Una osadía

La Argentina y sus dirigentes no dejan pasar un solo día sin sorprendernos. El jefe de Gobierno de la Ciudad le otorgó el Premio como “Personalidad de la Cultura” a Marcelo Tinelli, figura pública muy conocida. Mauricio Macri aclaró: “Es un premio a su esfuerzo y al lugar que se ganó en el corazón de millones de argentinos tras muchos años de trabajo y dedicación”.

El pedido del premio fue presentado por Oscar Moscariello, que es legislador por el PRO y al mismo tiempo vicepresidente del Club Boca Juniors. No, no se equivocaron de medalla. Seguramente Tinelli merece muchos premios. Por ejemplo: las empresas de medios audiovisuales deberían premiarlo por la alta capacidad de atracción de público y de obtención de ráting. En cierta oportunidad tuvo el 60 por ciento del encendido televisivo. Podrían premiarlo por su capacidad de hombre bueno que ayuda al deporte y nunca se olvida de colaborar con la gente de su pueblo de nacimiento.

¿Pero premio a la cultura? ¿Sabrán lo que es la cultura? Cultura es la capacidad de incorporar conocimientos para entender la historia de la humanidad, para realizar las investigaciones científicas, para lograr los adelantos tecnológicos, para generar sensibilidad en la gente frente al teatro, el cine, la literatura. Para construir una sociedad mejor, donde tape su costado salvaje, sus descuidos, su ignorancia. La cultura ayuda al compromiso, al entendimiento, al diálogo. Y, fundamentalmente, ayuda al cambio, imprescindible en estos momentos en la Argentina donde hay que dar vuelta la media por completo para soñar un país mejor, con la mejor explotación de sus activos naturales y una administración de gobierno que no limite, ni impida, ni denigre al prójimo y se ocupe con corrección en los menejos de los dineros estatales. Necesitamos, como escribían los estudiantes rebeldes de 1968 en Europa, ” la imaginación al poder”. Imaginar que tendremos esperanzas en que todo va a cambiar. Que saldremos de un callejón triste y gris de recesión, inflación, inseguridad y desempleo.

Marcelo Tinelli ha basado esa adhesión popular porque sus programas son la exégesis de cierto humor argentino de burlarse del otro. Tiene parecido a las bromas de las barras de adolescentes en los barrios porteños. Todo conversado a los gritos. Por llevar personas con defectos físicos dispuestas a demostrar que son tan poderosas o bellas como las normales. Mujeres que exhiben las bondades de sus físicos sin otra intención que ampliar la imaginación sensual del espectador. Todo en un solo combo. ¿Es esto cultura? ¿Así la ven los dirigentes? ¿Programas chabacanos, inverosímiles, pueriles, aplanados para la inteligencia? Se dirá: esto es lo que le gusta a la gente. La diversión después del trabajo, la distensión en familia. Nada de Borges, ninguna historia de Leloir, ni por asomo escuchar a Mario Bunge razonar sobre nuestra sociedad, nada de los mejores escritores argentinos, o recordar a Ginastera o a las nuevas figuras que asoman en el panorama de la música clásica. Nada esfuerzo, todo debe ser laxitud.

No, no es necesario poner al encargado del archivo de Alejandría -centro de la cultura del mundo en la antigüedad- a cargo de programas de televisión. Eso no sería televisión. Sería una cadena de aburrimientos. Pero ¿qué cuesta levantar la puntería de esta programación, de la que forma parte Tinelli, para no sentirnos tan denigrados o más denigrados? Sería bueno que los programadores analicen cómo resuelve el problema la BBC de Londres o la televisión española. Combinan películas sobre la naturaleza, la historia y la ciencia con programitas para exaltar a estrellas de cine. Pero evitando lo chabacano. Y, fundamentalmente, todos esos canales tratan de explicar qué pasa en el mundo.

Hace varias décadas, una antropóloga norteamericana, Margaret Mead, explicó que cultura es todo. Por ejemplo los indios que saben manejar los arcos, las flechas y la forma de capturar buenas presas en el río o en el mar también son una expresión de cultura. Claro, por supuesto, cultura de los tiempos primitivos.

Está claro que el deterioro de la televisión es mundial. En Estados Unidos los programas son, en su mayoría, pueriles e insoportables. Ni les cuento qué pasa en Italia.

Un premio a la cultura a Tinelli es una osadía. Y muestra la precariedad en la que hemos caído. Salvo que aquí prime, por sobre todo, la obtención de futuros votos en las elecciones.

La transformación de Argentina en el Far West

Se ha dicho, y con razón, que la radio y la televisión tienen un impacto emocional e ideológico más importante, más duradero, más “estomacal” y “ cardíaco” que otros medios de comunicación. La prensa escrita lleva a la reflexión, es de digestión más lenta. Parecen verdades de perogrullo para los especialistas, pero no lo son para la mayoría de la población: gran parte de ella siguiendo los avatares del día por televisión.

De pronto, en medio de un clima de violencia, de crítica constante a los rígidos parámetros de la Justicia que no actúa como uno realmente quisiera, con la presión constante de la inflación, la incertidumbre, la afligente inseguridad, el maltrato, lasdificultades de todo tipo en un país donde la realidad no facilita vivir en el paraíso, un ladrón filmado en plena acción y con abuso de armas, acorralando a un turista. se convierte en luminaria televisiva. Es lo que ha sucedido en un canal, en la tarde del martes 23 de septiembre.

Nadie es dueño de la moral y las buenas costumbres. Pero la sociedad ha recibido de herencia un concepto de moral lo que debe ser el respeto civilizado.  Tampoco nadie se anima a guardar la conciencia absolutamente limpia en una cajita en la mesita de luz del dormitorio. Pero hay límites. Que son muy precisos. Es inmoral, es una locura que el delincuente, con otras entradas en oficinas policiales, transportador de drogas y otras delicadezas, es entrevistado y dice que todo lo que hizo fue para congraciarse con su hijo, que cumplía años. Además acusó al agredido extranjero de querer promocionarse. Permitir que el delincuente haya dicho eso sin una dura respuesta de quien lo entrevistaba es convertirse en cómplice de una maldad. Y darle la oportunidad a otros ladrones para ser convocados, como estrellas, a otros programas televisivos. ¿Por qué no?

¿Qué muestra toda esta historia? Que Argentina es el Far West, que hay un vacío institucional de gran envergadura. que se ha roto la cadena de la impunidad y por lo tanto puede pasar cualquier cosa sin castigo. Tampoco hay una frontera bien trazada entre lo que es bueno y lo que es malo. Todos van a robar de ahora en más y de manera salvaje haciéndose el “Conde Montecristo”, para dar de comer a su familia. Pero todavía no hay casas de robo de pan. No. Se roba y se mata, por cosas de valor mínimas o máximas. Y sin miramientos. Robo motorizado con  drogas excitantes.

Demuestra, además, el alto grado de denigración de la sociedad. De los valores, de la convivencia, de la naturaleza humana.