La negociación de la deuda afecta a la inversión

Daniel Sticco

El Jefe de Gabinete de Ministros se muestra convencido de que la negociación de la deuda pública no guarda correlación alguna con la tasa de inversión de la economía. No sólo eso, para reafirmar su posición, claramente no comprobable en las estadísticas oficiales, como demostraré más adelante, dejó flotando la idea de una correlación inversa positiva: en 2001 la tasa de inversión era de 14,2% del PBI y había caído a 12% en la crisis de 2002 y subió a más de 21% del producto en 2005, pese a haber transitado el país más de tres años en estado de cesación de pagos y hoy está más abajo.

Sin embargo, un repaso menos ligero de la historia reciente de la economía argentina permite recordar que las tasas de inversión de comienzo del presente siglo fueron las más bajas de la historia contemporánea, con alguna excepción en los tiempos de la hiperinflación. Por tanto no parece un gran mérito superar esos pobres registros, aún en estado de default, si se avanzaba hacia un claro proceso de normalización de las instituciones.

En segundo lugar, si se quiere realmente demostrar que empantanarse en una renegociación de pago no consensuada con los holdouts o fondos ultra especulativos, pese a dos fallos adversos de la justicia en la que confió la Argentina y rehusado la Corte Suprema de los EEUU a revisar el caso, no tiene costos en términos de tasa de inversión, cabe recordar que tras el canje de deuda en 2005 la inversión bruta interna fija pasó de 21,5 a 24,2% del PBI dos años después, en un escenario favorecido por la solidez de los denominados superávit gemelos, del sector externo y fiscal.

Ese nivel no se logró sostener, no sólo porque en 2008 surgió la crisis con el campo y luego devino el coletazo de la caída de un banco de inversión de peso en los EEUU, afectado por la crisis de las hipotecas, sino porque no se advertían progresos en otros frentes en cesación de pagos, como con más de un cuarto de los bonistas, a los que se agregaban demandas de empresas extranjeras en el tribunal de controversias que depende del Banco Mundial (CIADI) y con el Club de París y el cuadro fiscal comenzaba a debilitarse, y la IBIF se reduce a 20,9% del PBI en 2009.

Fue la decisión de reabrir el canje I, para retomar el lento camino de cierre del capítulo del default, lo que permitió que los inversores, principalmente locales, recuperaran la confianza y lo expresaron en un nuevo impulso de la inversión en 2010, aunque más localizada en la renovación de máquinas y equipos y en particular la construcción de media y alta gama, que en emprendimientos productivos y obras de infraestructura de trascendencia. Así alcanza un pico de 24,5% en 2011, por efecto inercial y clima electoral de reelección.

Pero desde ahí, primero por efecto del desaliento que generaron el sorpresivo cepo cambiario tras las elecciones de octubre, la profundización de la política de precios administrados y luego la expropiación del 51% de las acciones de YPF que estaban en manos de Repsol; a esto se sumó posteriormente la resistencia a aceptar el fallo desfavorable del juez de Primera Instancia de Nueva York a mediados de 2012 en la demanda de los holdouts contra la Argentina, más nuevas restricciones a la libertad de las empresas; el resultado de todo ello es que la tasa de inversión desciende a 22,8% del PBI ese año y un punto más en el siguiente.

Giro sólo aparente
El 2014 comienza con un sorpresivo cambio de política económica que hizo pensar que se estaba frente a un giro hacia la ortodoxia, con devaluación; suba de las tasas de interés; presentación de un índice de precios más cercano a la realidad; aunque con nula transparencia; el recálculo del PBI; acuerdo con cinco empresas que acudieron al CIADI; convenio de pago con Repsol, y últimamente, la superación del largo ciclo de default con el Club de París.

Sin embargo, todo eso fue rápidamente olvidado, y tras la pérdida en segunda instancia en la Cámara de Apelaciones de Nueva York de la posibilidad de ganar el juicio a los holdouts, y habiendo rehusado la Corte Suprema de Nueva York a reconsiderar el caso, se agudiza el incipiente proceso recesivo doméstico y con ello también de la tasa de inversión.

Estimaciones privadas muestran que el primer semestre habría concluido con una tasa de inversión inferior a 21% del PBI en términos de volumen físico y menos de 18% a precios corrientes. Mientras que datos del Indec, dieron cuenta de que la construcción pasó de crecer más de 7% en mayo de 2013 a caer más de 4% ahora; el transporte de carga se redujo más de 20% y la inversión extranjera directa se derrumbó más de 50% en el primer trimestre. Y ACARA comunicó que el patentamiento de camiones se redujo 43% en junio.

Pese a ese cuadro, que tiene como principal consecuencia la destrucción de empleos privados, suspensiones de personal en fábricas, pero también en el comercio y otros servicios, el Jefe de Gabinete está convencido que la tasa de inversión en la economía avanza cuando se quiere pagar y también avanza cuando no se quiere pagar: “No hay una correlación directa entre la negociación de la forma de pago de la deuda pública y la inversión en términos de PBI”.

No se trata de un error de apreciación sino, peor aun, de la aparente convicción de que la economía sigue inmersa en un saludable ciclo expansivo, donde se logran récords de recaudación tributaria, de niveles de salarios y de jubilaciones, y otros tantos méritos que, como se sabe, son válidos en el terreno de la nominalidad, no de la economía real, esto de las variables depuradas de los efectos de la inflación y consecuente depreciación de una moneda nacional que virtualmente se fue perdiendo entre los 70 y 90 y nunca se mostró convicción en recuperar.