El servicio de Tucumán a la república

Dardo Gasparre

El terrible escupitajo a la peor cara del kirchnerismo fue un servicio de Tucumán a la república.

No se trata solamente de un desafío ni de un acto de valentía o rebelión frente a un Gobierno con los peores métodos de sometimiento desde los abusos de los ingenios azucareros de principios del siglo XX, que fueron desde la esclavitud económica hasta la servidumbre sexual.

Se trata de indicar el camino que seguramente deberemos recorrer desde aquí a octubre, desde octubre al 10 de diciembre y luego a lo largo de los próximos cuatro años, quienquiera fuese el candidato ganador en las elecciones generales.

Tuve la suerte, o la desgracia, de anticipar este mecanismo que comenzó el lunes 24 en la nota que publicara en Infobae hace 3 semanas.

Allí hablaba de la necesidad de tomar la calle, no ya como un mecanismo de catarsis, sino como un resorte de poder, o para influir permanentemente en el poder.

Independientemente de que no es esperable que ni José Alperovich, ni Juan Luis Manzur, ni Daniel Scioli (ni Cristina, obviamente) hagan absolutamente nada para corregir el resultado de la elección tucumana, ni tampoco para mejorar el sistema de aquí a octubre, la instantánea reacción de la gente se va a entronizar como un sistema de plebiscito permanente que deberemos usar sin asco ni miedo.

La reciente decisión de crear otro ente con funcionarios eternizados y atornillados para “cuidar” las acciones de empresas privadas en manos del Estado termina de mostrar todas las caretas que está dispuesto a usar el kirchnerismo peronista para quedarse con el poder y para sabotear cualquier intento de salida racional del despropósito que ha procreado y cultivado en estos años.

El Gobierno, que dilapidó de mil maneras los fondos que pertenecen a los jubilados, desde el regalo de dos o tres millones de jubilaciones hasta la venta de sus bonos en dólares a precios de oferta para frenar el blue, la desnaturalización y la expoliación multipropósito de su fondo de reserva y el reviente de sus posiciones en dólares, ahora quiere hacer creer que defiende las acciones que robó a las AFJP y sus aportantes.

Para ello impulsa una ley que será aprobada por mayoría simple, pero que requiere 75 % de votos favorables para vender una acción de Clarín (no de YPF, porque eso es otro negocio), pero puede ser derogada por mayoría simple, otra precariedad de prepotencia legal y jurídica. También técnicamente impugnable por inconstitucional (ley de sociedades).

En definitiva, el kirchnerismo, o Cristina, que no se resigna a morir políticamente, usará el Congreso dividido para impedir gobernar, como también expliqué en esta nota en Infobae hace 3 meses.

El peronismo, con su tradicional mezcolanza de ideología barata e ignorancia, siempre ha dejado de herencia a la república una sociedad caótica, un país exangüe y un sistema de poderes corrupto y paralizante. Por eso los golpes de Estado fueron en general aceptados como mal menor para borrar lo que no se podía borrar jurídicamente, toda una paradoja.

El cepo jurídico será ahora el Congreso de la Nación.

Sobre todo en el crucial primer año, ese Congreso estará en contra de quien fuera que gobierne. Por acción o por omisión. Por lo que vote o por lo que no vote.

La plaza de los dos Congresos deberá entonces ser el escenario de muchos Tucumanes, de un Tucumán semanal, de una presión ciudadana incontenible para que se pueda hacer lo que haya que hacer, sin importar quién fuera el presidente de la nación.

Este Congreso, que seguirá con impronta kirchnerista aun en minoría, y por la escasa calidad de la mayoría de sus anónimos componentes, no es capaz de pensar. Cualquier legislación que de él emane, o que no emane, será nociva para la nación.

Aun cuando se hiciera realidad el sueño imposible de algunos y Scioli decidiera ser Alvear, o Menem aunque fuere, el Congreso no lo dejaría.

La forma de romper ese conflicto deliberado de poderes al que se nos ha condenado es con la presión popular. Organizada, pero instantánea, certera, concreta y valiente. Respirándoles en la nuca a los legisladores.

Esa es nuestra tarea a partir de mañana. Usar la herramienta que acabamos de descubrir. El pueblo no delibera ni gobierna. Pero presiona, reclama, controla, denuncia y exige en la calle. Todos los días. El pueblo mete miedo a los autoritarios, a los tiranos y a los corruptos. Esa es, desde hoy, nuestra tarea política.

Aunque tengamos que importar tucumanos para que aporten sus hormonas.