Las FARC, jugadas por la reelección de Santos

Por todos los antecedentes que había en juego, el Acuerdo sobre Participación Política firmado en La Habana significa, en primera instancia, el lanzamiento de la candidatura de Juan Manuel Santos a la reelección presidencial. Como lo hemos sostenido algunos columnistas, desde hace rato la manija de los diálogos está en manos de las FARC y Santos, para reelegirse con algún margen de éxito, dependía de que le firmaran algún documento.

El texto adornado en una retórica grandilocuente reafirma, en buena medida, lo que ya figura en la constitución política de 1991. Pero, a los ojos de observadores extranjeros transmite una idea bastante equivocada sobre Colombia. En efecto, cualquier francés o norteamericano o japonés, medianamente informado, pensará con toda razón que en nuestro país no hay democracia ni libertades ni garantías para la oposición. Que las FARC son una guerrilla que lucha por esos ideales, que no nació como producto de un proyecto comunista, que no es terrorista, que representa los anhelos de justicia social y que no ha tenido espacios ni facilidades para hacer actividad política en la legalidad.

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La protesta campesina distorsionada

La jornada nacional de protesta del pasado 29 se constituyó en un rotundo mentís para el presidente Santos por su desafortunada y provocadora declaración en la que se burlaba del “paro inexistente”. Como dice el cuento, “le supo a cacho quemado”.

Colombia parecía al garete. En muchas entidades oficiales,  jefes acobardados ordenaron a los empleados públicos suspender labores. Gobernadores, alcaldes y rectores, presas del pánico, abandonaron sus funciones y responsabilidades y descargaron el lío en la fuerza pública, pararrayos de todo lo malo que sucede en este tipo de movilizaciones. Así que esos dignatarios se convirtieron en auspiciadores del paro y el caos por lo que podrían ser investigados por abandono del cargo.

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