Cada vez más argentinos ahorran dólares consumiendo

Daniel Sticco

Se trata sin dudas de una las grandes paradojas que ha provocado en los últimos 20 meses el cepo cambiario, facilitada por el ingenio criollo, curtido tras más de medio siglo en que las autoridades de turno inventaron atajos en materia de política económica para lograr resultados que parecen deslumbrantes en corto plazo, pero que siempre derivaron en crisis profundas, por la falta de sustentabilidad.

Se sabe desde los primeros tiempos que la economía alcanzó el estadio de ciencia que el ingreso, sea de una familia o empresa, se distribuye luego entre consumo o gasto y ahorro (éste es posteriormente transformado en inversión). De ahí que parecería una incongruencia hablar de que se opta por consumir como camino para el ahorro.

Sin embargo, en la Argentina esa secuencia es posible, como ha ocurrido en varios pasajes en los 70 y 80, donde también se vivía, como hoy, con altas tasas de inflación y tipos de cambio diferenciales. Muchas veces el país ha buscado diferenciarse del resto del mundo, pese a que en forma repetida los resultados alcanzados lejos estuvieron y están de ser envidiados por el resto del planeta.

Eso es lo que primero que se manifestó en el caso del gasto en turismo en el exterior, luego en el mercado de automóviles y ahora comienza a generalizarse en el caso del mercado de camiones.

Con la electrónica ocurre algo parecido, aunque es más complejo separar cuánto de la demanda se origina en el efecto impulso que alienta la velocidad de la innovación y lanzamiento de productos con tecnología que parece de futuro, y cuánto a la brecha entra la conversión del precio interno al cambio oficial y a la cotización en el mercado libre del dólar.

Ejercicio que se traduce en pérdida de reservas y de empleos
Cuando un viajero hace gastos en el exterior con su tarjeta de crédito -hasta ahora la AFIP no se ha animado a ponerle límites- compra en la moneda de cada país, pueden ser dólares, reales, uruguayos, euros, yenes, etc., pero en su liquidación en el resumen de la tarjeta se convierte a dólares, los cuales paga en pesos al cambio oficial más el recargo de 20% a cuenta de anticipo de impuestos.

Sin embargo, al momento de hacer la compra, y más aún al momento del pago, son pocos los que no caen en la tentación de convertir esos consumos a pesos, con el recargo incluido, al cambio libre. En ese momento descubren que su ahorro en moneda extranjera fue de 25 a 26 por ciento.

La brecha se amplía si además luego se coteja el valor del bien adquirido o consumido en el exterior con el que rige en la Argentina, sea una gran comida, un producto electrónico, ropa de todo tipo o el ajuar para su bebé. En algunos casos, la magnitud del ahorro en dólares equivale a casi tres veces al monto efectivamente consumido.

Ese ejercicio ha hecho que sólo en el primer semestre los gastos del turismo en el exterior se multiplicaron por más de 2,5 en comparación con un año atrás.

En el caso de los automotores se observa la creciente preferencia de las familias y empresas por los equipos importados, al punto que de representar 59% en los primeros 8 meses de 2012 ahora significan más de 63%. En agosto, la estadística de ADEFA mostró cómo frente a una retracción de 10% de las entregas a concesionarios de unidades armadas en las terminales, se contrapuso un salto de 47% de los importados.

Una brecha más marcada comenzó a abrirse en el caso del segmento de los camiones, los cuales si bien representan un mercado sensiblemente menor al de los automotores, tienen un valor sensiblemente superior.

La consecuencia de ese escenario, que los economistas definen como un claro deterioro de los precios relativos, porque esas singulares brechas de precios que se advierten también en el caso de los servicios públicos y privados, no parece sostenible en el tiempo, sobre todo porque los diferentes indicadores de actividad han comenzado a reflejar síntomas de saturación, con el consecuente impacto negativo sobre el empleo, al desalentarse el consumo de bienes de producción interna.