Donald Trump, el aprendiz de presidente

Poco antes de conocerse el aplastante y lapidario triunfo de Donald Trump en las primarias de Indiana, El Mundo de Madrid daba a conocer una encuesta de Rasmussen en todo Estados Unidos que, por primera vez, daba el triunfo al magnate en un hipotético enfrentamiento con Hillary Clinton.

Es temprano para pronosticar un cambio en la tendencia que por más de cinco puntos favorecía hasta marzo a la ex primera dama, pero el nuevo sesgo no es una novedad en la breve historia de la campaña presidencial del raro magnate, que ha venido desafiando y destrozando los pronósticos de sondeos y expertos politólogos. La derrota de Clinton frente a Bernie Sanders es un dato relevante.

El deshilvanado discurso de Trump toca fibras que se suponían tensas en muchos sectores profundos del pueblo norteamericano, pero que parecían atemperadas o superadas por los criterios modernos de relación entre países y la concepción de una sociedad universal.

La globalización, que los norteamericanos pensaron originalmente como una proyección mundial de sus mercados, ha tenido un efecto contrario muchas veces, que no fue contrarrestado con la flexibilización necesaria para enfrentar la competencia internacional, en especial en el aspecto laboral-sindical y también en el proteccionismo paraarancelario. Continuar leyendo

Para las transnacionales el mundo es una offshore

Mientras nosotros, pobres vasallos de países populistas marginales, tenemos que recurrir a la modesta offshore panameña para evitar que el Estado decida que los dólares que tenemos en el banco valen un tercio de lo que valían ayer y nos impida venderlos o determine que debemos vendérselos a la mitad de su valor, las trasnacionales han resuelto el problema con mucha mayor inteligencia, obvio.

Particularmente las empresas norteamericanas; a través del instrumento más potente del capitalismo moderno, la hipocresía, han logrado convertir a cualquier país en un paraíso fiscal y a cualquier afiliada, en una offshore. Se enfrentan ahora no contra el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) amigo, sino contra el propio presidente Barack Obama, en una lucha que imaginan ganada porque el republicanismo del Congreso y la estolidez de los postulantes a sucederlo lo garantizan.

Usan para ello diversos recursos. Uno de ellos es vender su empresa norteamericana a alguna pequeña empresa en Europa, Canadá o China, o fusionarse con ella y transformarla en su domicilio fiscal, por lo que pagan la tasa del país de nuevo domicilio. Tal es el caso de Pfizer, que intentó fusionarse con una pequeña empresa irlandesa, país cuya tasa de impuestos es tres veces menor que la de Estados Unidos. Este mecanismo que se conoce como de Investment Approach elude impuestos sin infringir la ley norteamericana. Continuar leyendo

¡Vamos, Carlitos (Marx), todavía!

Como prometí en mi nota de hace dos semanas, que se puede ver aquí, seguiré analizando el sistema económico mundial, por llamarlo de algún modo. Retomemos el tema con una afirmación simplista, pero esencial: la democracia norteamericana no tolera una recesión. Ningún político tiene las condiciones de estadista para soportar un segmento de ciclo económico de esa naturaleza.

Tampoco los ciudadanos votarían por nadie que tolerase una recesión. La genial predicción de Alexis de Tocqueville se ha cumplido: la democracia es un gobierno de mediocres para mediocres. Y puede evolucionar para peor. Con toda mala fe, mostraré la presente elección presidencial de Estados Unidos como ejemplo. La defensa descansa.

Tal voluntarismo de gobierno y gobernados se llama populismo, aunque muchos premios nobeles inventen complicadas ecuaciones y teorías para justificar cualquier locura que se haga para evitar las recesiones. Hay otros matices a tener en cuenta. La globalización ha fallado en crear empleos. Sólo los ha redistribuido. La creencia de que el trabajo era elástico no está funcionando. Hay un problema de dimensión de la masa poblacional que no es irrelevante. Eso lo sienten los trabajadores norteamericanos y europeos, y se ve en sus votos. Continuar leyendo

Argentina, ¿precursor en la inflación mundial?

Siempre se dijo que el mundo estaba inundado de dólares. Hoy quedan pocas dudas. Un contexto menos imperialista lo pone además en evidencia tras interconectar y liberar los mercados. Pero parece que la inundación de papelitos verdes no es suficiente y ahora será deliberada, sistemática y perversa.

La idea que varios delirantes barajan es producir inflación core en Estados Unidos, vía emisión descarnada. Impresión de billetes. Esto suena tan absurdo y criminal como si un Gobierno echara Gamexane en el agua potable para matar los mosquitos y otras plagas. Para asegurar el éxito de semejante plan, también se plantea la idea de aumentar los salarios por ley, por encima de las pautas normales de la economía.

Esto no es nuevo. Franklin Roosevelt hizo lo mismo con los salarios en la Gran Depresión, y por supuesto que con la inflación contenida en su inútil New Deal. También Gran Bretaña —con la conducción personal de John Keynes— aplicó ideas similares que terminaron en una pavorosa devaluación de la libra, un colosal default disimulado bajo el nombre de inconvertibilidad de la libra, que licuó todas las reservas mundiales —que sufrió Argentina— y en la depreciación del imperio a un ex país de primera, en los últimos puestos de la tabla.

La crisis del 2008, originada en el robo de los grandes bancos mundiales mediante los subprimes, terminó de poner en evidencia algo que ya venía observándose desde siete años antes: la economía mundial no alcanzaba a mantenerse por su propio impulso, no había suficiente generación de nuevos empleos, la apertura comercial había sido exitosa en incorporar nuevos participantes y distribuir ingresos, pero no en agregar riqueza global real. Continuar leyendo

Migrantes: entre la sensibilidad y la geopolítica

Poco antes del ataque a la Amia almorcé con el embajador iraní en Argentina, como parte de una rutina semanal de mi diario.

En esa charla, le pregunté a Hadi Soleimanpour si creía que la política de enfrentamiento con Occidente era lo mejor para su pueblo. Su respuesta fue frontal y brutal: “Si no nos opusiéramos a Estados Unidos, ni siquiera nos tendría en cuenta. De este modo, somos una amenaza latente que tiene que respetar y considerar”.

Si bien la charla era off the record, me pareció una respuesta demasiado descarnada y sincera para un diplomático. Pero luego comprendí que Irán quería que se supiese universalmente que esa era su línea inamovible de política exterior. Desaparecida la URSS, transformarse en el nuevo demonio era una alternativa no solo interesante, sino imprescindible en la concepción persa.

Irán ha seguido esa línea al pie de la letra en la región. Con la diplomacia, con el financiamiento del terror, usando su disfraz de nación cuando le conviene y su ropaje de islam cuando quiere atravesar y romper todas las convenciones.

No hay que confundir la fe individual con el concepto liminar político del ayatollah Ali Khamenei: la creación de un califato islámico. Lo que originalmente fuera un desvarío de un sector de descarriados, los chiitas, tanto en las formas como en el fondo, hoy es credo en casi todas las ramas y las sectas musulmanas: La yihad, que originalmente era una obligación religiosa, hoy se interpreta casi unánimemente como la obligación de todo musulmán de morir para imponer el islam. La yihad ya no es religión. Es política. Continuar leyendo