Gradualismo versus políticas de shock

La primera lectura de las definiciones de política que hicieron a la prensa el flamante jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y el ministro de Economía, Axel Kicillof, es que se profundizará el esquema de tipos de cambios comerciales múltiples y diferenciados, tanto para las exportaciones, en particular para las economías regionales, más alto, seguramente a través de la eliminación de retenciones, así como más elevado para las importaciones de bienes considerados suntuarios, vía la suba de impuestos internos y tal vez también de los derechos de importación para autos de alta gama y cupos.

También se desprende de las primeras declaraciones de los funcionarios la posibilidad de que se dispongan incentivos a la generación de empleos a quienes sustituyan importaciones, probablemente a través de la exención de cargas laborales patronales sobre los nuevos empleos netos, como impulsó Domingo Cavallo en los 90 con los planes de competitividad.

Se advierte claramente la apuesta a un plan integral, como requiere la hora, para comenzar a reordenar las variables macroeconómicas, para corregir singulares desequilibrios en lo monetario, fiscal, cambiario y también en la actividad productiva, aunque en forma gradual: “se prevén más de 200 metas”, dijo Capitanich.

Sin embargo, la urgencia para detener la pérdida de reservas a un ritmo de u$s4.000 millones al mes, desacelerar la tasa de inflación y atraer el crédito internacional, se requieren políticas inmediatas y contundentes, de alto impacto.

Entre ellas se ubican:
* La eliminación de subsidios para la mitad de la población ubicada en el rango de mediano a altos ingresos y mantener el subsidio al resto de la población con métodos directos, sobre la demanda, más que sobre la oferta.

* Volver al Fondo Monetario Internacional para admiitir la revisión de las cuentas públicas, para destrabar en forma inmediata la superación del default con el Club de París, clave para acceder al crédito internacional para encarar planes de inversión pública y privada en infraestructura, equipamiento y desarrollo de proyectos mineros y energéticos.

* Levantar la restricción al giro de dividendos a los accionistas de empresas extranjeras radicadas en el país que residen en el exterior, porque mientras se mantenga cerrada la puerta de salida de los capitales será casi imposible esperar la entrada. Para alentar la reinversión se requiere generar condiciones propicias y atraer a nuevos inversores.

* Agilizar la autorización de las Declaraciones Juradas de Necesidades de Importación de insumos, partes y equipos relevantes para el proceso productivo. En octubre, excluidos combustibles cayeron en cantidades más que en el promedio de los diez meses, informó el Indec.

* Eliminar los cupos a las exportaciones de productos primarios, carnes, lácteos, trigo, etc., así como ofrecer precio pleno a las exportaciones de combustibles y elevar la tasa de corte de diesel con biodiesel para sustituir importaciones de combustibles, para incentivar la producción y generar divisas.

* Elevar la tasa de interés al nivel de la tasa real de inflación, para recrear la cultura del ahorro interno y desalentar los excesos de consumos. El exceso de pesos se puede corregir con aumento de los encajes bancarios.

* Establecer una restricción presupuestaria que impida que el gasto público real, esto es el devengado, no sólo la parte que se paga, crezca más del 80% de la tasa de crecimiento de los recursos tributarios., y se prescinda de la asistencia del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses y del Banco Central de la República Argentina.

* Renunciar al uso de las reservas del Banco Central para el pago de la deuda pública, y, en particular el uso de emisión monetaria para pagar gastos corrientes. El mercado tiene avidez por nuevos instrumentos de inversión, como sería la emisión de bonos para reemplazar los que van venciendo.

El diagnóstico de los funcionarios parece consistente. Ahora falta esperar las políticas, las cuales deberán dejar de asentarse en la discrecionalidad y la enunciación y pasar a respaldarse en resoluciones y decretos precisos, que contribuyan a dar certidumbre a los agentes económicos.

Esta será la mejor manera de asegurar un crecimiento sustentable, creación neta de puestos de trabajo, más en el sector privado que en el público y posibilitar una mejora en el ingreso real medio de los trabajadores.

La hemorragia de reservas no se frenará con cosmética

Muchos economistas parecen haber caído en la trampa de creer que con una modificación de la política cambiaria orientada a atacar los principales focos de fuga de divisas, como el turismo, la compra de autos importados o incluso los pagos con tarjetas de productos importados sin salir del país, se podrá “comprar” tiempo para detener la hemorragia, mientras se ponen en marcha cambios profundos de política, aunque algunos vaticinan que eso no ocurrirá hasta antes de fines de 2015.

Ya la semana pasada comentaba que el cepo impuesto a los grandes exportadores para prefinanciar sus operaciones en la banca local, para forzarlos a que ingresen dólares por la vía del crédito internacional, podría llegar a abrir una puerta, pero no a cerrar la herida.

No sólo el recuerdo de los 70 y 80 avalan ese previsión, porque basta que exista un tipo de cambio múltiple, y sobre todo uno comercial y otro oficial financiero, para que toda la economía tienda a converger al valor más alto, forzando el proceso con reconocidas prácticas de sobrefacturación de importaciones y sobrefacturación de las exportaciones, sino también por las compras de dólares para turismo en el circuito oficial financiero, mientras que las ventas de divisas por parte de los turistas que ingresen al país se cursarán por el libre que marque el mercado, sino más aún por la multiplicación de desequilibrios monetarios, fiscales, cambiarios y de infraestructura, los cuales lejos de estabilizarse se acentúan día a día.

Está claro que la negativa durante diez años a reconocer que la Argentina marchaba por un camino seguro que conducía a un creciente déficit de generación energética con recursos propios, llevó a afectar la dinámica de las exportaciones y de las importaciones de combustibles, determinando un rojo de más u$s8.000 millones al año y con ello atizando el fuego del desequilibrio fiscal y elevar las perspectivas de una nueva crisis macroeconómica.

Para peor, las prohibiciones que impuso la Unión Europea a la compra de biodiesel argentino determinarán una pérdida de exportaciones de más de u$s1.500 millones al año y una ampliación similar del rojo energético, porque las autoridades se resisten a ampliar el corte con las naftas y el diesel para uso como carburante en los automotores, como ha hecho rápidamente Indonesia.

Sangría por pago de deudas
La implementación del crédito altamente subsidiado, con un costo muy inferior a la tasa devaluación del peso, llevó a muchos productores y en especial a firmas exportadoras a suscribirlo. La consecuencia en términos cambiarios fue la reducción en más de u$s3.700 millones del ingreso de divisas en el primer semestre para prefinanciar y financiar exportaciones, a un ritmo de más de u$s7.000 millones en un año.

Así surge de las estadísticas del Banco Central de la República Argentina. De u$s14.929 millones que ingresaron por esa vía en el primer semestre de 2012, equivalente a 36,3% de las exportaciones totales del período, un año después se contrajo a u$s11.210 millones, representando 28,8% del total de las ventas al resto del mundo.

Para revertir ese rojo no sirven más medidas compulsivas, porque la respuesta no será positiva, ni en términos de generación de divisas con aumento de la deuda externa privada, porque su costo duplica al que se puede pagar en la banca local, ni en términos de inflación, porque encarecerá los costos de la cadena de valor de ese sector, y por tanto mucho menos en términos de actividad y empleo.

Mientras que no se reconozca que imponer cepo cambiario a toda la economía, exigir presentaciones de declaraciones juradas de necesidades de importación -las cuales se aprueban discrecionalmente y con ello afectan la actividad productiva de varias industrias y servicios y ahora se agregó la exigencia del financiamiento anticipado en el exterior-, será imposible recrear la confianza en la moneda nacional cabe esperar que se agudicen los desequilibrios fiscales y del sector externo y con ello se acentuará la hemorragia de las reservas del Banco Central, con costos crecientes en términos de pérdidas de oportunidades para captar inversiones, generar empleos y mejorar la calidad de vida del conjunto de los habitantes.

Cada vez más argentinos ahorran dólares consumiendo

Se trata sin dudas de una las grandes paradojas que ha provocado en los últimos 20 meses el cepo cambiario, facilitada por el ingenio criollo, curtido tras más de medio siglo en que las autoridades de turno inventaron atajos en materia de política económica para lograr resultados que parecen deslumbrantes en corto plazo, pero que siempre derivaron en crisis profundas, por la falta de sustentabilidad.

Se sabe desde los primeros tiempos que la economía alcanzó el estadio de ciencia que el ingreso, sea de una familia o empresa, se distribuye luego entre consumo o gasto y ahorro (éste es posteriormente transformado en inversión). De ahí que parecería una incongruencia hablar de que se opta por consumir como camino para el ahorro.

Sin embargo, en la Argentina esa secuencia es posible, como ha ocurrido en varios pasajes en los 70 y 80, donde también se vivía, como hoy, con altas tasas de inflación y tipos de cambio diferenciales. Muchas veces el país ha buscado diferenciarse del resto del mundo, pese a que en forma repetida los resultados alcanzados lejos estuvieron y están de ser envidiados por el resto del planeta.

Eso es lo que primero que se manifestó en el caso del gasto en turismo en el exterior, luego en el mercado de automóviles y ahora comienza a generalizarse en el caso del mercado de camiones.

Con la electrónica ocurre algo parecido, aunque es más complejo separar cuánto de la demanda se origina en el efecto impulso que alienta la velocidad de la innovación y lanzamiento de productos con tecnología que parece de futuro, y cuánto a la brecha entra la conversión del precio interno al cambio oficial y a la cotización en el mercado libre del dólar.

Ejercicio que se traduce en pérdida de reservas y de empleos
Cuando un viajero hace gastos en el exterior con su tarjeta de crédito -hasta ahora la AFIP no se ha animado a ponerle límites- compra en la moneda de cada país, pueden ser dólares, reales, uruguayos, euros, yenes, etc., pero en su liquidación en el resumen de la tarjeta se convierte a dólares, los cuales paga en pesos al cambio oficial más el recargo de 20% a cuenta de anticipo de impuestos.

Sin embargo, al momento de hacer la compra, y más aún al momento del pago, son pocos los que no caen en la tentación de convertir esos consumos a pesos, con el recargo incluido, al cambio libre. En ese momento descubren que su ahorro en moneda extranjera fue de 25 a 26 por ciento.

La brecha se amplía si además luego se coteja el valor del bien adquirido o consumido en el exterior con el que rige en la Argentina, sea una gran comida, un producto electrónico, ropa de todo tipo o el ajuar para su bebé. En algunos casos, la magnitud del ahorro en dólares equivale a casi tres veces al monto efectivamente consumido.

Ese ejercicio ha hecho que sólo en el primer semestre los gastos del turismo en el exterior se multiplicaron por más de 2,5 en comparación con un año atrás.

En el caso de los automotores se observa la creciente preferencia de las familias y empresas por los equipos importados, al punto que de representar 59% en los primeros 8 meses de 2012 ahora significan más de 63%. En agosto, la estadística de ADEFA mostró cómo frente a una retracción de 10% de las entregas a concesionarios de unidades armadas en las terminales, se contrapuso un salto de 47% de los importados.

Una brecha más marcada comenzó a abrirse en el caso del segmento de los camiones, los cuales si bien representan un mercado sensiblemente menor al de los automotores, tienen un valor sensiblemente superior.

La consecuencia de ese escenario, que los economistas definen como un claro deterioro de los precios relativos, porque esas singulares brechas de precios que se advierten también en el caso de los servicios públicos y privados, no parece sostenible en el tiempo, sobre todo porque los diferentes indicadores de actividad han comenzado a reflejar síntomas de saturación, con el consecuente impacto negativo sobre el empleo, al desalentarse el consumo de bienes de producción interna.