Zannini, ¿un cátodo o un ánodo?

Dardo Gasparre

Es lugar común decir que la designación del candidato a vicepresidente del Frente para la Victoria (FPV) ha profundizado la polarización del electorado. Se recordará, o se googleará en este momento, que el término es una metáfora del proceso de la electrólisis, en el cual los iones negativos son atraídos por uno de los electrodos, el ánodo, y los positivos, por el cátodo.

No querría comprarme ese concepto de la profundización en términos del electorado en general. Para un no peronista el efecto electoral es neutro. No iba a votar por el justicialismo en ninguna de sus pieles, y esta designación solo aumenta su odio o su indignación. De modo que este dedazo únicamente refuerza la convicción, pero no cambia el peso del voto, ya que no se escruta la intensidad.

La pregunta interesante es si la soberbia de Cristina Fernández no la ha impulsado a subestimar a sus partidarios al dar por descontado el voto en manada por cualquier candidato que designase, por estrambótico que fuese; si no ha nacido una fuerte polarización, pero interna.

¿Será entonces Carlos Zannini un cátodo, que atraerá las voluntades positivas de todos los partidarios justicialistas? ¿O un ánodo, que concitará todas las negatividades o una cantidad importante de ellas?

Ya de por sí el mismo Daniel Scioli no es un aglutinador interno entusiasmante del justicialismo, un cátodo, aunque la obsecuencia lo haga aparecer ahora como un personaje de la ópera Evita, halagado por el coro de adulones para congraciarse con la jefa.

Siguiendo con la metáfora, me cuestiono si la introducción masiva de La Cámpora en las listas no creará una polarización anódica dentro del aluvión peronista. No sería la primera vez que los intendentes y otros capitostes “hiciesen la suya” y ordenasen cortar boletas, disconformes con las decisiones de la conducción a cargo de la franquicia. Y también debemos ser respetuosos y suponer que existe una cantidad considerable de partidarios con pensamiento propio.

La Cámpora es como el kirchnerismo y su máxima conductora: odia la experiencia, el conocimiento, desprecia los títulos y los pergaminos, lo quiere todo ya, salta por sobre todas las trayectorias. ¿Será eso tan fácil de aceptar por el peronismo? Porque si los votantes piensan por cuenta propia, bien pueden hacer estas diferenciaciones. Y si votan como manada, habrá que ver qué ordena cada uno de los “pastores” del conurbano.

Como esta vez la capacidad de sanción será menor en caso de derrota del FPV, no habría que dar por sentado que los dirigentes justicialistas clásicos aceptarán suicidarse o ser desplazados a dedo por La Cámpora, “un puñado de imberbes que ahora quiere gobernar”, parafraseando al numen del movimiento.

Al mirar hacia afuera del partido hay que agregar que en la provincia de Buenos Aires, la oferta a gobernador del FPV no es exactamente deslumbrante. La imagen de Aníbal Fernández no es buena ni dentro ni fuera del peronismo, ni hablar de Martín Sabbatella. La de Julián Domínguez es lábil. Y el candidato a diputado en primer término no es presentable. Todos se aferran al palazzo de la jefa.

Si esta idea de la polarización interna negativa fuera válida, tanto en las PASO como en primera vuelta sectores importantes del peronismo podrían inclinarse a votar por otra fuerza o a resucitar la opción Massa. Es de suponer que Macri y su visir ecuatoriano comprenden que deben seducir a esa porción de iones, perdón, de votantes.

Si Massa o De la Sota recibieran un caudal relevante de justicialistas rechazados por esta polarización en las PASO, la primera vuelta no consagrará un presidente, y la segunda vuelta requerirá un enorme poder de convicción y liderazgo para direccionar al votante del Frente Renovador hacia donde decida su jefe, o para captar a ese votante por parte de Macri.

Complicada esgrima, porque así como luce muy difícil que un peronista convencido y doctrinario vote por Macri, también lo es que vote por La Cámpora o por Zannini.

Queda una pregunta-reflexión. Conociendo las debilidades que hemos planteado, ¿por qué Cristina se da el lujo de prescindir de sí misma como candidata, cuando sería una candidata superadora de cualquiera de los candidatos posibles a gobernador o diputado, al ejercer un efecto tracción supuestamente imbatible?

¿Está cansada y quiere retirarse, como dicen algunas versiones? No lo creo.

¿Confía en la fortaleza de sus candidatos? Tiene muchos años de política como para equivocarse en esa evaluación. Los candidatos que está presentando son pobres.

¿Es un ataque de republicanismo democrático? Bromas no.

Entre la confusión de las encuestas pagas de todos, ¿intuye un revés importante y no quiere ser la mariscala de la derrota? ¿O no quiere ver reducido su 54 % de voto lástima?

Dejo abierta la última pregunta. Vale una elección.

Claro, de ser derrotado el FPV, ella no sería la mariscala de la derrota. Pero sí su arquitecta. Su sueño hecho realidad.