El ocaso derechista del kirchnerismo

Diego Rojas

La senectud, en los peores casos, tiende a transformar a quienes la ostentan en el triste recuerdo de quienes alguna vez fueron, o en el marasmo de lo que alguna vez quisieron ser. Esta última opción es la que corresponde al kirchnerismo que, en su ocaso, se ha lanzado a un vertiginoso avance hacia la derecha -tendencia política que, al menos en el discurso, alguna vez repudió-. El discurso de la presidenta Cristina Fernández en ocasión de la apertura de las sesiones legislativas lo demuestra. El oficialismo una vez – allá lejos, en sus orígenes, quizás- quiso ser, y así se mostró ante la sociedad, como “progresista”. Y desarrolló el discurso acerca de la no represión de los movimientos sociales -algo falso, ya que tal represión se efectivizó en muchísimas ocasiones y llegó a costar 18 vidas bajo los gobiernos kirchneristas, ya sea a través de la represión policial o de la paraestatal-. Sin embargo, dijeron ser “progres”. Ya no. La presidenta Fernández, este último sábado, lo desmintió. “Vamos a tener que sacar alguna normativa de respeto a la convivencia ciudadana, porque no puede ser -dijo-. No puede ser que diez personas te corten una calle, por más razones atendibles que tengan. No puede ser. Y que no pase nada”. La versión taquigráfica de la sesión indica “aplausos” luego de esta frase. No sólo aplaudía la claque habitual del Frente para la Victoria, sino que los diputados del derechista PRO hacían sonar sus palmas. El delirio llegó con la siguiente frase presidencial: “Creo que además todo el mundo tiene el derecho a protestar, pero no cortando las calles e impidiendo que la gente vaya a trabajar; y no complicándole la vida al otro. Creo que vamos a tener que legislar sobre una norma de respeto y convivencia urbana, donde todo el mundo proteste”. El éxtasis se había apoderado hasta de la derechista diputada Laura Alonso, del PRO, que se puso de pie y que, desde su curul, gritaba: “¡Bien, presidenta, así se habla!”. Repito: Laura Alonso, del derechista PRO aplaudía la postura represiva (“y no puede ser que no pase nada”) de la presidenta Fernández. El ocaso.

La alianza represiva del kirchnerismo y el PRO se dejó traslucir en un debate organizado en el programa Otro tema, conducido por Santo Biasati, que emite el canal TN. La mesa estaba integrada por los diputados Federico Sturzenegger (PRO), Victoria Donda (Libres del Sur), Miguel Bazze (UCR) y el dirigente Jorge Altamira (Partido Obrero-Frente de Izquierda). El principal defensor de la propuesta de limitar la protesta social presidencial fue Sturzenegger, que la apoyó con ahínco. El radical Bazze -que cada vez que fue gobierno reprimió, la última vez en 2001, cuando Fernando de la Rua se despidió dejando tras de sí un tendal de 35 muertos- dijo que había que permitir la protesta y ser razonable, pero la historia de su partido invalidaba cada uno de sus dichos. Victoria Donda se opuso al proyecto presidencial, pero Sturzenegger le recordó que UNEN, la alianza que ella integra, había presentado un proyecto en la legislatura porteña para limitar la protesta social. ¡Alcoyana, alcoyana! Altamira señaló que se revelaba el pacto K-PRO con estas ideas, defendió la posibilidad de la protesta como un derecho primigenio y llamó a movilizarse por las paritarias docentes. Hace poco más de una década, así había definido Altamira al piquete: “El piquete es una forma suprema de la solidaridad social, que va más allá de la camaradería y el apoyo recíproco entre los piqueteros, pues convoca a todos los explotados a tomar el destino en su propias manos”. 

Sin embargo -más allá de la coincidencia del PRO con los kirchneristas- el primero en acusar recibo de los deseos presidenciales fue Maurice Clos, el gobernador oficialista de Misiones. Ante el paro y la movilización de los maestros misioneros -y ante la instalación de un piquete de huelga en la ruta 12-, Clos se valió de su policía provincial y de la Gendarmería conducida por el fascistizante Sergio Berni para apalear a los manifestantes. Bala de goma, gases lacrimógenos, palos y hasta la intervención de la montada conformaron la postal de la brutalidad policial contra la protesta social, tal como había pedido Cristina. Nora Didieu, secretaria general de ATE, permanecía internada debido las lesiones recibidas, mientras una maestra sufría la fractura de un brazo debido a la represión policial. Se había detenido a 27 manifestantes durante la jornada de protesta gremial.

De cualquier manera, la protesta gremial en Misiones formaba parte de un conglomerado más amplio de lucha docente en todo el país. El paro general docente se cumplió en la mayor parte de las provincias y los distritos más numerosos son también los más conflictivos. La movilización conjunta de estatales y maestros bonaerenses fue de las mayores de los últimos tiempos, a la vez que provocó que el gobernador Daniel Scioli tuviera que pasar el inicio de las sesiones legislativas de la mañana a la tarde para evitar toparse con el enojo gremial de los manifestantes. Las movilizaciones de los maestros no parecen tener un fin próximo en el horizonte, por el contrario, el 12 de marzo se realizará un paro nacional de la CTA, con movilizaciones y piquetes. De esos que tanto molestan a la presidenta. Del triunfo de esos piquetes depende también el ulterior desarrollo de las paritarias en otros gremios. Es decir, depende una parte sustancial del futuro de las capas profundas del país.