La Argentina aún no refleja una vocación exportadora

La liberación del mercado de cambios y la casi total eliminación de las retenciones parecen escasos atributos para provocar un rápido impulso de las exportaciones de manufacturas industriales no agropecuarias, pese a que, por los efectos de los ajustes de precios y salarios, el mercado interno perdió vitalidad en el primer cuatrimestre y de ese modo dejó más capacidad ociosa disponible para cubrir con operaciones de ventas al resto del mundo.

Más allá del receso que afecta a Brasil, principal socio en el Mercosur, a quien van dirigidas actualmente un 17% del valor total de las ventas externas de la producción nacional, la sustancial mejora del tipo de cambio y la recuperación de los precios internacionales de las materias primas no han significado un impulso en la estructura de las exportaciones, salvo casos aislados de algunas empresas automotrices que han logrado calidad y costo de producción de clase mundial, lo que les ha permitido, a su vez, penetrar en otros países, incluidos los Estados Unidos, y algunas firmas del sector de productos químicos y agroquímicos.

Al menos eso es lo que mostraron los últimos datos del comercio exterior argentino al cierre del primer cuatrimestre, donde, a excepción de los productos primarios y en menor medida sus manufacturas, la mayor parte de los rubros acusaron apreciables bajas en comparación con los ya débiles niveles del año anterior, superior a la que cabría esperar por la disminución de los precios internacionales en un promedio de 13%, por la incapacidad de reacción del sector industrial. Continuar leyendo

Menos reservas y más deuda pública

La vulnerabilidad que ofrece el sector externo de la economía nacional tiene diversas facetas. La más difundida es la que surge de observar el acelerado deterioro del saldo de la balanza comercial y también de la turística con el resto del mundo, cuyo principal origen es la caprichosa apreciación del peso, o, lo que es lo mismo la pérdida de competitividad cambiaria de la producción nacional y el subsidio a todos aquellos que quieren viajar a consumir en el exterior.

Pero también se percibe con singular nitidez la creciente vulnerabilidad externa, pese al severo atraso de la estadística oficial de la deuda pública, en el notable deterioro de la relación de esos compromisos del agregado de los gobiernos nacional, provincial y municipal con el nivel de reservas en divisas del Banco Central.

Como primer ejercicio basta con considerar las reservas brutas de la autoridad monetaria, incluida toda la cosmética que se le fue agregando en el último año, comenzando por los crecientes atrasos en los pagos de importaciones, en las autorizaciones a las empresas de capital extranjero al giro de dividendos, y el canje de monedas con China por hasta el equivalente a USD 11.000 millones. A mediados de la profunda crisis de 2002 esa proporción era de casi 10 veces. O dicho de otro modo, la posición en divisas permitía pagar apenas el 10% de la deuda pública.

Desde entonces y hasta 2008, la normalización de la economía, con el logro de los siempre ponderados superávit gemelos, de las finanzas públicas y del sector externo, favorecidos por el comienzo de los canjes de deuda; la suba de los precios internacionales de las materias primas y la baja de las tasas de interés en los EEUU, las reservas se multiplicaron por más de cinco veces en seis años, mientras que la deuda bajó en unos USD 5.000 millones. De ahí surgió una relación entre esas dos variables de uno a tres.

Semejante logro se sostuvo por poco más de tres años, hasta que el 30 de octubre de 2011, el entonces viceministro de Economía, Axel Kicillof, le propuso a la presidente Cristina Kirchner imponer un cepo cambiario para intentar contener la sangría de capitales que a la postre trajo más costos que beneficios, porque provocó un singular perjuicio al comercio exterior argentino, y con ello a la posición de reservas, al abusar de las políticas restrictivas y desaliento a la inversión productiva.

Claramente que si desde fines de 2011 se depuraran las reservas del Banco Central de la cosmética que introdujo el cepo cambiario, porque generó deudas de los importadores por más de USD 6.000 millones; más atrasos en los giros de dividendos por parte de las empresas de capital extranjero; y desde hace poco más de un año del canje de monedas con China por un total equivalente a USD 11.000 millones, la relación actual con la deuda pública se achica a menos del cinco por ciento, o la inversa, se amplía a una 20 veces.

El viento de frente, sólo una excusa
Si bien, pocos meses después aparecieron vientos de frente para la marcha de la economía argentina”, como fueron el cambio del ciclo alcista de los precios de las materias primas, y más recientemente el ingreso en recesión de los principales socios comerciales, como Brasil y Venezuela, al tiempo que China desaceleró bruscamente su tasa de crecimiento, y con ello el apetito por alimentos argentinos, lo cierto es que el tremendo deterioro de la relación entre una deuda pública que se disparó camino al cielo, de la mano de un desbocado gasto público sin contrapartida en recursos genuinos, pese a que alcanzaron niveles récord en términos reales, y reservas en divisas cada vez más menguadas, tuvo su origen en singular desaciertos de política económica.

De este modo, un ejercicio conservador, que consiste en partir del último dato oficial de nivel de deuda pública, correspondiente a fines de diciembre de 2014, más las emisiones de bonos hasta hoy, y dividirlo por el total de reservas en divisas, arroja una relación de 8 a 9 veces, esto es la más alta desde la crisis de 2002. Claramente, las proporciones se achican notablemente si se compara sólo la porción de la deuda pública externa.

Sin embargo, esa simplificación carece de sentido para analizar la vulnerabilidad externa al fin de un ciclo de ocho años de Gobierno de Cristina Kirchner, porque a ese estadio se llegó por haber hecho uso y abuso de la utilización de las reservas en divisas y sus rentas no sólo para afrontar compromisos externos e internos nominados en moneda extranjera, como fue a comienzos de octubre para pagar el rescate final del BODEN 2015 por USD 5.900 millones, sino también el creciente exceso de gasto público, que derivó en un déficit global de las finanzas públicas de un 10% del PBI.

La peor consecuencia de semejante desequilibrio es el severo deterioro del tejido social, porque con inflación firme en el rango de 25 a 30%, desaliento a la inversión y cepo cambiario que alimenta la fuga de capitales y traba el ingreso del resto del mundo, no sólo impidió al sector privado generar empleos netos, sino que agravó las situaciones de pobreza a una proporción cercana a un tercio de la población.

Más gasto público aleja la salida de la estanflación

Economistas del Gobierno y afines, junto a algunos dirigentes industriales, consideran aventurado hablar de un escenario de estancamiento con inflación y aumento del desempleo, pese a que esta semana diversas plantas automotrices anticiparon programas de suspensiones de personal y recorte de la jornada laboral, por falta de demanda. Incluso, el propio Indec recogió expectativas moderadamente contractivas para este segundo trimestre, y en el comercio crece notablemente la tasa de vacancia en las principales calles de los centros urbanos del país.

Está claro que no es lícito, y por tanto conveniente, hacer proyecciones de cualquier indicador, sea inflación, actividad, como de reservas del Banco Central o incluso de la producción de un bien en particular, o del dólar, en función de lo ocurrido en apenas dos o tres meses. Ningún economista y consultor profesional en la materia hace eso. Pero tampoco es sensato cuestionar alegremente a los profesionales que no sólo predicen, sino que, más aún, ya ven un escenario de estanflación en la Argentina, a partir del análisis de series de tiempo de un conjunto de variables del sector real, financiero, monetario, cambiario y fiscal, porque es subestimarlos en defensa de una ideología o retórica interesada, como diría el economista John Galbraith.

Punto de giro inicial sin cambio de tendencia
La razón fundamental por la que se cayó en un estado de estancamiento con aceleración de la inflación y aumento del desempleo, fue el giro de la política económica, a favor del aumento del gasto público y su financiamiento con emisión monetaria, porque se agotó la capacidad de ampliar la presión tributaria, y se decidió extremar las regulaciones y controles a las empresas destinadas a impedir más que a reordenar y facilitar la producción, la exportación y la inversión productiva hacia un modelo inclusivo, como se anuncia y proclama en forma reiterada.

Esos factores no sólo siguen presentes, sino que incluso se han ido potenciando esta semana, más allá de que transitoriamente el efecto de la astringencia monetaria y consecuente suba de las tasas de interés, junto a factores estacionales, posibilitaron desacelerar la tasa de inflación. Mayo comienza con aumentos de tarifas del servicio público de trenes y también de los combustibles, mientras crecen los costos en dólares porque a acuerdan ajustes de salarios, mientras el tipo de cambio oficial lleva tres meses de congelamiento en torno a 8 pesos, pese a que desde el 23 de enero se acumuló una tasa de inflación de más de 12 por ciento.

Por un lado, en un mega encuentro de toda la cúpula industrial con todo el equipo económico, los empresarios se encontraron que fueron invitados para que brinden su “apoyo a la continuidad de un modelo, para no perder todo lo hecho”, les habría dicho Axel Kicillof en una exposición de más de una hora, más que para exponer sus preocupaciones y buscar puntos de coincidencia para reactivar la producción, elevar la competitividad, sin agregar costos a la sociedad, a través de la inflación, y la suba de tarifas, cómo se está haciendo.

Luego fue la propia Presidente de la Nación, cuando a través del uso de la cadena nacional, desestimó hacer cambios impositivos que alivien las cargas para el sector privado, al justificar la permanencia de las retenciones a las exportaciones agropecuarias con un análisis forzado de la experiencia del trigo entre el tiempo de siembra, cambio de las alícuotas y cosecha en los últimos 40 años, pese a que la producción se redujo a valores que apenas garantizan el consumo interno, y amplió el crédito productivo con la creación por decreto del Fondear por $10.000 millones, menos de medio punto del PBI: “Yo escucho a menudo a mucha gente prometiendo que van a bajar las retenciones, que van a eliminar todas las retenciones, que al mismo tiempo van a subir el 82 por ciento móvil, que le dicen a los empresarios que les van a dar el ajuste por inflación y amortización anticipada, que al mismo tiempo van…Bueno, miren, yo le estoy haciendo hacer a Axel, el ministro de Economía, que me haga un calculito para ver cómo dan los números porque todas esas cosas juntas, así a vuelo de pájaro, sin ponerme muy detallista no me dan para nada. Me dan a cosa, realmente, bueno, de cosa rara”, dijo Cristina Kirchner, en lugar de dar instrucciones para analizar el impacto y posibilidades de esas medidas.

Claramente, en el entorno al Gobierno nacional no se acepta que el gasto público ofrece varios frentes donde se puede reducir sin afectar al empleo de la planta histórica de la administración, y menos aún reducir los salarios y jubilaciones, más allá del que se provoca con el desfase entre los ajustes salariales de forma puntual y la inflación contínua.

Pero no sólo eso, por el contrario, al día siguiente, el martes de esta semana, la Presidente firmó el decreto 601 que dispuso aumento del 50% respecto de diciembre de 2011 en los viáticos de los funcionarios dependientes del Poder Ejecutivo Nacional, el cual reconoce una inflación promedio mensual acumulativo de 1,46% en los pasados 28 meses. El ajuste supera en 13 puntos la inflación del Indec en ese período, aunque mantiene un rezago de 35 puntos porcentuales respecto de la Inflación Congreso. Y ayer, a través del decreto 614 aprobó incrementos en los haberes de las fuerzas militares entre 30 y 45 por ciento.

Más rojo fiscal sin contabilidad creativa
Los datos de la Administración Central mostraron al cierre de abril que los recursos fiscales globales atenuaron el ritmo de aumento de 40% en los primeros meses del año a 34% en el promedio del cuatrimestre, pese a que las transferencias de rentas del Banco Central y de la Anses se elevaron en más de 70%, en comparación con similar período de 2013, mientras que el gasto total apenas desaceleró de una tasa de 45 a 42 por ciento.

Sólo cuando se repare en la necesidad de reordenar las finanzas públicas, como parcialmente se hizo en el frente monetario, y se avance en dirección a desatar los nudos que se le fueron agregando a la actividad productiva y comercial y consecuente a la inversión, podrá pensarse en que se transita hacia un nuevo punto de giro del ciclo económico que posibilite volver a crecer y bajar la inflación de modo sustentable y por tanto sostenido.

Los titulares juegan mal

Unos de los grandes estandartes de la política económica que surgió después de la crisis de la convertibilidad fue el logro de excedentes en las finanzas públicas y en las cuentas del sector externo.

Esa característica predominó en forma indiscutible hasta 2007, pero desde entonces, y en particular desde la crisis financiera y fiscal internacional de fines de 2008 y principios de 2009, se observó un claro debilitamiento, hasta tornarse en deficitario en 2012 y se observan claros indicios de que se profundizaron en la primera mitad del corriente año.

Al menos así surgen de los últimos datos de la ejecución de los gastos en la Administración Pública Nacional, los cuales crecen más de cuatro puntos porcentuales que los ingresos, a pesar de que éstos cuentan con un singular aporte expansivo de las utilidades que prevé contabilizar el Banco Central.

Y también del balance cambiario de la autoridad monetaria, que pasó de registrar un superávit de la cuenta corriente (suma del saldo comercial con el de los servicios) de más de u$s7.600 millones en la primera mitad de 2012 a un rojo de más de u$s2.300 millones, un año después.

Déficit Gemelos 1170 (1)

Las consecuencias de semejante giro de la política económica son el resurgimiento de altas tasas de inflación, atraso cambiario, pérdida de reservas de divisas en el Banco Central y extinción de la capacidad del sector privado para generar empleos productivos.

De ahí que tras el resultado adverso para el oficialismo en las últimas las PASO hubiera sido pertinente que la Presidente convocara a los titulares que condujeron a ese escenario, los cuales se encuentran en el Ministerio de Economía y el Banco Central, como cabezas sobresalientes, y en los casos específicos en la Secretaría de Hacienda, porque convalida una ejecución de gastos superior a los ingresos que percibe, a la Secretaría de Comercio porque se resiste a reconocer la ineficacia de los controles de precios y de las importaciones, la AFIP y el Banco Central también por el perjuicio que generó el cepo cambiario sobre el mercado inmobiliario y la atracción de inversiones.

Y ni qué hablar del Indec, que al subestimar en los últimos cinco años la tasa de inflación, ha sobrestimado el crecimiento del PBI y con ello infló la partida de pago a los bonistas que adhirieron al canje de deuda en 2005 y 2010 y tomaron bonos con cupones de PBI incluido en miles de millones de dólares. Cuántos conciudadanos se podrían haber sacado de las líneas de indigencia y pobreza con esos recursos, o cuántos empleos se impidieron generar, o construir más escuelas, hospitales, caminos, represas energéticas, mejorado el sistema de seguridad, en una apretada lista de las grandes asignaturas pendientes.

Tampoco escapan áreas específicas de Economía que alientan el vivir con lo nuestro y la reinversión forzosa de utilidades de las empresas en el país, aun de aquellas generadas por compañías con accionistas principales en el resto del mundo, y del Ministerio de Industria que impulsa la sustitución de importaciones, pese a que en muchos casos eso ha derivado en trabas a la producción agregada.

Impuesto inflacionario en expansión

Así se llega a un estadio en que el exceso del gasto público se acostumbró a financiarse con emisión espúria de dinero, acicateando el aumento promedio de precios para el consumo interno. Y para que esto no espiralice en subas más aceleradas, llevó a contener el ritmo de ajuste de la paridad cambiaria. Sólo la relevante devaluación del real de Brasil en los últimos meses indujo a cambiar de política, pero sin corregir los severos desvíos en el último lustro.

La consecuencia fue el deterioro de la posibilidad de sostener los negocios por parte de los exportadores, en particular de productos con valor agregado, porque sus costos internos subieron no sólo a tasas de dos dígitos por año en pesos, sino también en términos de moneda extranjera.

Mientras que, pese al cepo cambiario y las DJAI, se intensificaron las importaciones de bienes de consumo, en particular de automotores, como también la demanda indirecta de divisas para pagar los gastos de turismo en el exterior, por parte de residentes, con el uso potenciado de la tarjeta de crédito, ante las trabas para comprar billetes baratos (cambio oficial más un recargo de 20% a cuenta de pago futuro de impuestos) respecto del valor en el mercado libre, 60% más caro.

Esos movimientos, llevaron a poner un freno al crecimiento de la actividad productiva en general, con las excepciones transitorias de las cosechas y de las terminales automotrices, con el consecuente impacto negativo sobre el empleo, el consumo interno y la recaudación tributaria.

Ajustes cosméticos que no alcanzan
De ahí que ahora se intenta reanimar la demanda interna, a través de la mejora parcial del ingreso disponible de los asalariados alcanzados por Impuesto a las Ganancias, con la suba parcial del mínimo no imponible y la creación de otro impuesto, como a la renta financiera, en lugar de impulsar un reforma integral del sistema tributario y su coparticipación entre las provincias.

Los los severos desequilibrios que llevaron a la pérdida de los superávit gemelos que brillaron en la mayor parte de la última década, los cuales en pequeña parte pueden atribuirse a cambios en el escenario internacional, exigen mucho más que ajustes cosméticos en materia impositiva.

Se requiere de una reforma tributaria plena junto a un replanteo de la política de subsidios, menos general y más selectiva y la búsqueda de la disciplina fiscal, en la que el Presupuesto no sólo deje de ser papel mojado antes de que se inicie el ejercicio, sino también que deje de estar sometido a criterios de discrecionalidad por parte del Jefe de Gabinete de Ministros, dado que debe ser un resorte exclusivo del Congreso.

Sólo así podrá comenzar a transitarse el camino hacia la vuelta de la estabilidad monetaria y la recuperación de la solvencia fiscal y externa.

¿Hay que ahorrar divisas o generarlas?

Una vez más, la ministra de Industria, Débora Giorgi, cargó contra los sectores que demandan moneda extranjera. Ahora fue el turno de los importadores a quienes responsabilizó de ser impulsores de la “devalueta” del peso.

La respuesta de los empresarios agrupados en la Cámara de Importadores de la República Argentina no se dejó esperar y advirtieron que “la entidad jamás pidió la devaluación”, al tiempo que “rechazaron el término vulgar que el Ministerio de Industria emitió en su propio comunicado”.

No se trata de tomar partido por uno o por otro, sino simplemente de comprender la racionalidad del debate en los términos utilizados.

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La economía jugó su rol en el resultado de las PASO

Después de dos años de cepo cambiario, traba a las importaciones, incluida la de insumos esenciales, pesificación de las operaciones inmobiliarias, y fracaso del control de precios, la ciudadanía dio su voto de repudio.

La profundización de la presión tributaria sobre los salarios, al punto que ya un cuarto de los trabajadores ve que su ingreso de bolsillo no crece a la par de los aumentos que obtiene en paritarias, fue un factor clave en la pérdida de casi 20 puntos porcentuales de aquel 54% de octubre de 2011.

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