Sucesión de canalladas

Diego Rojas

Temprano el miércoles 9 se conoció la noticia del fallecimiento de un niño qom de catorce años por desnutrición en el Chaco. Es decir: por hambre. Se llamaba Oscar Sánchez, tenía catorce años y pesaba once kilos. El hecho no sólo implicó la indignación de una parte muy importante de la sociedad, sino que dio comienzo a una sucesión de canalladas por parte del kirchnerismo.

El ex jefe de gabinete y actual gobernador de la provincia Jorge Capitanich se refirió a la cuestión en un acto en Resistencia -se trataba de la inauguración de unas viviendas en el barrio Emerenciano Sena, es decir, un vecindario que lleva el mismo nombre que el de un ex piquetero coptado por el gobierno, que se encuentra vivo-. Ante una pregunta de la prensa, afirmó: “Por supuesto que nos duele una muerte que se da por una cuestión cultural”. De esta manera, el gobernador retomaba el hilo del razonamiento más conservador de la historia nacional que atribuía la precariedad en las condiciones de vida de los más pobres a su propia responsabilidad -o “cuestión cultural”.

“Estaba condenado a una corta vida”, declaró el diputado kirchnerista chaqueño Juan Manuel Pedrini refiriéndose al niño qom Oscar Sánchez, sin ruborizarse.

La misma presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo en un discurso: “No quiero parecerme a países que dejan morir chicos en las playas”, pero no se refirió ni una vez al niño qom muerte durante la misma jornada -que no es el primero sino que integra una larga serie en la región y en el país-.

Llegada ya la noche la inefable cuenta de la red social Twitter de la Casa Rosada (@CasaRosadaAr, quien suele atacar a opositores de un modo vulgar) dio una vez más muestras de su miserabilidad. Publicó un informe médico con comentarios que incluían afirmaciones como que el padre del niño no hablaba español, que había muerto debido a una “malnutrición del pequeño (que) estaba asociada a su discapacidad severa que, entre otras cosas, genera dificultades en la absorción de alimentos; y no a la falta de comida en el núcleo familiar”. La afirmación correspondía a Gabriel Lezcano, funcionario del ministerio de Salud del Chaco. Se refería a una supuesta hidrocefalia no evolutiva -no llevaba válvula de derivación- y una parálisis cerebral que le generaron un retraso madurativo y psicomotriz severo. Sin embargo, médicos consultados para esta columna aseguraron que si hubiera habido tal severo problema para poder alimentarse, debería habérselo alimentado vía suero en un hábitat clínico adecuado, una responsabilidad que tiene el Estado.

En todo caso, las condiciones sanitarias en el Chaco corresponden a las de las naciones más pobres del mundo y lo cierto es que el niño Sánchez murió pesando once kilos. Héctor Sánchez, padre del niño, tuvo un intercambio con la prensa en lengua española, desmintiendo así a las afirmaciones de la cuenta oficial del Twitter de la Casa Rosada. Por último, miembros de la Fundación Mandela del Chaco desmintieron que tuviera parálisis y señalaron que replicaba las condiciones de existencia de varios miembros de las comunidades indígenas de la zona.

La desnutrición ha regresado a la Argentina de la “década ganada” y hay muertos por esa circunstancia evitable.

El rol del kirchnerismo ante otro muerto por hambre en el país fue realizar una declaración ignominiosa tras otra.

Se ha dicho que el kirchnerismo ha politizado a vastas capas de jóvenes argentinos. Aunque se pueda dudar de esta afirmación, se puede afirmar que si lo ha hecho lo ha realizado en función de la chicana, la sujeción a lo peor del Estado, la obediencia ciega y el silencio ante los males de la nación -tal como en este caso-. En suma, una generación kirchnerista formada para ser canallas. No se trata de una virtud de la supuesta “vuelta de la política”, sino de su contrario exacto.