Un Parlamento en el que se ve hasta lo imposible

El Parlamento Nacional no es ningún ejemplo de cordura, de sentido común ni de amplitud de criterio. La violencia de afuera, la del abismo o la grieta de la sociedad, como se quiera llamar, ingresó por las puertas grandes del recinto y trajo enfrentamientos de intenso ardor polémico. Algunos más intensos que otros, más recordables, que quedarán para la historia, si es que alguien está llevando la crónica del pasado de la incontención verbal en ese ámbito en los últimos años. Que pone en peligro la dignidad de ese centro, tan importante como cualquier otro en la histórica división de poderes.

Ese Parlamento ha presenciado de todo. Incuso aquello que parecía imposible. Como aprobar en pocas horas una montaña de proyectos de ley, sabiendo que ningún legislador pudo haber estudiado seriamente los textos como lo exige la seriedad institucional. O respaldar proyectos que pedía sin tapujos el Poder Ejecutivo, cumpliendo con el principio tan mayoritario en el peronismo, que se hace sin chistar con lo que quiere el Jefe o la Jefa, habitantes de la Casa Rosada. No hablemos de diálogos civilizados entre adversarios políticos. No hablemos de actitudes que no son más que hipócritas. No hablemos de las bandas de aplaudidores, extraños al ámbito, invitados por el oficialismo a los pisos altos que insultan a gusto y placer a los opositores, sin que intervengan las autoridades. Continuar leyendo

Los votos ciegos

En 1995 Carlos Saúl Menem fue reelecto como presidente de la nación. Desde que llegó al poder, fue corrido con las denuncias de corrupción, favoritismo y mal desempeño de algunos funcionarios. Todavía hoy pesan sobre él juicios pendientes en los que, ya anciano y enfermo, tiene que rendir cuentas, aunque de sus gabinetes pocos enfrentaron castigos tribunalicios. Quedó en claro entonces que las acusaciones bien fundadas no importaban. Lo trascendente era el buen vivir, el consumo, la ficción de la convertibilidad, ese sueño idílico del un peso igual a un dólar que dio chances para viajar, comprar y soñar, pero sin sustentación en la realidad.

Los empresarios habían ganado mucho con las privatizaciones. El campo se estaba tecnificando. No se podía explicar que aquello era una ficción, que todo dependía de la entrada de dólares y, si llegaban a faltar, la convertibilidad se caía, se rompía a pedazos.

Un grupo pequeño de economistas y algún que otro periodista señalaban el peligro que se avecinaba. Esas sombras atemorizantes aparecieron con el tequilazo mexicano en 1995 y el retiro de inversiones en toda América Latina, incluyendo a la Argentina. Los dólares se esfumaron y la convertibilidad comenzó a pisar terreno resbaladizo, con aceleración. Continuar leyendo

En qué está la oposición

Los expertos en opinión pública confirman que el 50 por ciento de los que van a votar a fin de año el cambio presidencial están flotando en las nubes. Me refiero a su condición ciudadana, a que no muestran actividad que implicaría decisión o pasión política, adhesión a determinados principios y lealtad al mejor candidato entre ellos. Todo lo que huela a política no les interesa.

Si aquellos que, movilizados por situaciones acuciantes (la muerte de Nisman, los desatinos del oficialismo y de la Presidente en particular), creen que todo el mundo, al unísono, desafía la desmesura gubernamental, se equivocan. Los que van a participar en la marcha del 18, los que siguen atentos las informaciones, los que están comprometidos con el destino nacional, no son pocos, pero tampoco son muchos, tampoco son todos. Una parte de la población ha quedado al margen. Sólo la mirará por televisión. Los entusiasmos de antaño han mermado. Continuar leyendo