Fuerte lobby por Ganancias, muy pobre por salarios y los desempleados

Daniel Sticco

La decisión del Gobierno de Mauricio Macri de comenzar a “normalizar” el sistema tributario, primero vía la eliminación generalizada de las retenciones sobre las exportaciones y baja parcial para el complejo oleaginoso, y ahora con la suba del mínimo no imponible de Ganancias y la extensión del alcance a los trabajadores autónomos, y se proyecta avanzar con la revisión del mínimo no imponible sobre los bienes personales y también con la aplicación de un IVA diferenciado para la compra de alimentos para jubilados y sectores de bajos ingresos, probablemente a través de un sistema de devoluciones hasta cierto nivel de compra, parece haber generado más rechazos que adhesiones, tanto de altos dirigentes sindicales, como Hugo Moyano, hasta encumbrados economistas y periodistas supuestamente especializados.

Semejante reacción, al punto de que se insiste en que “con la suba del mínimo no imponible, pero sin cambiar las escalas, se sigue cobrando el impuesto al trabajo”, dijo Hugo Moyano, pero también lo sostuvo una amplia legión de comunicadores, analistas, políticos de oposición y encumbrados artistas y personalidades de la televisión abierta, parece exagerada si se tiene en cuenta que en la Argentina los asalariados alcanzados por Ganancias representan menos de 7% del total de los trabajadores, o dicho de otro modo, 1 por cada 15 ocupados en una tarea rentada, en blanco y negro.

Sin embargo, de acuerdo con las amplias explicaciones de la medida y de su impacto sobre los salarios de los trabajadores, incluidos los que perdieron el beneficio singularmente discrecional del decreto 1.242 de 2013, “en el 75% de los casos habrá una sustancial mejora del ingreso de bolsillo”, insistió en declaraciones radiales el administrador federal de ingresos públicos. Eso es lo que surge del cuadro sintético que entregó presidencia luego del anuncio de Mauricio Macri en la Casa Rosada a fines la semana pasada y luego fue complementado con diversos ejemplos que entregó, también de modo escrito, la AFIP.

Pero nada logró convencer a los críticos defensores con singular fuerza de los bolsillos de sólo poco más de 6% de los trabajadores asalariados y un porcentaje algo menor a 3% de los jubilados y pensionados, que están equivocados, porque consideran que, como vino ocurriendo desde 2007 cuando la inflación se afirmó en el rango de los dos dígitos porcentuales al año, se está frente a un inmediato deterioro de los ingresos netos, luego de que se cierren las negociaciones salariales en paritarias, porque la mayoría pasará a tributar la tasa máxima de 35% al no modificarse la escala de imposición que es un atributo del Poder Legislativo.

Eso es porque parece que se quiere ver la realidad con el espejo retrovisor, aprovechando el singular atractivo mediático del tema, pese a que de ese modo se manifiesta sin ningún complejo una inquietante, aunque confirmada por pruebas internacionales, mínima capacidad de la sociedad argentina para comprender texto y entender las matemática, aunque se sabe de la complejidad no sólo del sistema tributario argentino, sino también de la muchas veces indescifrable redacción de cada norma impositiva. Por eso es relevante escuchar a los que escriben las normas y después tienen la misión de hacerla cumplir. Aún los colegios profesionales no tomaron partido, ni siquiera para analizar los partes de prensa que entregó la AFIP y difundir sus primeras conclusiones, para contribuir a bajar los decibeles de la confusión generalizada.

A muchos les inquieta que unos 150 mil trabajadores y otros 50 mil jubilados que estaban favorecidos por la exención de Ganancias desde el 1 de septiembre de 2013, por aplicación del Decreto 1.242/13, porque percibían menos de $15.000 en agosto de ese año, como ingreso habitual, comenzarán a tributar como cualquier par en condiciones de ingreso, tarea y estructura familiar similar, pero lo cierto es que quien desde entonces, por ejemplo, tuvo la fortuna de haber incrementado su haber en casi un 80%, a unos $25.000 pasará a pagar, en caso de un soltero, unos $1.700 y apenas $180 si es casado o soltero con familia ascendente a cargo y dos hijos menores de 24 años, mientras que quien tiene ese ingreso y ganaba en 2013 más de $15.000 venía pagando $5.800 por mes en el primer caso y $4.900 en el segundo.

El grado de mejora del ingreso neto se mantiene hasta el rango de $70.000 netos de aportes por mes, pese a que en términos nominales no se cambiaron las escalas de tributación.

Los eternos olvidados
Curiosamente, aunque no tanto, no se ha advertido en las últimas semanas planteos de igual tenor por parte de dichos críticos por la inquietante situación que enfrenta más de 10% de los trabajadores que están desempleados desde 2012, en parte captado por el “viejo Indec” y en parte oculto en el “efecto desaliento a buscar un empleo que no existe”, cuando la economía dejó de crecer y que con ello hizo desvanecer las oportunidades laborales de varias decenas de miles de jóvenes y también las posibilidades de rotación entre las empresas y evolución de los empleados que aspiran a superarse.

Menos aún se escucharon voces de alerta en defensa de más del 90% de los que están ocupados, pese a que sus salarios e ingresos en el caso de los autónomos y monotributistas, se fueron devaluando, no tanto por el impacto reciente del fin del cepo cambiario y de la eliminación de las retenciones sobre las exportaciones, o del aumento de las tarifas por la poda de los subsidios al consumo de energía eléctrica, sino por el arrastre de políticas falsamente populistas, porque beneficiaron a muy pocos y castigaron a muchos con el cargo del impuesto inflacionario, que es el más regresivo de todos en cualquier sistema tributario.

Sólo los gremios poderosos hicieron oír sus voces, como Camioneros, Bancarios, Petroleros, ATE y los Docentes y no mucho más, mientras que la dirigencia empresaria se ha llamado a silencio, porque, al parecer ya no le aprieta tanto el zapato, o para no tomar partido de un juego al que, supuestamente no lo han llamado, pero cuyo resultado la afectará sin duda, para bien o para mal.

Esa forma de ver, vivir y analizar la economía y la realidad social es la responsable de la recurrente decadencia del país durante los últimos 80 o 90 años, con muy pocas y esporádicas excepciones, porque se tiende a un reduccionismo singular en pos de cuidar nichos de poder, a costa de los cada vez más afectados por las crisis recurrentes. Es tiempo de que se cambie en serio, independientemente de que eso suene a que se alude a la coalición gobernante.