¿Los gobernantes de izquierda están por encima de la ley?

No sólo estamos en presencia de la más grave crisis de los gobiernos del socialismo del siglo XXI, sino ante la demostración más palmaria del espíritu antidemocrático de los gobernantes y los partidos ligados estrechamente al Foro de San Pablo.

Lo que sucede en cualquier país medianamente acostumbrado a las lides y las tendencias democráticas, vale decir, la alternancia en el poder, el respeto a la vigencia de la separación de poderes, la no manipulación de los períodos presidenciales y la libertad de prensa, en los países del ALBA y en otros del continente que se identifican o solidarizan con ese modelo, es objeto de políticas arbitrarias que afectan tales valores.

Sobre Cuba, según el último congreso de los dinosaurios comunistas, quedamos notificados: se mantendrá la ominosa dictadura de los Castro, sin señales de ninguna apertura, excepto la que, por la ruina de su improductivo sistema y para paliar el desastre económico, se vio obligada, con su acercamiento al odiado enemigo, el imperialismo yanqui, al que le echan la culpa de todos sus males y sus fracasos.

En casi todos los demás países, la democracia no es que haya sido debilitada, sino, francamente, demolida sin piedad y sin que el mundo libre se preocupe por los estropicios de personajes como Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Rafael Correa y Evo Morales, que han forzado las Constituciones para extender indefinidamente sus mandatos y niegan cualquier posibilidad de alternancia, porque decidieron que por fuera de su proyecto nada es admisible. Continuar leyendo

De receso

Justo ahora que el Estado colombiano, según avistamos, va a sufrir la peor humillación desde la dolorosa separación de Panamá. Cuando se prepara, con total cinismo un golpe de Estado por medio del establecimiento de un poder paralelo, o dual, como diría Gramsci o Lenin.

Porque, ¿de qué otra forma llamar a este esperpento, el presidente Juan Manuel Santos, que, en desafortunada declaración, confirmó estar negociando para avalar los “acuerdos de La Habana”? El tal “congresito”, al que le cambian el nombre por “Comisión Legislativa”, el mismo perro con distinta guasca, no es otra cosa que un golpe a nuestra democracia y a la constitución que la sustenta.

En su composición: al incorporar a individuos sub judice y condenados por delitos atroces y a personas no elegidas por el constituyente primario. En sus funciones: porque queda habilitada para renunciar a los tratados internacionales que en materia de justicia ha firmado Colombia y que según la retórica de “expertos” nacionales y extranjeros, como el delegado de la ONU, el exfiscal de la CPI y el presidente de la Corte Suprema, no pueden ser un obstáculo a la paz, para que las guerrillas se autoexculpen. Para inventar cárceles sin barrotes, penas sin cárcel, resarcimiento de víctimas sin reparación material, zonas vedadas a la Fuerza Pública, violar la Constitución Nacional

El presidente Santos ofende la inteligencia de la mayoría de colombianos creyendo que cambiándole de nombre a sus regalos pasarán inadvertidos. Por más que diga y repita que no habrá paz sin impunidad, sí la habrá, pues, penas sin prisión no dejan de ser una burla al sentido común. Continuar leyendo

La chispa que no encendió la pradera (I)

Poca atención, por no decir nula, es la que se presta a algunos acontecimientos internos y externos que tuvieron incidencia importante en la génesis de las guerrillas marxistas en Colombia y en Latinoamérica. Entre las tesis puestas a consideración, la gran mayoría da por sentada la plena validez de aquella que las explica como consecuencia directa de un cuadro social de profunda miseria, injusticias sociales, persecución y exclusión política. En el lenguaje político se expresa en la fórmula, aceptada casi inercialmente, de “las causas objetivas del conflicto social y armado”.

Sobre este asunto queda aún mucho por despejar tanto en sentido académico como en la retórica de las fuerzas políticas. Asumo que el problema es complejo, que no está saldado y que no tendremos un relato único a este respecto. La década de los sesenta merecen ser revisitadas en términos críticos, lo más lejano posible de posiciones militantes. Es difícil hacerlo porque sobreviven, a pesar del derrumbe del proyecto comunista, esquemas, clichés y rigideces.

Sobre la coyuntura internacional de aquellos años, marcada por la división del mundo en áreas de influencia entre las grandes superpotencias USA y la URSS, conocida como la “guerra fría”, es aconsejable observar de qué manera fue afectada Latinoamérica. Es recomendable remontar la mirada al vigésimo congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) de 1956 ya que en él se aprobó el “Informe Secreto” presentado por una comisión del partido que denunciaba los crímenes del régimen estalinista y el inicio del desmonte del mismo y del “culto a la personalidad” con el que se había elevado al “padrecito Stalin” a la categoría de un dios. También se aprobó la tesis sobre la posibilidad de la transición pacífica hacia el socialismo en los países democráticos utilizando los medios electorales. Ambas resoluciones dieron lugar a la más grande división del comunismo internacional en el siglo XX. Los comunistas chinos, en el poder desde 1949 y liderados por Mao Tze Dong, se opusieron a ambas y las calificaron de traición al marxismo-leninismo. Ellos se empecinaban en defender la obra de Stalin y en que la vía al socialismo tenía que ser a través de la lucha armada. Consecuencia inmediata y dramática, los partidos comunistas se dividieron en muchos países. El de Colombia, que surgía de nuevo a la legalidad y a la acción pública, gracias al Frente Nacional, tuvo su fraccionamiento interno. Una importante sección configuró el partido comunista marxista-leninista línea Beijing.

Un segundo acontecimiento que es preciso tener en cuenta fue el triunfo de la revolución de corte nacionalista liderada por Fidel Castro, el primero de enero de 1959. En poco tiempo la revolución se declaró comunista, enemiga del imperialismo yanqui, preconizó a nivel continental su ejemplo, agrupó a todos los movimientos de izquierda en un solo partido que abrazó la doctrina comunista y se alió con la Unión Soviética. En el seno del Comité Central se formó una sección llamada el Comité América, cuya función consistía en apoyar en todo sentido la revolución en el continente. El Ché Guevara fue el encargado de animar el ecumenismo de la revolución cubana con su teoría del “foco revolucionario”, que en pocas palabras quería decir que bastaba la formación de un núcleo de guerrilleros que se lanzaran intrépidamente a las armas y se pusieran al frente de las masas oprimidas y explotadas. Se pensaba que como las “condiciones objetivas” estaban dadas, tras el grupo de vanguardia (la chispa) que incendiaría la pradera, se levantarían las masas. Guevara la puso a prueba en Bolivia, pero fracasó estruendosamente. Algunos excomunistas afirman que fue víctima de una traición de los comunistas bolivianos prosoviéticos, pues el PCUS no miraba con buenos ojos esa teoría que calificaban de “foquista” y aventurera, además, estaba interesado en tener relaciones diplomáticas con los gobiernos del continente.

En 1958 se inició en Colombia el régimen del Frente Nacional que restableció la paz entre liberales y conservadores y las elecciones para presidente y corporaciones públicas pero, limitadas a los dos partidos tradicionales. No obstante ese carácter excluyente, el partido comunista línea Moscú retornó a la legalidad, el sindicalismo y otros movimientos sociales retomaron nuevos aires, surgieron varios grupos de izquierda y populistas y hasta disidencias de los partidos tradicionales. Al inicio del mandato del primer presidente, Alberto Lleras Camargo, este recibió una carta de apoyo a sus políticas de pacificación, restablecimiento de la democracia y a sus promesas orientadas a redimir la situación del campesinado, firmada por el líder guerrillero Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez, más tarde apodado “Tirofijo”, que para entonces, ya militaba en las filas del partido Comunista línea soviética. Marulanda integraba un pequeño sector de células campesinas en armas de orientación comunista que se acogieron a la paz frentenacionalista y se dedicaron al trabajo de adoctrinamiento en unas regiones en las que no permitían la presencia de otros partidos. Ese experimento no supuso la entrega de sus armas pero sí su silenciamiento. Sus dirigentes llamaron a esos grupos “Autodefensas campesinas” cuya política consistía en impulsar la lucha de las masas campesinas por la tierra para el que la trabaja.

¿Qué llevó a “Tirofijo” a enviar tal misiva? ¿Recibió acaso una orden del Comité Central de su partido para ratificar su adhesión a la tesis de la transición pacífica al socialismo? Espere la segunda parte en la próxima columna.

La mala hora de la democracia venezolana

En una de sus primeras entrevistas internacionales, concedida por Hugo Chávez Frías a CNN, declaró sin titubeos que Fidel Castro era un dictador. Quiso marcar diferencia para diluir los temores de unos cuantos que, en medio del fervor de su triunfo electoral, se atrevían a poner en duda sus calidades de demócrata.

Si hay que mentir se miente, es un mantra que todos los dictadores siguen al pie de la letra. El régimen chavista lleva 16 años en el poder, y, en apariencia, se ha sostenido gracias a los procedimientos y reglas de juego de la democracia. Solo una vez fue derrotado, en el referendo de reforma constitucional (2007) y no tuvo empacho en amenazar a los vencedores: “Su victoria es una victoria de mierda”. En efecto, meses después, apoyado en los llamados poderes excepcionales otorgados por la Asamblea Nacional -Ley Habilitante- realizó todo lo que la ciudadanía había rechazado.

Chávez, el chavismo y sus secuaces han jugado con la democracia con total desparpajo e impudicia. Han falseado las elecciones hasta hacerlas inocuas, las han utilizado a la manera bonapartista, para anularla. Han apelado a métodos fascistas, con las brigadas paramilitares armadas que disparan y matan para sembrar el pánico entre los opositores. Y las han usado a la manera comunista como escalón para conquistar el poder y eternizarse en él a cualquier costo, para proceder a su desmonte.

En ese camino de humillación y destrucción de la democracia, los chavistas han contado con herramientas y circunstancias formidables. En primer lugar, resignificaron el pensamiento de Simón Bolívar, a quien por poco colocan en sitial de marxista o socialista. El discurso bolivariano les ha servido de paraguas para justificar sus “hazañas” y atraer incautos dentro y fuera de sus fronteras. El petróleo en el que Venezuela entera se ahoga ha servido para instrumentalizar la diplomacia del chantaje “yo te regalo tú me apoyas” en los organismos regionales como la OEA, donde ya es mayoría y en la creación de nuevas instituciones burocráticas como el ALBA, la Celac y Unasur. La propagación del ideal “bolivariano” y de su experimento socialistoide se ha cristalizado gracias a las dádivas y a costa del empobrecimiento interno.

Los resultados están a la vista: la OEA ha validado todas las elecciones, ningún gobierno alza su voz contra los atropellos evidentes y graves a las libertades y a la democracia. Reposicionaron a Cuba como adalid de la democracia y la libertad, resucitaron la dictadura castrista, entregaron su soberanía a los Castro que son los que dicen qué se debe hacer y cómo proceder. Han concretado alianzas con potencias extracontinentales, Rusia, China e Irán, que se caracterizan por su antiamericanismo, y han brindado facilidades a grupos terroristas y fundamentalistas que merodean por la región. Además, albergan en su territorio a jefes de las guerrillas terroristas de las FARC y del ELN.

Los chavistas, desde el finado Chávez hasta el impostor Maduro, se apoyan en un discurso plagado de ordinariez en el que el insulto, el adjetivo descalificador, la difamación y la amenaza afloran ante cualquier manifestación de crítica y de protesta.

En la exhibición de su grotesco poderío han arrasado con la iniciativa privada. Venezuela hoy es un país casi sin empresarios. Con la libertad de empresa, con el cierre de medios tan poderosos como decir O’Globo en Brasil, Prisa en España o Caracol en Colombia. Cancelan licencias, cierran canales, emisoras. Ya no hay ni papel para la prensa diaria. Lo último fue la asfixia por vía económica a una cadena de televisión durante la campaña presidencial anterior, y el reciente ataque a NTN24. El modelo de economía estatizante y su populismo regalista han causado grave crisis de abastecimiento.

La violencia contra los “enemigos” no ha faltado. Garrote, contramarchas, disparos, heridos y muertos a manos de agentes camuflados al servicio del régimen. Es la señal inequívoca de que están dispuestos a lo que sea para mantenerse en el poder. Si golpearon a varios diputados, entre ellos a la valiente Corina Machado, ¿qué no harán en el futuro? Poco a poco se han ido quitando su máscara de demócratas puesto que en democracia los conflictos y contradicciones se resuelven a través del voto mientras en las dictaduras es por medio de la represión y la violencia.

Y para redondear la faena, acusan a enemigos externos, el imperialismo, Bush, Obama, Uribe y paramilitares colombianos de promover las protestas populares, al estilo castrista que culpa a los EE UU del fracaso de su sistema económico supuestamente superior.

No la tienen fácil los luchadores venezolanos agrupados en la MUD. Enfrentan la dupla chavismo-castrismo. La derrota o derribamiento de una dictadura siempre ha supuesto enormes sacrificios. La MUD parece estar dividida en torno a la vía a seguir. La acción de calle, la protesta permanente, pacífica, para obligar al dictador a renunciar, llamando la atención del mundo, como ocurrió con las manifestaciones estudiantiles. O, esperar a conquistar más adeptos entre una población aún adormecida por las dádivas y los subsidios del gobierno impostor. Ambas tendencias tendrán que entender que sin unidad no será posible la victoria, que la crisis de abastecimiento, cambiaria y de corrupción generada por Chávez y sus herederos es ocasión propicia para ponerse al frente de la población inconforme. Para que caiga el fruto maduro hay que sacudir las ramas del árbol. La quietud no conduce al cambio.

CODA: Hay que salvar a Leopoldo López de las garras del régimen chavista. La resistencia venezolana requiere un embajador que recorra el mundo invocando la solidaridad.

Medellín 17 de febrero de 2014

El modelo neodictatorial del ALBA atropella

No son buenos tiempos para la democracia en nuestra subregión. Después de un breve lapso en que se estableció el juego electoral y fueron eliminadas todas las dictaduras, excepto la cincuentenaria de los Castro en Cuba, estamos en presencia de señales preocupantes.

Los signos de alerta no son ya mera retórica, provienen de gobiernos y gobernantes que haciendo uso de métodos democráticos están transformando las constituciones para cambiar las reglas de la competencia por el poder político y las que rigen la economía.

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El Estado humillado

Una corriente de opinión se ha impuesto, sin mayores dificultades, en distintas esferas de la vida nacional. Según sus más destacados exponentes, el Estado y la sociedad colombiana no tienen nada de que enorgullecerse. En Colombia no hay democracia y el Estado carece de legitimidad.

Somos un país de asesinos dijo un poeta en un momento de iluminación “histórica”. La nuestra es una sociedad forjada a punta de guerras y violencia, de tal forma que pareciera que llevamos incrustado el chip de la maldad en nuestro árbol genealógico.

Eso que algunos llaman la autoestima colectiva, tan importante para no vivir cabizbajos, es materia escasa en colegios oficiales donde profesores adoctrinados en el marxismo caricaturizan nuestro pasado. Tampoco se encuentra en aceptable cantidad en sectores de las élites, que en actitud esquizofrénica reniegan de las instituciones mientras disfrutan de los placeres del mundano capitalismo.

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