Las reservas del Central caen a zona crítica

No se trata de una relación psicológica, como podría ocurrir en pocas semanas, ya que al ritmo de hemorragia de los últimos diez días perforarán el nuevo piso emblemático de u$s30.000 millones, como se contabilizaban exactamente siete años atrás, sino porque bajarían al equivalente a menos de cinco meses de importaciones en valores nominales y por debajo de dos meses si se consideran sólo las tenencias de divisas propias de la autoridad monetaria.

Son valores ciertamente críticos, que reafirman una tendencia singularmente inquietante para los actores económicos, dada las restricciones operativas que prevalecen para la obtención de créditos internacionales, no sólo por el alto índice de Riesgo País, por arriba de siete puntos porcentuales en términos anuales en dólares, sino más aún porque se agregó la aceleración del ritmo de devaluación a una tasa superior a 50% al año.

Un año atrás las divisas de la autoridad monetaria equivalían a 7,8 meses de compras externas de bienes, de las cuales casi 90% imprescindible para sostener la actividad productiva y las necesidades de inversión de las empresas y del sector público, aunque bien medidas no alcanzaban para adquirir 4 meses de importaciones.

Con pocas variantes, esas proporciones eran las que prevalecían antes de la imposición del cepo cambiario y del resurgimiento de las Declaraciones Juradas Anticipadas de Necesidades de Importación, en octubre de 2011.

Pero desde comienzos del año en curso el proceso tendió a agravarse aceleradamente y se manifestó en la escalada de la brecha cambiaria entre los tipos de convertibilidad de los pasivos monetarios del Banco Central y el oficial, del orden de 60% a más de 100% en la actualidad.

Contención peligrosa
Aunque el factor novedoso en esta desarticulación de las variables monetarias, cambiarias y comerciales con el resto del mundo, provocado por un incontenible gasto público, es que ahora la brecha entre el tipo de cambio de convertibilidad y la cotización del dólar en el mercado libre se amplió a 30%, cuando hasta septiembre último rara vez superaba el 10%, para arriba o para abajo.

Ese punto de giro, que comenzó a generarse en el mes de las elecciones legislativas, se intensificó en la última semana con la llegada de Juan Carlos Fábrega a la presidencia del Banco Central, porque decidió apelar al auxilio del Banco Nación y de la Anses para la tarea regulatoria del mercado cambiario y de bonos dolarizados.

Se percibe en la plaza que esas instituciones comenzaron a ofertar divisas propias para el pago de compromisos comerciales del Gobierno, como importaciones de combustibles, ante las claras carencias de caja de la Tesorería de la Nación, y también a vender títulos públicos dolarizados, para forzar una disminución del tipo de cambio implícito en esas transacciones (“contado con liqui”, en la jerga del mercado bursátil), a un rango de $8,50 por dólar, o menos.

Con esos artilugios, se logró bajar la cotización del cambio libre a $9,74 por dólar, después de haber saltado a poco más de $10 antes de las elecciones legislativas, mientras que la paridad implícita en los indicadores monetarios escaló de 10 a más de 12 pesos en la actualidad, porque mientras el Banco Central no pudo frenar la hemorragia de dólares que provoca el rojo fiscal, la cantidad total de dinero siguió expandiéndose.

El nuevo equipo económico provocó un modesto cambio en las expectativas empresarias, al anunciar una relación más amigable entre sector público y privado y reconocer la necesidad de recuperar competitividad de la industria y de las denominadas economías regionales, así como que avanzará en el retorno al mercado internacional de deuda para financiar obras de infraestructura para mejorar la oferta de dólares.

Sin embargo, en los primeros días en funciones del trío Capitanich-Kicillof-Fábrega, han sido limitadas las medidas concretas y abundaron los anuncios de expresiones de buenos deseos para alcanzar 200 metas de gestión para el próximo bienio.

El intercambio comercial con el resto del mundo sigue siendo superavitario en más de u$s8.000 millones, pese a que el déficit de la balanza energética se amplió en más de u$s4.000 millones. De ahí que trabajar sobre el fortalecimiento del excedente para poder responder a las necesidades financieras y aliviar las tensiones en el mercado de divisas, resultan claramente bienvenidas.

Sin embargo, mientras no se dispongan de acciones concretas e inmediatas que conduzcan a recuperar la solvencia fiscal sin aumentar la presión tributaria, y contener la creación de dinero no deseado, no se podrán evitar las presiones alcistas en el mercado libre de cambios y el drenaje de reservas. Según las estadísticas monetarias, el dólar libre acumuló en las últimas semanas un atraso de más de dos pesos respecto del de convertibilidad teórica.

Cada vez más argentinos ahorran dólares consumiendo

Se trata sin dudas de una las grandes paradojas que ha provocado en los últimos 20 meses el cepo cambiario, facilitada por el ingenio criollo, curtido tras más de medio siglo en que las autoridades de turno inventaron atajos en materia de política económica para lograr resultados que parecen deslumbrantes en corto plazo, pero que siempre derivaron en crisis profundas, por la falta de sustentabilidad.

Se sabe desde los primeros tiempos que la economía alcanzó el estadio de ciencia que el ingreso, sea de una familia o empresa, se distribuye luego entre consumo o gasto y ahorro (éste es posteriormente transformado en inversión). De ahí que parecería una incongruencia hablar de que se opta por consumir como camino para el ahorro.

Sin embargo, en la Argentina esa secuencia es posible, como ha ocurrido en varios pasajes en los 70 y 80, donde también se vivía, como hoy, con altas tasas de inflación y tipos de cambio diferenciales. Muchas veces el país ha buscado diferenciarse del resto del mundo, pese a que en forma repetida los resultados alcanzados lejos estuvieron y están de ser envidiados por el resto del planeta.

Eso es lo que primero que se manifestó en el caso del gasto en turismo en el exterior, luego en el mercado de automóviles y ahora comienza a generalizarse en el caso del mercado de camiones.

Con la electrónica ocurre algo parecido, aunque es más complejo separar cuánto de la demanda se origina en el efecto impulso que alienta la velocidad de la innovación y lanzamiento de productos con tecnología que parece de futuro, y cuánto a la brecha entra la conversión del precio interno al cambio oficial y a la cotización en el mercado libre del dólar.

Ejercicio que se traduce en pérdida de reservas y de empleos
Cuando un viajero hace gastos en el exterior con su tarjeta de crédito -hasta ahora la AFIP no se ha animado a ponerle límites- compra en la moneda de cada país, pueden ser dólares, reales, uruguayos, euros, yenes, etc., pero en su liquidación en el resumen de la tarjeta se convierte a dólares, los cuales paga en pesos al cambio oficial más el recargo de 20% a cuenta de anticipo de impuestos.

Sin embargo, al momento de hacer la compra, y más aún al momento del pago, son pocos los que no caen en la tentación de convertir esos consumos a pesos, con el recargo incluido, al cambio libre. En ese momento descubren que su ahorro en moneda extranjera fue de 25 a 26 por ciento.

La brecha se amplía si además luego se coteja el valor del bien adquirido o consumido en el exterior con el que rige en la Argentina, sea una gran comida, un producto electrónico, ropa de todo tipo o el ajuar para su bebé. En algunos casos, la magnitud del ahorro en dólares equivale a casi tres veces al monto efectivamente consumido.

Ese ejercicio ha hecho que sólo en el primer semestre los gastos del turismo en el exterior se multiplicaron por más de 2,5 en comparación con un año atrás.

En el caso de los automotores se observa la creciente preferencia de las familias y empresas por los equipos importados, al punto que de representar 59% en los primeros 8 meses de 2012 ahora significan más de 63%. En agosto, la estadística de ADEFA mostró cómo frente a una retracción de 10% de las entregas a concesionarios de unidades armadas en las terminales, se contrapuso un salto de 47% de los importados.

Una brecha más marcada comenzó a abrirse en el caso del segmento de los camiones, los cuales si bien representan un mercado sensiblemente menor al de los automotores, tienen un valor sensiblemente superior.

La consecuencia de ese escenario, que los economistas definen como un claro deterioro de los precios relativos, porque esas singulares brechas de precios que se advierten también en el caso de los servicios públicos y privados, no parece sostenible en el tiempo, sobre todo porque los diferentes indicadores de actividad han comenzado a reflejar síntomas de saturación, con el consecuente impacto negativo sobre el empleo, al desalentarse el consumo de bienes de producción interna.