El fin de la Guerra Fría

Diego Guelar

Esperaba mi turno para presentarle mis cartas credenciales como Embajador argentino al Presidente de la Comisión Europea – Jaques Delors – en Bruselas. Era el 2 de noviembre de 1989. Conversaba con otro embajador que debía cumplir la misma ceremonia ese día – J. Richter- un representante de la República Democrática Alemana (o Alemania del Este). Nacida en 1949 como expresión de la “Cortina de Hierro” que separara a la Europa Occidental de la controlada por la Unión Soviética. De un lado de la cortina, la OTAN (Org. Del Trat. Del Atlántico Norte), del otro, el Pacto de Varsovia (que vinculaba en lo político y en lo militar a Alemania del Este, Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria con la URSS). Los misiles con ojivas nucleares se venían apuntando recíprocamente por 40 años.

La imposibilidad de “apretar el botón rojo” – no habría ganador porque se produciría el “holocausto nuclear” – hizo que los EE.UU y la URSS desplazaran el conflicto de Europa a América Latina, África y el Sudeste Asiático, con epicentro en Cuba, Vietnam, Corea, Argelia y el Congo. Allí se combatiría con “armas convencionales” (no atómicas) disputando en cada región la hegemonía de los dos rivales utilizando como método las guerras civiles, los golpes de Estado, los asesinatos políticos y la guerra de guerrillas. Eso fue la Guerra Fría o 3ra Guerra Mundial.

Al momento del episodio que relato, M Gorbachov llevaba cuatro años en el poder soviético y había comenzado la “Glasnost” (apertura, liberalización y transparencia) y la “Perestroika” (reconstrucción). En Polonia, se habían producido las primeras elecciones democráticas de julio de 1989 con un presidente electo – T. Mazowieki – apoyado por el sindicato “Solidaridad” de Lech Walesa, en Hungría, se preparaban las elecciones para mayo del año siguiente. En Rumania estaban en plena ebullición las manifestaciones de protesta que llevarían a la ejecución de Ceausescu y su mujer el 25 de diciembre de 1989 y la caída del régimen totalitario allí imperante. En Checoslovaquia había comenzado la “revolución de terciopelo” que terminaría con la caída del gobierno comunista encabezado por G. Husak el 10 de diciembre de 1989 y la llegada al poder del escritor Václav Havel.

En ese contexto, volvamos a la antesala del despacho de Jaques Delors, el 2 de noviembre a las 17:30. En la patria del Embajador Richter la situación era extremadamente conflictiva. El 18 de octubre se había caído el gobierno encabezado desde 1976 por Erich Honecker, que igual a todos sus colegas de Europa Oriental, se oponían a los cambios propuestos por Gorbachov. Egon Krenz presidía un gobierno provisorio que promovía “apertura gradual” en un marco de masivas expresiones de protesta popular. Le pregunté al Emb. Richter su opinión sobre lo que ocurriría en Alemania. Me contestó con seguridad: “Vamos hacia la unificación de las dos Alemanias, pero será un proceso complejo que llevará varios años”. Nos separamos a los pocos minutos. Nunca lo volvería a ver. El Muro de Berlín, que separó a la histórica capital Alemana desde 1961, se derrumbaría a pico y pala por una multitud de alemanes de uno y otro lado entre el 9 y el 10 de noviembre. Ni la Rep. Democrática ni su embajada en Bruselas existirían un mes después.

Cuando me enteré de lo que estaba pasando en Berlín – en la tarde del 9/11, tomé mi auto y me dirigí a Berlín (772kms.) para asistir en persona a semejante hecho histórico. Cuando llegué – el 10 a la mañana – muchos surcos estaban abiertos en lo que ya era parte del pasado y miles de alemanes se abrazaban y cantaban mientras los orientales “asaltaban” literalmente los supermercados en busca de los productos a los que no podían tener acceso en su “ex país”. El 18 de mayo de 1990, la reunificación alemana estaba completada. El Canciller Helmut Kohl tuvo la valentía de hacer la unificación monetaria que el Bundesbank había calificado como “1×14” (1 marco occidental por 14 marcos orientales) en la paridad “1 a 1” evitando una división entre una Alemania rica y otra pobre.

Gracias a esa decisión, una joven licenciada en física en 1988, que había vivido y militado en la juventud comunista de la RDA, pudo incorporarse a la vida política alemana en igualdad de condiciones y constituirse, 20 años después en la indiscutida líder de la Democracia Cristiana Alemana y mayor dirigente Europea: Angela Merkel. La Comunidad Económica Europea, al 9 de noviembre de 1989, se convirtió en la Unión Europea el 1° de noviembre de 1993.

Se equivocan los que creen que la historia europea marchará para atrás. Las crisis sufridas antes y durante los últimos 25 años cimentan una Europa sólida y eje del desarrollo futuro mundial.