¿Por qué Altamira debería ser diputado?

Diego Rojas

Las últimas encuestas electorales señalan que Jorge Altamira, histórico líder del clasismo argentino y candidato a diputado por el Frente de Izquierda, se encuentra a muy pocos votos de lograr una banca en el Congreso nacional.

Esos pronósticos forman parte de un ascenso generalizado de ese sector político en todo el país que se expresa en la cuarta posición a nivel nacional que obtuvo el Frente de Izquierda en las PASO de agosto, las grandes movilizaciones democratizadoras de la Universidad en La Rioja, el predominio de la izquierda en las elecciones estudiantiles en la UBA, el avance de las fuerzas clasistas en las comisiones internas en muchísimos sindicatos e industrias. Es un movimiento realmente existente en la sociedad, que se exhibe en nuestra cotidianidad política, pero que aún carece de una voz parlamentaria que la exprese.

Todo indica que, finalmente, el 27 de octubre marcará la incorporación de este sector al Congreso. Esta es una posibilidad factible también en la ciudad de Buenos Aires.

Altamira es fundador del Partido Obrero, una organización unida a las luchas de la clase obrera desde sus inicios. Durante la última dictadura, fue el primer partido que participó orgánicamente de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo y editó un boletín clandestino que denunciaba el genocidio que se realizaba -mientras el Partido Comunista, por ejemplo, apoyaba al gobierno militar-. El retorno de la democracia mostró al PO postulando a la presidencia a Gregorio Flores, dirigente clasista que fue parte de quienes gestaron el Cordobazo, y Cata Guagnini, dirigente de Familiares de Detenidos Desaparecidos y madre de dos desaparecidos, como candidatos a presidente y vice, respectivamente. También marcó el debut de Altamira a una candidatura parlamentaria. En 1989 fue detenido por el gobierno de Alfonsín junto a la mayor parte de su partido acusado de desestabilizar la democracia, una acusación que se mostró infundada y con un carácter meramente provocador. Los noventa se caracterizaron por el retroceso generalizado de los trabajadores y sus derechos y el inicio de una desocupación de magnitud inédita. La izquierda se dio a la tarea de organizar a vastos sectores obreros que habían perdido el trabajo, pero no su impulso a defender derechos, a no dejarse caer, a reconstruir su clase. El PO formó parte de las primeras deliberaciones políticas de los piqueteros y Altamira mismo fue informante por el sector piquetero que comandaba su partido en la Primera Asamblea Nacional que se realizó en 1998 en La Matanza. Se preparaban así las grandes movilizaciones de trabajadores desocupados que conmovieron a la sociedad y que, en 2001, provocaron que los sectores medios proclamaran la consigna: “Piquete y cacerola, la lucha es una sola”. El PO participó activamente de las movilizaciones que enfrentaron la dura crisis de 2000 y que provocaron, entre otros factores, la huída del gobierno de De la Rua en helicóptero aquellos 20 y 21 de diciembre de 2001 que marcaron nuestra historia. En 2000, Altamira había sido elegido legislador por la ciudad de Buenos Aires y fue el autor de la ley que devolvió las 6 horas de trabajo por insalubridad a los trabajadores del subterráneo, derecho usurpado en los noventa por el menemismo. La “década ganada” encontró a los suyos resistiendo a los cantos de sirena del kirchnerismo que atraparon en la mentira del relato a grandes sectores de la progresía y en 2011 formaron el Frente de Izquierda, junto al Partido de los Trabajadores Socialistas e Izquierda Socialista, una alianza que acabó con la tendencia a la dispersión de las organizaciones de ese sector político. Altamira tiene una trayectoria intachable, una honestidad a prueba de balas y una coherencia en su discurso político -que no quiere decir obstinación en la repetición de ideas- de la que carecen todos sus adversarios del campo político tradicional.

En 1959 los ciudadanos porteños provocaron un batacazo y una sorpresa política generalizada cuando eligieron a Alfredo Palacios como senador. No sólo marcaba el giro a la izquierda que germinaba en la sociedad al ritmo de grandes acontecimientos continentales, sino que era el reconocimiento a una historia que se expresaba en la figura de aquel socialista de bigotes sobrenaturales. Los ciudadanos porteños tienen la oportunidad de volver a realizar una gesta electoral y aportar a que la izquierda obtenga representantes -necesarios- de la izquierda en el Congreso. Durante la revolución francesa, el marqués de Sade -ese magnífico inventor de literaturas, genio libertino, adelantado a todos los tiempos, insurrecto universal- insuflaba de bríos a las multitudes que se habían animado a tomar la Bastilla y dar comienzo a la revolución a continuar con la tarea con una proclama: “¡Un esfuerzo más para ser realmente ciudadanos!”, exclamaba Alphonse Donatien de Sade. Para aportar a que el parlamento se nutra de la voz de la izquierda esta columna se anima -con las distancias históricas, de magnitud y criterio que correspondan-  a parafrasear al divino marqués y pedir a los porteños: “Un esfuerzo más, ciudadanos, para que Altamira sea diputado”.