Elogio del voto en blanco

Diego Rojas

En los últimos días párrafos escritos y charlatanerías políticas mediáticas han planteado que el voto en blanco sería funcional a uno de los dos contendientes del ballotage del próximo 22N. A uno de los dos candidatos que obtendrá la Presidencia de la nación en medio de una crisis no sólo política sino económica y de grado descomunal que promoverá que Mauricio Macri o Daniel Scioli realicen un ajuste que pesará sobre los hombros, las vidas y las existencias de las mayorías populares. El voto en blanco, dicen los comerciantes de la lengua política, sería favorable a alguno de ellos. Una estafa en toda la línea.

Una vulgarización del planteo del Frente de Izquierda y de los Trabajadores indica que para los “trotskistas” —o los izquierdistas en general— Macri o Scioli serían iguales. Una burrada atómica. Uno de ellos podrá ser más gradualista en su programa de ajuste y otro podrá plantear un camino inmediato de ajuste y endeudamiento. Pero ambos van hacia allí. Macri y Scioli devaluarán, se endeudarán y llevarán a las mayorías ciudadanas a una escala menor de sus condiciones de vida, porque están inmersos, ambos proyectos, en una crisis capitalista carácter mundial.

Tal crisis en nuestro país sólo podría ser resuelta a través de una reorganización de la economía que deje de beneficiar a los beneficiados de siempre y que intervenga positivamente sobre quienes producen la riqueza del país, es decir, los trabajadores —y no los empresarios, que hoy desde la Unión Industrial Argentina dicen abiertamente que tal o cual candidato del ballotage les viene igual: ambos devaluarán.

La sinrazón llega a niveles extremos que podrían medir un derrumbe catastrófico de los parámetros intelectuales de cierto sector que se interesa por la política. Pongamos por caso a los kirchneristas. Llaman a votar a Daniel Scioli como un baluarte de un supuesto Gobierno nacional y popular frente al probable arribo de la derecha. Una opinión que comparte Gildo Insfrán, masacrador del pueblo qom y eterno gobernador de Formosa con tintes feudales. Incluso el show mediático 678 llama a votar por Scioli, pero hace tres meses apenas consideraba al actual gobernador bonaerense como un siervo de los fondos buitre y del grupo Clarín.

¿Votar en blanco beneficiaría a Macri? Una ridiculez. Es el agente directo de los capitales sojeros y trasnacionales. Que también apoyan al kirchnerismo sciolista, ojo. Sin embargo, Macri indica en sus declaraciones que está dispuesto a llevar la crisis a su culminación de un modo más inmediato y abrupto. Votar en blanco no es estar un poco más a favor de Macri, sino que se trata de señalar con toda la gravedad posible un rechazo a la soga que pende sobre los cuellos de los argentinos y que supone un ajuste más inmediato o más gradualista en cualquiera de los casos.

El voto en blanco marca una perspectiva política ante la llegada dramática de la crisis económica mundial a nuestros lares. Y plantea una fuerte delimitación política con aquellos que se pliegan al sciolismo —o, se podría decir, al kirchnerismo en su etapa superior— cuando la nave se cae a pedazos. Como Adolfo Pérez Esquivel, que denunció furibundamente cómo el gobierno k hizo oídos sordos a las miserias denunciadas por el pueblo qom y otros reclamos de derechos humanos y que hoy llama a votar al ejecutor de esas miserias, o el triste papel de Patria Grande, un grupúsculo estudiantilista que finalmente sale del clóset del kirchnerismo y asume el voto a Scioli, el responsable político de la desaparición de Luciano Arruga.

Hoy el voto en blanco es fundamental. Es un voto contra el ajuste, venga de la mano de quien venga. Es un voto a favor de la organización de las fuerzas de la clase trabajadora y los sectores populares frente a la crisis amenazante, y que ya llegó. Es un voto no de principios (como de alguien que se lava las manos), sino de potente llamado a construir en la Argentina una fuerza política —y un Gobierno— que no atente contra las mayorías que viven de su trabajo en la sociedad. El voto en blanco marca un camino. El voto en blanco inscribe un sonoro “no” a la resignación de la opresión por los tiempos de los tiempos. El voto en blanco dice que hay una hoja abierta dispuesta a que se inscriban en ella las palabras de los protagonistas de la historia. El voto en blanco convoca a los ciudadanos a no ser títeres que se entregan a los ajustadores. Y por eso mismo el voto en blanco abre una senda, un camino, una señal de decisión.

El voto en blanco impugna la obligación de marchar con conciencia hacia el cadalso de la tristeza histórica y del arrepentimiento. Abre, entonces, una perspectiva ante una época en la que los argentinos deberán sucumbir ante los designios de la crisis económica o ante la elección de intervenir políticamente con gran potencia.