El fin justifica los medios también para las FARC

A propósito del llamado del presidente Santos a “desescalar” el lenguaje, vale la pena reflexionar sobre la relación entre comunismo y terrorismo. En teoría, el dogma comunista condena el uso del terror como medio para alcanzar sus fines. Sin embargo, los hechos históricos muestran una sistemática recurrencia al terror sin darle ese calificativo.

Desde Lenin, pasando por Stalin, Mao, hasta Fidel, Kim y otros déspotas, los comunistas cometieron y justificaron crímenes horrendos antes de la toma del poder y luego, siendo ya gobernantes omnipotentes.

Parece un contrasentido que para alcanzar una meta tan encomiable como la igualdad entre los hombres se causen tantos desastres. Tiene validez preguntarnos si la doctrina es ajena a tales atrocidades, si estas son el fruto de conductas desviadas o “consecuencias desagradables” de la lucha revolucionaria o si esta justifica todo tipo de medios y métodos, por crueles que sean. O, como suelen despachar algunos dogmáticos, se trata de campañas infames del enemigo de clase para desacreditar la lucha revolucionaria.

Para responder acertadamente a estas inquietudes, es menester recordar que la doctrina comunista es de naturaleza mística, sus seguidores creen estar cumpliendo una misión sagrada, salvar a la humanidad de las cadenas de la explotación capitalista y realizar el destino señalado: la sociedad sin clases. A dichos objetivos supeditan su accionar, que puede incluir el sacrificio de la propia vida. Continuar leyendo

¿En qué queda la monserga antiyanki de los Castro?

El acuerdo USA-CUBA es de esos acontecimientos que tienen y tendrán múltiples lecturas y repercusiones. Aunque Raúl Castro, se aferre a los dogmas de la revolución, claro como la luz del sol es el fracaso total del sistema económico comunista que se pretendió implantar en la isla.

Casi desde la proclamación del comunismo y la ruptura con los Estados Unidos, el régimen dictatorial de los Castro le achacó al “imperialismo yanqui” y al “decadente capitalismo”, la culpa de todas las carencias de su economía planificada. Sonaba curioso, incongruente y hasta inconsecuente declararle la guerra al capitalismo y enseguida acusarlo de los desastres del “nuevo modelo”.

La evidencia histórica nos dice que la dictadura castrista siempre vivió de las ayudas externas. En ese sentido ha sido un régimen parasitario, primero de los soviéticos y luego del petróleo del populismo chavista. Pero, la revolucionaria técnica del fracking utilizada por los norteamericanos para extraer petróleo que ha llevado el precio del combustible a sus niveles más bajos en diez años, y el envejecimiento irremediable de Fidel y Raúl, como señaló acertadamente Moises Naim, despejaron el camino para el acuerdo logrado. El gobierno cubano, ante un panorama económico demasiado incierto y crítico no tenía otra opción que acercarse a Goliat. Continuar leyendo

La chispa que no encendió la pradera (I)

Poca atención, por no decir nula, es la que se presta a algunos acontecimientos internos y externos que tuvieron incidencia importante en la génesis de las guerrillas marxistas en Colombia y en Latinoamérica. Entre las tesis puestas a consideración, la gran mayoría da por sentada la plena validez de aquella que las explica como consecuencia directa de un cuadro social de profunda miseria, injusticias sociales, persecución y exclusión política. En el lenguaje político se expresa en la fórmula, aceptada casi inercialmente, de “las causas objetivas del conflicto social y armado”.

Sobre este asunto queda aún mucho por despejar tanto en sentido académico como en la retórica de las fuerzas políticas. Asumo que el problema es complejo, que no está saldado y que no tendremos un relato único a este respecto. La década de los sesenta merecen ser revisitadas en términos críticos, lo más lejano posible de posiciones militantes. Es difícil hacerlo porque sobreviven, a pesar del derrumbe del proyecto comunista, esquemas, clichés y rigideces.

Sobre la coyuntura internacional de aquellos años, marcada por la división del mundo en áreas de influencia entre las grandes superpotencias USA y la URSS, conocida como la “guerra fría”, es aconsejable observar de qué manera fue afectada Latinoamérica. Es recomendable remontar la mirada al vigésimo congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) de 1956 ya que en él se aprobó el “Informe Secreto” presentado por una comisión del partido que denunciaba los crímenes del régimen estalinista y el inicio del desmonte del mismo y del “culto a la personalidad” con el que se había elevado al “padrecito Stalin” a la categoría de un dios. También se aprobó la tesis sobre la posibilidad de la transición pacífica hacia el socialismo en los países democráticos utilizando los medios electorales. Ambas resoluciones dieron lugar a la más grande división del comunismo internacional en el siglo XX. Los comunistas chinos, en el poder desde 1949 y liderados por Mao Tze Dong, se opusieron a ambas y las calificaron de traición al marxismo-leninismo. Ellos se empecinaban en defender la obra de Stalin y en que la vía al socialismo tenía que ser a través de la lucha armada. Consecuencia inmediata y dramática, los partidos comunistas se dividieron en muchos países. El de Colombia, que surgía de nuevo a la legalidad y a la acción pública, gracias al Frente Nacional, tuvo su fraccionamiento interno. Una importante sección configuró el partido comunista marxista-leninista línea Beijing.

Un segundo acontecimiento que es preciso tener en cuenta fue el triunfo de la revolución de corte nacionalista liderada por Fidel Castro, el primero de enero de 1959. En poco tiempo la revolución se declaró comunista, enemiga del imperialismo yanqui, preconizó a nivel continental su ejemplo, agrupó a todos los movimientos de izquierda en un solo partido que abrazó la doctrina comunista y se alió con la Unión Soviética. En el seno del Comité Central se formó una sección llamada el Comité América, cuya función consistía en apoyar en todo sentido la revolución en el continente. El Ché Guevara fue el encargado de animar el ecumenismo de la revolución cubana con su teoría del “foco revolucionario”, que en pocas palabras quería decir que bastaba la formación de un núcleo de guerrilleros que se lanzaran intrépidamente a las armas y se pusieran al frente de las masas oprimidas y explotadas. Se pensaba que como las “condiciones objetivas” estaban dadas, tras el grupo de vanguardia (la chispa) que incendiaría la pradera, se levantarían las masas. Guevara la puso a prueba en Bolivia, pero fracasó estruendosamente. Algunos excomunistas afirman que fue víctima de una traición de los comunistas bolivianos prosoviéticos, pues el PCUS no miraba con buenos ojos esa teoría que calificaban de “foquista” y aventurera, además, estaba interesado en tener relaciones diplomáticas con los gobiernos del continente.

En 1958 se inició en Colombia el régimen del Frente Nacional que restableció la paz entre liberales y conservadores y las elecciones para presidente y corporaciones públicas pero, limitadas a los dos partidos tradicionales. No obstante ese carácter excluyente, el partido comunista línea Moscú retornó a la legalidad, el sindicalismo y otros movimientos sociales retomaron nuevos aires, surgieron varios grupos de izquierda y populistas y hasta disidencias de los partidos tradicionales. Al inicio del mandato del primer presidente, Alberto Lleras Camargo, este recibió una carta de apoyo a sus políticas de pacificación, restablecimiento de la democracia y a sus promesas orientadas a redimir la situación del campesinado, firmada por el líder guerrillero Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez, más tarde apodado “Tirofijo”, que para entonces, ya militaba en las filas del partido Comunista línea soviética. Marulanda integraba un pequeño sector de células campesinas en armas de orientación comunista que se acogieron a la paz frentenacionalista y se dedicaron al trabajo de adoctrinamiento en unas regiones en las que no permitían la presencia de otros partidos. Ese experimento no supuso la entrega de sus armas pero sí su silenciamiento. Sus dirigentes llamaron a esos grupos “Autodefensas campesinas” cuya política consistía en impulsar la lucha de las masas campesinas por la tierra para el que la trabaja.

¿Qué llevó a “Tirofijo” a enviar tal misiva? ¿Recibió acaso una orden del Comité Central de su partido para ratificar su adhesión a la tesis de la transición pacífica al socialismo? Espere la segunda parte en la próxima columna.

El gran colomobiano y la hiel de los decentes

La furiosa reacción que ha desencadenado la escogencia de Álvaro Uribe como El Gran Colombiano entre columnistas y profesores universitarios, es, de veras, muy preocupante desde el punto de vista de la salud mental de quienes se han dejado llevar por sentimientos primarios. Bastaba ver el rostro desencajado de los integrantes de ese panel de comentaristas que en vez de ofrecer una reflexión seria para el debate, se prodigaron en insultos contra los votantes del concurso.

Como historiador de formación no me atrae ese tipo de programas y concursos. No porque me parezca que la gente que vota en ellos sea bruta o esquizofrénica como afirmó sin pudor María Jimena Duzán, o porque sean nominados líderes negativos como se refirió al ganador el profesor de la Universidad Nacional, o porque el vulgo proceda dejándose llevar por pasiones del momento como acotó el cineasta Lisandro Duque ni porque yo piense que History Channel y El Espectador carezcan de idoneidad para evitar que manos oscuras manipulen la votación como insinuó el comentarista de fútbol metido a analista político Javier Hernández.

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