Para las transnacionales el mundo es una offshore

Mientras nosotros, pobres vasallos de países populistas marginales, tenemos que recurrir a la modesta offshore panameña para evitar que el Estado decida que los dólares que tenemos en el banco valen un tercio de lo que valían ayer y nos impida venderlos o determine que debemos vendérselos a la mitad de su valor, las trasnacionales han resuelto el problema con mucha mayor inteligencia, obvio.

Particularmente las empresas norteamericanas; a través del instrumento más potente del capitalismo moderno, la hipocresía, han logrado convertir a cualquier país en un paraíso fiscal y a cualquier afiliada, en una offshore. Se enfrentan ahora no contra el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) amigo, sino contra el propio presidente Barack Obama, en una lucha que imaginan ganada porque el republicanismo del Congreso y la estolidez de los postulantes a sucederlo lo garantizan.

Usan para ello diversos recursos. Uno de ellos es vender su empresa norteamericana a alguna pequeña empresa en Europa, Canadá o China, o fusionarse con ella y transformarla en su domicilio fiscal, por lo que pagan la tasa del país de nuevo domicilio. Tal es el caso de Pfizer, que intentó fusionarse con una pequeña empresa irlandesa, país cuya tasa de impuestos es tres veces menor que la de Estados Unidos. Este mecanismo que se conoce como de Investment Approach elude impuestos sin infringir la ley norteamericana. Continuar leyendo

Migrantes: entre la sensibilidad y la geopolítica

Poco antes del ataque a la Amia almorcé con el embajador iraní en Argentina, como parte de una rutina semanal de mi diario.

En esa charla, le pregunté a Hadi Soleimanpour si creía que la política de enfrentamiento con Occidente era lo mejor para su pueblo. Su respuesta fue frontal y brutal: “Si no nos opusiéramos a Estados Unidos, ni siquiera nos tendría en cuenta. De este modo, somos una amenaza latente que tiene que respetar y considerar”.

Si bien la charla era off the record, me pareció una respuesta demasiado descarnada y sincera para un diplomático. Pero luego comprendí que Irán quería que se supiese universalmente que esa era su línea inamovible de política exterior. Desaparecida la URSS, transformarse en el nuevo demonio era una alternativa no solo interesante, sino imprescindible en la concepción persa.

Irán ha seguido esa línea al pie de la letra en la región. Con la diplomacia, con el financiamiento del terror, usando su disfraz de nación cuando le conviene y su ropaje de islam cuando quiere atravesar y romper todas las convenciones.

No hay que confundir la fe individual con el concepto liminar político del ayatollah Ali Khamenei: la creación de un califato islámico. Lo que originalmente fuera un desvarío de un sector de descarriados, los chiitas, tanto en las formas como en el fondo, hoy es credo en casi todas las ramas y las sectas musulmanas: La yihad, que originalmente era una obligación religiosa, hoy se interpreta casi unánimemente como la obligación de todo musulmán de morir para imponer el islam. La yihad ya no es religión. Es política. Continuar leyendo