Más inconsistencias en la medición del nuevo PBI

El viernes último el Ministerio de Economía cumplió con la promesa de informar el resultado de la revisión del método de cálculo de la generación de riqueza por el conjunto de los residentes a precios de 2004, a partir de la nueva metodología que sigue para medir la inflación, empalmando con la serie a precios de 1993. Sin embargo, lejos de haber contribuido a disipar la pérdida de credibilidad de las cuentas públicas las ha potenciado, principalmente las elaboradas por el Indec y Economía.

Es que ahora las cuentas nacionales reflejaron claras incongruencias, tanto con la serie anterior como también con la realidad, además de haber transparentado parte de los enormes costos monetarios y sociales que provocó la intervención de forma el Indec por parte de Guillermo Moreno, como ya he analizado en varias notas entre el viernes y lunes último.

A modo de rápido repaso destaco que la reestimación del PBI utilizando precios más cercanos a la realidad corrigió la pérdida de representatividad de los productores de bienes, y redujo la exagerada sobreponderación que habían adquirido los servicios. Pero sorprendió que entre éstos, se observaran varios casos que ahora tienen más contribución a la generación de riqueza, como el comercio, y en menor medida los servicios sociales y de hotelería y restaurantes.

El punto es que si en los servicios en general se calcula su PBI en términos reales a partir de valores monetarios a los que se le saca el efecto de la inflación, si el deflactor pasa de 10% como estimaba el Indec con la estructura de gastos de 1993 a un rango más cercano a 25% como para 2013 midieron las consultoras privadas y en parte corrigió el nuevo IPC Nacional Urbano desde enero último, tendrían que haber crecido en valores constantes menos, y por tanto haber perdido peso en el total.

También se explicó cómo sorprendió el fuerte aumento del PBI en pesos corrientes, y consecuentemente en dólares al cambio oficial promedio de 2013, porque, como analicé en la semana, era de esperar que los productores de bienes aumentaran su incidencia en el cálculo en pesos, no en términos reales porque en ese caso las cifras eran indiscutibles (cantidad de automotores, cosechas, fabricación de bebidas, acero, cemento, refinación de petróleo, etc.), mientras que entre los servicios se esperaba estabilidad del PBI en pesos corrientes que se había informado a precios de 1993, pero menor crecimiento en términos reales. Pero no fue así: el PBI en pesos corrientes de los servicios se elevó en más de 293.000 millones para 2012, equivalente a 1.580 dólares por habitante al tipo de cambio oficial.

Sobreestimación de la apertura de la economía

Otras grandes incongruencias que surgieron en las nuevas cuentas nacionales que pude detectar fue en el caso de los componentes de la oferta (PBI más importaciones) y demanda global (consumo público y privado, inversión y exportaciones), en particular en el grado de apertura de la economía, la cual se mide como proporción del PBI que tiene la suma del comercio con el exterior (compras y ventas). A precios de 1993 esa relación era de 25,4%, mientras que a precios de 2004 se elevó a casi 40 por ciento del PBI.

Como se sabe, las exportaciones totales en el último año sumaron 81.660 millones de dólares y las importaciones u$s73.656 millones, equivalente en forma agregada a 31,2% del PBI, con un superávit resultante de 1,6% del producto. Sin embargo, de las nuevas cuentas nacionales surgió que el resultado del intercambio fue deficitario en 4,7 puntos del PBI. Ese desequilibrio pudo haber explicado la crisis cambiaria de fines de 2013 y principios de 2014 que derivó en la devaluación del peso del 15% en un día y 25% en un mes. Pero no fue así, aun cuando se expliquen uno o dos puntos porcentuales por el déficit que generan los seguros y fletes de esas transacciones con el resto del mundo.

En donde no dejó dudas la reestimación del PBI fue que no pudo ocultar como desde el cepo cambiario de fines de 2011, las importaciones que se quisieron limitar disminuyeron menos que las exportaciones y la tasa de inversión de la economía interrumpió el ritmo de aumento de los años previos, retornando a la gravitación que tenía seis años antes.

El Baade, un símil del Bono Patriótico 2001

En los primeros días de agosto de 2001, como uno de los últimos recursos para salvar el régimen de convertibilidad fijo de un peso por dólar, en lo que finalmente fueron los meses finales del gobierno de la Alianza, el ministro de Economía Domingo Cavallo y el viceministro Daniel Marx ofrecieron a un grupo de empresarios en el Palacio de Hacienda la suscripción de un Bono Patriótico por un total de u$s1.000 millones, con una tasa de 7,5% anual por adelantado.

Ahora parece asistirse al mismo escenario, tras el fracaso de la suscripción de Cedines en el primer tramo del blanqueo, que está vigente, pero al que muy pocos adhieren, con el propósito de “sostener el modelo y compensar la sostenida pérdida de reservas en divisas del Banco Central”, justifican en el Gobierno. Se advierte que tanto de Economía como de Comercio se “invita” a los empresarios a ingresar dólares del exterior, por la vía de prefinanciación de exportaciones o para encarar proyectos de inversión en infraestructura, como las energéticas.

Primero fue a las cerealeras, luego a petroleras y bancos, también a cadenas de supermercados, ahora a las mineras y automotrices, pero la respuesta no ha sido auspiciosa, más allá del compromiso formal de análisis para no aparecer como descorteses frente a las presiones de Guillermo Moreno.

Facilidad insuficiente
La Secretaría de Finanzas volvió a destacar en la convocatoria a una nueva recepción de solicitudes de suscripción (la octava) del “Bono Argentino de Ahorro para el Desarrollo Económico (Baade)”, que no será limitada al programa de exteriorización, como originalmente surgía de la Ley 26.860 de Exteriorización Voluntaria de la Tenencia de Moneda Extranjera en el País y en el Exterior, así como del decreto 1.503/2013 y la resolución del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas 256/2013.

De este modo, se habilitó la suscripción registrable o al portador, en dólares billete o con transferencias del exterior, a quienes ingresen fondos propios en blanco o incluso tomen deuda en el exterior, pero con la condición de que suscriban Baade y lo mantengan en su poder hasta el vencimiento en 2016, a cambio de una renta fija de 4% anual.

La oferta no luce atractiva, habida cuenta de que no se trata de la habilitación de ingresos de capitales para reanimar la producción productiva, en particular en el área energética, sino lisa y llanamente de inducir al endeudamiento en el exterior de las empresas privadas, ante la imposibilidad del Gobierno nacional mientras no cierre el capítulo del default con los holdouts, y en especial con el Club de París -que requiere, para destrabarlo, aceptar la auditoría del artículo IV del FMI-, a un costo elevado.

Hoy, por ese escenario de cierre al mercado internacional de capitales y la pérdida de los superávit gemelos, comercial y fiscal, el índice de riesgo país se ubica en 860 puntos básicos. Esto significa que quien tome un crédito en el exterior deberá afrontar un costo mínimo cercano a 9% anual en dólares (860 pb de riesgo país sobre una tasa del Bono del Tesoro de los EEUU de 0,6% anual a tres años), para obtener una renta interna prometida de apenas 4% anual. No parece un negocio atractivo.

Incluso, en el caso de las grandes compañías exportadoras, en particular las que tienen casas matrices en el exterior, es posible que puedan acceder a endeudamiento directo a un costo sensiblemente menor, en comparación al que pagarían si lo tomaran con una entidad bancaria, pero salvo un compromiso “patriótico” no hay razones para desviar fondos a un país que se ha mostrado en los últimos tiempos hostil con el capital, y en particular con la inversión extranjera directa y los acuerdos comerciales con las principales potencias, al virtualmente prohibirse el pago de dividendos a no residentes.

De ahí que la compra de un “bono patriótico”, como en 2001, está llamado al fracaso, porque en simultáneo el Gobierno no toma las medidas correctivas de su mal llamado modelo económico, tanto en lo que respecta a acciones de política económica, como de sus ejecutores.

Por tanto, en la medida en que, agravado por el cuadro de convalecencia de la presidente Cristina Kirchner, se persista en buscar paliativos de las consecuencias del deterioro que sufre la economía y en especial gran parte de la sociedad, como ocurre desde fines de 2007, cuando se decidió intensificar los controles, exacerbar el consumo en detrimento del ahorro y la inversión, aislarse del mundo con la apertura de conflictos comerciales en varios frentes, e imponer cepos y restricciones a cualquier demanda de moneda extranjera, sea para ahorro, viajes o incluso para compra de insumos para la producción, se asegurará agravar los desequilibrios, antes que reducirlos. Eso es lo que parece reflejar la escalada del dólar libre en las últimas semanas.

Otra vez, cómo surge el valor del dólar libre

En menos de seis meses volvieron a aparecer declaraciones de funcionarios públicos sobre quién determina el valor del dólar libre. En la última semana fue el turno del viceministro de Economía, Axel Kicillof, cuando dijo que “nuestro sistema financiero se ha dedicado más a la timba que a (financiar) la producción y el consumo” y que los “bancos deben subordinarse al objetivo central (del Gobierno) que es el crecimiento con inclusión social”. Y además, los acusó públicamente de “tener vasos comunicantes con el mercado ilegal del dólar”.

Es que tras un veranito, donde a través de la capacidad del Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, de inducir a los principales operadores de las casas de cambio para que se abstengan de operar, la cotización del dólar libre perforó el piso de los $8 por dólar, en julio se reactivó la demanda del billete y su precio volvió a volar sobre los $9 por dólar. Hasta que nuevamente se ensayó un nuevo feriado virtual para inducir a una nueva baja del billete.

En ese escenario es que surgió la denuncia oficial de que los bancos son responsables de “tener vasos comunicantes con el mercado ilegal del dólar”, aunque no se demostró con datos concretos, pese a la abundancia de estadísticas del Banco Central y de las certezas que tiene la Secretaría de Comercio de quiénes son los principales actores en el mercado paralelo.

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