sociedad. Y también la crítica se eleva con las denostaciones -sin prueba contundente, por ahora- de funcionarios como Aníbal Feránadez, que se están equivocando porque, en su momento, vieron a Nisman como un atacante de la sobrevivencia del oficialismo.

En el exterior las preocupaciones sobre el caso son crecientes, en relación paralela a la caída de la imagen de la Argentina. Estados Unidos propuso enviar un experto, pero fue rechazado. El ministro de Agricultura de Israel, Yair Shamir, en un reciente acto en la embajada de su país en Buenos Aires, afirmó sin dudas que los asesinos fueron financiados por Irán. Y con respecto a Nisman acotó: “Pagó con su vida el intento de llegar a la verdad”.

La muerte de Nisman, un caso que desespera

La muerte del fiscal Nisman amenaza con más graves vendavales políticos. De todo tipo y con varias implicancias.

Por un lado la oposición se aferra a la tesis desarrollada por la jueza Sandra Arroyo Salgado: Nisman fue asesinado. Por el otro lado el gobierno trata de defenderse de manera rotunda y agresiva.

Se inventa, con facilidad e irresponsabilidad, la ingesta excesiva de alcohol, un difamador parlamentario no tuvo vergüenza en sugerir un desenlace por homosexualidad, las autoridades publican un comunicado de toda una página en los diarios sugiriendo planteos golpistas. Toda una cadena de aseveraciones duras, pocas veces escuchadas o vistas en el país.. Se suma otra decena de excusas desde el más alto poder político (aunque manifestado de manera informal) que consiste en decir que Nismam se “suicidó” porque su acusación de un pacto secreto con Irán, cuya responsable era la Presidenta junto con el canciller, consistía en un “invento”. que el muerto no podía sostener por demasiado tiempo. Continuar leyendo

La decisión de Rafecas y la “nueva” Inteligencia

La decisión del juez Daniel Rafecas de desestimar la denuncia o el proyecto de denuncia contra la Presidente y otros altos funcionarios por parte del fallecido fiscal Alberto Nisman tiene una enorme trascendencia y levantará polvareda por muchos días. Digo días porque las noticias se suceden con tal rapidez en la Argentina que sus efectos duran poco, ni siquiera perduran en la memoria de la sociedad.

La primera pregunta que surge es el tiempo que le llevó a Rafecas estudiar la presentación de Nisman. Lo hizo con la rapidez del rayo. Porque llegó de vacaciones hace muy pocos días. ¿En esas pocas horas pudo evaluar un emprendimiento judicial que le llevó años pergeñar a Nisman? ¿O acaso fue pre-estudiado y masticado en plenas vacaciones? ¿O pesaron otras razones que desconocemos? Rafecas no quedará solo en su valoración. Son varios, aunque no muchos, los juristas que no le dieron validez a la plataforma acusatoria de Nisman. Continuar leyendo

Periodistas en la tormenta

Los periodistas somos hojas al viento. Con unos años de profesión es casi una certeza y no una adivinanza. Son también objeto de sospechas cuando se trata de dramas nacionales. Mucho más en un Gobierno que considera que en el caso Nisman los medios se subieron a caballo de un clima de agitación en contra del poder constituido. Una tesis sustentada por algunos programas de televisión, como 6-7-8-, que se encargaron de soplar más las velas de los infundios.

Como se difundió, la magistrada que investiga la muerte del fiscal Nisman procuró allanar el domicilio (equivocado) del periodista de Infobae, Laureano Pérez Izquierdo, pero considerándolo un empleado de radio Mitre. Los que lo conocemos y tratamos, sabemos que Laureano es más conocido por su nombre de infancia familiar, Toti, que por sus señas de identidad. Le tengo mucha estima, lo considero un profesional de valía, responsable, maduro, serio cuando se requiere, y comprometido con su medio. No tiene el estilo de ir corriendo detrás de las luminarias. Opta por el bajo perfil y por los silencios, en caso de ser necesario.

¿Por qué intentaron allanarle su casa? Simplemente porque recibió, según declaró uno de los custodios temporarios de Nisman, horas antes del fin de la vida del fiscal, un “sobre marrón”. Toti, que al día siguiente se presentó ante la magistrada para declarar sin tapujos, confirmó la recepción pero aseguró que tiró su contenido. No le servía, no era un material trascendente, no resultaba útil. Eso bien lo sabe un editor, aunque a veces se cometen errores.

Sospechar de los periodistas es equivocar el blanco. Cualquier editor de medios de mucha audiencia recibe en las redacciones o en los domicilios particulares centenares de sobres de todas las características posibles. Gacetillas, envíos de folletos y libros, sugerencia de los lectores, material confidencial de las fuentes que cada uno ha podido armar, como una red, a través de un trabajo profesional responsable. Sí, las fuentes que nos proveen información también nos mandan sobres. Muchas veces abundantes. Es cotidiano y, confesión aparte, bastante tedioso este tema de los sobres donde muchos no tienen importancia. Además por la compulsión del trabajo resulta casi imposible leer todo lo que se recibe.

Toti nunca negó que Nisman en persona era, para él, una de las fuentes informativas en la investigación del atentado a la AMIA y en todo lo referente al Memorándum de Entendimiento (extemporáneo) entre Argentina e Irán. Debo decirlo: media docena de periodistas de distintos medios me han comentado que tenían una relación directa, telefónica, personal, por mail o por correo habitual, semanal (y a veces diaria, cuando se requería) con el fiscal Alberto Nisman, un magistrado que no mostraba cartas ocultas. Este tipo de relaciones es más que habitual en el trabajo profesional en el que participamos. De lo contrario no habría ni información ni primicias. Dejo a un lado, porque es tema de debates, los métodos que a veces se utilizan para conseguir la noticia, esa medalla al mérito que todo periodista desea obtener en donde trabaja.

Ante un drama de la dimensión de la muerte de Nisman, haya o no haya sido suicidio, sospechar de los periodistas en la investigación sobre las causas y dilemas de la tragedia no lleva a buen puerto. Salvo que ellos, voluntariamente, presenten pruebas que ayuden a la justifica. En todas las situaciones donde el poder político es acorralado, como en este caso, se lanzan al aire versiones confabulatorias (la mayoría de las veces paranoicas por la falta de certezas) sobre los medios y los que integramos sus redacciones.

A Carl Bernstein y Bob Woodward, periodistas de The Washington Post, le llovieron desde 1972 todo tipo de acusaciones y amenazas en medio de la investigación del “Watergate”. Eran socorridos informativamente por distintas fuentes que los guiaban hacia el objetivo principal, pero especialmente por encuentros en la oscuridad de los garages con “Garganta Profunda”, funcionario gubernamental, quien recién se dio a conocer antes de su muerte, hace poco tiempo. La suma de datos y pruebas forzaron la dimisión de presidente Richard Nixon, jefe de Estado de la principal potencia del mundo, por ocultar informaciones claves. El trabajo periodístico se había iniciado dos años antes.

El affaire Nisman

Conmoción, bronca, impotencia, miedo. Esta es la descripción de lo que siente una parte importante de la sociedad argentina, no sólo la que está politizada, también la que sigue paso a paso el ritmo cardíaco del país.

Es una sensación extraña, que se siente en la boca del estómago: en la Argentina puede pasar cualquier cosa. Más: cualquier cosa que ocurra no debería sorprender, ni aterrar. Es como vivir en un estado de imprevisibilidad total. Se parece mucho a las sensaciones de los que viven en medio de una guerra donde se les prometió el triunfo pero avanza la derrota, kilómetro a kilómetro, inexorablemente.

Hay demasiadas situaciones extrañas en torno a la muerte del fiscal Nisman. Las autoridades se apuraron en calificar su fallecimiento como un suicidio. Pero muchísimos no creen lo que se les dice, quizás por veteranía de haber vivido otros hechos o por relacionar esta muerte con otras no muy lejanas. Conviene preguntarse ¿por qué será así? Por desconfianza mayúscula. Sin duda por sentirse engañados infinidad de veces. Algunos porque suponen que Nisman fue una víctima en una guerra entre bandas. Otros porque con su denuncia se jugaban demasiados intereses.

¿Es todo tan claro? Suponiendo que Nisman se hubiera presentado ante el Parlamento ese lunes, los legisladores oficialistas estaban preparados para desnaturalizar sus acusaciones. Es posible que lo hubieran frenado, porque el oficialismo es mayoría en ese ámbito. Pero no podían haber tapado el escándalo. Si Nisman presentaba pruebas incontrastables sobre los lados espurios del acuerdo con Irán, sin duda no era un ocultamiento más por parte del Gobierno sino que repercutiría en demasía en un mundo alterado ya por la crisis económica y las locuras asesinas de los yidahistas. Un mundo que sabe acerca del autoritarismo del cristinismo, de sus mentiras estadísticas, de su abuso de impunidad, de la ruptura del respeto al equilibrio de poderes, de las acusaciones de corrupción, de su lamentable política exterior. Habrían sido obscuras las repercusiones en el mundo real, más allá de nuestras fronteras, muchisimo más que en la Argentina.

Suponiendo que hubieran sido ciertas las pruebas de Nisman, ¿qué demostrarían? Que el Gobierno vulneró las actitudes de Washington y de Israel de acusaciones contra las responsabilidades de Irán en la bajada de línea ideológica en el atentado fatal contra la sede de la AMIA. Ni la CIA ni el Mossad son poca cosa, sus conclusiones pesan en el planeta sobremanera. Quizás no actuaron los iraníes directamente en aquella matanza sino grupos que dependen ideológica, estratégica y económicamente de ellos. En síntesis , si las pruebas lo gritaban sería la confirmación de negocios del Gobierno y como contrapartida ocultamiento y dispensas de persecución a través de Interpol de los responsables.

Veremos cómo se encamina la aclaración sobre la muerte de Nisman, cómo y de qué manera se corre el telón y qué sucede con las pruebas. Con Nisman trabajaba mucha gente. No había una sola copia de sus CD y sus documentos. Muchos estaban enterados del capital informativo del fiscal. Se espera que estén en resguardo, por temor a ciertas requisas o a ciertas maldades, entorpeciendo el sentido de las investigaciones. Hay que cuidar, pase lo que pase, al equipo que secundaba a Nisman.

El Club Político Argentino, entidad de la que formo parte, en un comunicado ha pedido medidas claras, de especial estrategia para llegar a la verdad: que la comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados convoque a los principales colaboradores de Nisman en sesión secreta para conocer los fundamentos probatorios . Y que la Procuración General garantice el mantenimiento incólume del equipo de trabajo de la fiscalía y la protección de las personas que lo conforman. Reclama el Club que se nombre, en reemplazo de Nisman, un fiscal que sea garantía de independencia, de búsqueda imparcial de la verdad.

Después de todo quedan muchas anécdotas y evidencias. La Presidente de la Nación no usó papel membretado de la Casa de Gobierno para ofrecer su punto de vista frente al suceso. Recurrió a Facebook, a una red social, con lo cual minimizó y bastardeó la principal voz del oficialismo. Lo lamentable, además, fue que dio rienda suelta a suspicacias y rumores preguntándose por acciones y reacciones del fiscal en su vuelta presurosa a Buenos Aires. Acometió, además, contra la libertad de expresión, acusando al Grupo Clarín de haber creado un ” clima ” adverso al Gobierno. Horas después habló de que “se desvía, se miente, se tapa, se confunde”. De acusada y arrinconada pasó a acusadora.