La desigualdad que hiere al mundo

Haber concedido un premio Nobel de Economía a un especialista de la Universidad de Princeton, en los Estados Unidos, lleno de inquietudes acerca de la pobreza y la desigualdad, tuvo un objetivo muy claro. En primer lugar, el hombre: se trata de Angus Stewart Deaton, escocés, de 70 años de edad, con nacionalidad inglesa y norteamericana. El galardón le fue entregado por sus análisis del consumo, la pobreza y el bienestar.

Muchos creían desde hace meses que el merecedor del premio sería Thomas Piketty, autor de El Capital y otras obras relacionadas con la desigualdad en el mundo. Apostaron mal. En la Academia Sueca pensaban distinto.

En segundo término: la preocupación de la Academia por el tema. Suecia viene sufriendo virajes importantes en su estructura social; ha aumentado la violencia, tanto los índices de desamparo como de crímenes se elevaron, en un país que fuera paradigma del Estado de bienestar hasta 1980 y que hizo de la neutralidad su bandera de Gobierno. Hay crisis seria en Suecia que mostró sus dientes con la oposición del poder político a la entrada de los refugiados de Siria y Afganistán.

Es una contradicción con el pasado o los tiempos han cambiado radicalmente. El pasado no muy lejano demuestra que Suecia acogió a los exiliados políticos del mundo. Recibió, por ejemplo, con los brazos abiertos a los que escaparon de la represión de Augusto Pinochet tras el golpe de Estado y el suicidio de Salvador Allende. También lo hizo con otros perseguidos de otros rincones del mundo y con los argentinos que buscaron protección en la década del setenta. Continuar leyendo

La transformación de Argentina en el Far West

Se ha dicho, y con razón, que la radio y la televisión tienen un impacto emocional e ideológico más importante, más duradero, más “estomacal” y “ cardíaco” que otros medios de comunicación. La prensa escrita lleva a la reflexión, es de digestión más lenta. Parecen verdades de perogrullo para los especialistas, pero no lo son para la mayoría de la población: gran parte de ella siguiendo los avatares del día por televisión.

De pronto, en medio de un clima de violencia, de crítica constante a los rígidos parámetros de la Justicia que no actúa como uno realmente quisiera, con la presión constante de la inflación, la incertidumbre, la afligente inseguridad, el maltrato, lasdificultades de todo tipo en un país donde la realidad no facilita vivir en el paraíso, un ladrón filmado en plena acción y con abuso de armas, acorralando a un turista. se convierte en luminaria televisiva. Es lo que ha sucedido en un canal, en la tarde del martes 23 de septiembre.

Nadie es dueño de la moral y las buenas costumbres. Pero la sociedad ha recibido de herencia un concepto de moral lo que debe ser el respeto civilizado.  Tampoco nadie se anima a guardar la conciencia absolutamente limpia en una cajita en la mesita de luz del dormitorio. Pero hay límites. Que son muy precisos. Es inmoral, es una locura que el delincuente, con otras entradas en oficinas policiales, transportador de drogas y otras delicadezas, es entrevistado y dice que todo lo que hizo fue para congraciarse con su hijo, que cumplía años. Además acusó al agredido extranjero de querer promocionarse. Permitir que el delincuente haya dicho eso sin una dura respuesta de quien lo entrevistaba es convertirse en cómplice de una maldad. Y darle la oportunidad a otros ladrones para ser convocados, como estrellas, a otros programas televisivos. ¿Por qué no?

¿Qué muestra toda esta historia? Que Argentina es el Far West, que hay un vacío institucional de gran envergadura. que se ha roto la cadena de la impunidad y por lo tanto puede pasar cualquier cosa sin castigo. Tampoco hay una frontera bien trazada entre lo que es bueno y lo que es malo. Todos van a robar de ahora en más y de manera salvaje haciéndose el “Conde Montecristo”, para dar de comer a su familia. Pero todavía no hay casas de robo de pan. No. Se roba y se mata, por cosas de valor mínimas o máximas. Y sin miramientos. Robo motorizado con  drogas excitantes.

Demuestra, además, el alto grado de denigración de la sociedad. De los valores, de la convivencia, de la naturaleza humana.