El sutil encanto del antisemitismo

Diego Guelar

“Los fondos buitres, Nisman, la AMIA y la DAIA son todo lo mismo”. Es claro  lo que quiso decir la Presidenta Cristina: Paul Singer es el nombre del CEO de NML Capital Fund que pleiteó –y ganó- en el juzgado del juez Griesa, es decir,“son todos judíos”.

Este mensaje es el peor que escuché en mucho tiempo en la boca de un Presidente de la Nación respecto de la Comunidad judeo-argentina, a la que pertenezco. No me siento perseguido, pero sí maltratado como tantos millones de argentinos que recibimos casi diariamente alguna agresión por parte de la Presidenta Cristina.

Como mínimo, 60% de los argentinos somos calificados como “el enemigo”, la “anti-patria”, la “conspiración internacional”, frente al “modelo Nacional, Popular y Antiimperialista” que ella dice representar.

Un día son “los Quom”, otro día los sembradores del “yuyito”, luego les toca a los “narco-socialistas” o el “monopolio mediático”. Antes era el “Cardenal Bergoglio”, que actuaba como “jefe de la oposición”. También fue “Juan José Campanella” o “Ricardo Darín” y el mismísimo “Marcelo Tinelli”, que pasa de “amigo a enemigo y viceversa” conforme se arrima o se aleja del calor oficial. No nos olvidemos de la “loca y sucia Lilita Carrió” o del “patriótico” o “gángster” Moyano o del “querido Vasco” de Mendiguren o el “traidor Massa” o el “vago Macri”, etc, etc.

Los judíos no estamos solos. Podíamos ser “buenos” e invitados a Nueva York para acompañar las denuncias en las Naciones Unidas contra Irán. Claro que nos transformamos en “el diablo” cuando nos negamos a convalidar el vergonzoso “acuerdo” con Irán.

Los malvinenses deben aprender que también a ellos los maltratamos por ser argentinos. Si los consideráramos verdaderamente ingleses, los trataríamos tan bien como a algunas compañías extranjeras con las cuales suscribimos acuerdos secretos: con garantías de ganancias, exenciones de impuestos, plazos eternos, adjudicaciones directas…

Y los más beneficiados de todos…. los narco-traficantes y los contrabandistas de personas, armas, whisky y cigarrillos: a ellos les regalamos la tierra, el aire y el mar sin radarización ni control satelital alguno. “Bienvenidos a Argentina”, rezan los carteles desplegados en nuestra inmensa frontera. A eso lo llamamos “la defensa de la soberanía nacional”.

No nos quejemos los judíos, si hasta tenemos un Canciller y un Ministro de Economía que aplauden cuando nos insultan.

El que quiera ver, que vea; el que quiera escuchar, que escuche; el que quiera consentir, que consienta. Lo que no podemos es quejarnos de nuestro destino común si no podemos, en democracia y por mayoría, terminar con semejante destrato.