Para que no fracasen las marchas

Por segunda vez en poco tiempo ha fracasado una marcha contra el Gobierno convocada a través de las redes.  Lejos de plasmar una crítica o una protesta a la acción gubernamental,  terminaron siendo una especie de respaldo a su gestión, ya que el kirchnerismo enarbola ese fracaso ajeno como una victoria propia.

¿Cómo es posible que habiendo tanta gente indignada por tantos motivos, fracase un llamado  de estas características, justamente convocado para mostrar esa indignación? A esta altura, es bueno que los organizadores, si puede llamárseles así, en vez de acusar a la gente de indiferente se pregunten qué están haciendo mal.

Las redes sociales son muy populares y exhiben números de visitas impactantes, sin embargo, no han podido aún cobrar real protagonismo en el aspecto político.  Me refiero especialmente a Twitter y luego a Facebook, las dos redes por excelencia.  Me concentraré en 3 elementos. La organización de las marchas. La falta de motivación y objetivos.  El formato y estructura de liderazgo.

Organización

Los líderes naturales de las redes, particularmente de Twitter, están mal acostumbrados. Su liderazgo se basa en su ingenio, en algunos casos en el conocimiento, en otros en la información, el contenido multimedia o la opinión que postean.  En ningún caso requieren organizarse, ni tienen demasiada idea de cómo hacerlo. Y hasta creo que no advierten la necesidad de hacerlo.

No parece suficiente ponerse de acuerdo entre algunos twitter stars para fijar un día, crear un hashtag y tratar de viralizar la convocatoria.  Al principio, como ocurrió con Blumberg, la gente reacciona por su enojo y concurre. Entusiasmarse por eso e insistir y persistir  convocando a marchas como si se tuviera la llave de la voluntad popular es, además de un acto de soberbia, un acto de inocencia que lleva a la frustración y resulta contraproducente.

Convocar por Twitter es una mínima parte de la comunicación.  Pero no es la organización. Cualquiera que haya organizado un cumpleaños sabe que hay toda una técnica para lograr la concurrencia.

Se necesita convocar grupos, y para ello se necesitan líderes. No líderes tuiteros, líderes de calle. Líderes que agrupen y conduzcan gente. Llamémosle punteros buenos, si quiere, pero hacen falta.  Se necesita trabajo de campo. Llevar medio millón de personas a la calle no se logra desde la comodidad de un smartphone o cambiando el nic por un hasthag.  “Animémonos y vayan”  no es el grito de guerra que inspirará a nadie.

Motivación y objetivos

Otro aspecto que se debe revisar es el de la marcha multipropósito. Protestar por la corrupción, la inseguridad, la justicia, las inundaciones, el cepo, el estado mental de los funcionarios, los ataques a la prensa, todo al mismo tiempo, puede ser justo, pero le quita potencia a la convocatoria, y también efecto.

Más grave que ello es la falta de objetivos. ¿Para qué se reúnen? ¿Cuál será el logro a obtener? Qué se espera cambiar y cómo? Si la gente vuelve a su casa sin haber siquiera intentado un objetivo, probablemente se frustre por mucho tiempo.

Es obvio que nadie espera, por otra parte, que la presidenta escuche algo o que no sea dicho por su propia voz.  De modo que las protestas contra ella serán estériles y sin ningún resultado,  y al único efecto de descargar la rabia que su gestión o su estilo pueda generar. Pero el resultado será siempre frustrante.

Para peor, las propias redes, al permitir el insulto libre, obran como catárticos, con lo que torna superflua la función de descarga emocional de las marchas.

Es importante elegir un tema convocante. Un destinatario concreto y declarado de la protesta.  Y un proyecto. Por ejemplo, si se elige la inseguridad, se debería confeccionar un compromiso de 4 o 5 puntos muy concretos que se exigirá firmar a los candidatos, so pena de ser repudiado en la marcha y expuesto a la opinión pública.

No debe temerse el ser acusado de fascista o alguna otra definición que los políticos con actitudes fascistas aplican a la gente que se queja por eso mismo.

Ese compromiso sobre un punto concreto será el elemento aglutinante, el objetivo a obtener y la misión de la marcha. Y seguramente logrará una alta difusión antes y después del movimiento,  al contrario de lo que ocurre hoy, donde los organizadores se quejan de la poca cobertura de los medios, cuando en realidad deben aceptar que no tienen propuestas para difundir, por lo menos de valor periodístico.

Y tal compromiso ayuda a los candidatos a ponerlo en práctica si asume, ya que estará cumpliendo un claro reclamo popular, por antipático que parezca.

Se me dirá  que es imposible ponerse de acuerdo sobre algunos puntos básicos. No lo creo. Creo en la ineficacia de los organizadores.            

Estructura de los grupos organizadores. Liderazgo

Parecerá una locura, pero hay elementos muy importantes que se pueden rescatar del funcionamiento orgánico y militar de la guerrilla de los 70, con fuertes bases teóricas. De ese mecanismo de funcionamiento tiene que aprender cualquiera que pretenda atribuirse el derecho a convocar gente.  

No me refiero al accionar asesino y artero final, sino al concepto de funcionamiento celular, al compromiso personal de cumplimiento de objetivos, a la planificación detallada y al apoyo de campo.

Tratar de comunicar vía las redes sin una estructura de apoyo y convocatoria en la calle es, como se está viendo, inútil y frustrante. Es como hacer una gran campaña publicitaria sin tener un producto para vender ni una  cadena de producción.

Los grupos influyentes y los stars de las redes, tienen un desafío que excede el de una simple marcha: el de transformarse en líderes sociales y políticos.  Casi diría que no pueden eludir esa etapa. Como dijera Etzioni, las organizaciones son sólo eficaces cuando sus líderes informales ocupan los lugares de los líderes formales.

¿De qué otro lugar sino de las redes saldría un líder político del futuro?

La pregunta retórica lleva a un punto esencial. La necesidad de líderes con cara, voz, acción. Los Evangelios fueron el Twitter de Cristo, se dirá.  Pero primero Cristo tuvo la precaución de predicar personalmente, de convivir con la gente y con sus discípulos, y finalmente, de morir en una cruz y resucitar.

No es que pretenda tal proeza de los stars de las redes. Sino que se entienda que las masas no se mueven empujándolas, sino guiándolas parándose delante de ellas. Ghandi desde su fragilidad y su sufrimiento crónico.  Mandela desde el martirio de su prisión. Si hubieran recurrido sólo a Twitter, sin bajar al lodo,  habrían tenido igual resultado que el #13N.

 Los apóstoles cristianos escribieron el Twitter de su época, los evangelios, pero dieron el testimonio de su presencia conductora y de su martirio. Como Pedro, que condenado a morir en la cruz, elige serlo cabeza abajo, para no morir como su Señor.

Si no quieren descender a la gente, o si tienen miedo de hacerlo, los tuitstar deberían continuar reclutando seguidores virtuales, no meterse en la vida real, que ensucia, desgasta, mata. Moisés se puso al frente de su pueblo. No le tuiteó: Si vos también estás harto, vayamos juntos a la tierra prometida. #goIsrael”

Sin metodología de organización, sin estructura y sin liderazgo real, convocar una marcha es convocar a una frustración.  Las redes serán un formidable mecanismo de acción social y política, o serán una “second life” virtual y catártica, pero intrascendente.

Antes de convocar alegremente, habrá que pensar si queremos ser líderes, con el durísmo compromiso callejero que ello implica.  Si no, sigamos consiguiendo seguidores con frases ingeniosas, que por lo menos no hace daño.

Siempre se puede luego culpar a la oposición y a los medios por su falta de hormonas, ¿no?