Una fauna repetida

Los niños pueden encontrar un placer indecible en la repetición. Se puede observar en la realización incesante de un sonido cuando están formándose en el habla o en la observación de una acción que piden se realice una y otra vez y, más tarde, en la capacidad de solicitar el mismo cuento sin importar que ya les haya sido leído una cantidad de veces cercana al infinito. Es cierto que no les importa conocer de antemano cuál es el final. Quizás se pueda señalar una similitud en cierto sector de la política argentina que insiste una y otra vez en la constitución de proyectos ya probados, repetidos, y culminados en fracasos estrepitosos. Tal es el caso de la coalición Frente Amplio-UNEN, de reciente debut en un teatro de la calle Corrientes.

El experimento remite directamente a la historia de la Alianza, de trágica culminación, no sólo por reaparición de los personajes y partidos que integraron uno y otro frente, sino porque ambas fuerzas se asemejan mucho en su espíritu. Después de la nefasta década menemista, los sectores de la progresía decidieron que había que conformar una coalición lo más amplia posible para evitar la continuidad de aquel peronismo que había arruinado al país. Así las cosas, se unieron los centroizquierdistas del Frente Grande -que ya habían mutado en el Frepaso- con los representantes del centenario partido radical, que finalmente se hizo -elecciones internas mediante- con la candidatura presidencial en la figura de Fernando de La Rúa. En medio de la crisis, esta coalición ganó las elecciones. Pero no sólo no detuvo la crisis, sino que la profundizó -valga recordar que la primera acción de gobierno de la Alianza fue la represión de la Gendarmería en el puente de Corrientes, que valió dos muertos-. Los dos años del gobierno de la Alianza estuvieron signados por la corrupción -producida desde el Ejecutivo mismo para imponer una reforma laboral contra los derechos de la clase trabajadora, conocida popularmente como el “caso Banelco”-; el ajuste -se debe recordar la quita salarial del 13% impuesta por el breve ministro Ricardo López Murphy-; la esterilidad política -marcada por el regreso del menemista Cavallo a la esfera ministerial, que incautó los ahorros bancarios de la clase media- y la represión. Ante las manifestaciones populares contra la gigantesca desocupación, el ajuste, el hambre y el desdichado proyecto político, el entonces presidente De la Rua declaró el Estado de Sitio. Nadie lo acató. Se produjo entonces el Argentinazo: la más grande rebelión de la historia reciente protagonizada por centenares de miles de personas en todo el país unidos bajo la consigna “Que se vayan todos”. (Es necesario señalar también, que desde la oscuridad de la política y de las intendencias se impulsó una política desestabilizante, sin embargo, la genuina irrupción de masas aquellos 19 y 20 de diciembre de 2001 fue el factor central de aquel momento político). De la Rua cayó. Antes de firmar la renuncia e irse de la Casa Rosada en helicóptero, su política represiva costó la vida de 35 manifestantes en toda la nación.

Muchos de los protagonistas de tal tragedia política se reconvirtieron al kirchnerismo, tal es el caso de Nilda Garré, de Juan Manuel Abal Medina, Carlos “Chacho” Álvarez, Eugenio Zaffaroni, Juan Pablo Cafiero, Adriana Puigross, Aníbal Ibarra, entre muchos otros. Una considerable cantidad de aliancistas es parte hoy del Frente Amplio Unen, cuya columna vertebral es el partido radical. FAUNEN es definido, a veces, como la oposición progresista al gobierno K -pese a que, repetimos, la UCR lo integre-, otras veces quisiera ser mencionado como una opción republicana al populismo kirchnerista. Allí estriban desde la incierta Elisa “Lilita” Carrió -quien, a horas de fundada la coalición, admitió que ella no votaría a varios de sus miembros-; el insistente cineasta Fernando “Pino” Solanas; el ex kirchnerista Julio Cobos -que fuera vicepresidente de Cristina Fernández (cuyos partidarios suelen denominarlo con el mote de “traidor”)-; los ex guevaristas y ex kirchneristas de Libres del Sur -cuya figura sobresaliente es Viki Donda, una combativa y joven diputada, hija de desaparecidos y de gran simpatía-, el tradicional boina blanca Ernesto Sanz y el diputado socialista Hermes Binner, de dudoso carisma y de certera política pro sojera en su provincia, Santa Fe. También anidan allí los liberales Martín Lousteau y Alfonso Prat Gay, Margarita Stolbizer del partido GEN y Luis Juez y Norma Morandini, del Frente Cívico de Córdoba, entre otros.

La coalición carece de programa. Por caso, Libres del Sur y Pino Solanas apoyan al chavismo venezolano mientras que Lila -como se la conoce divertida y cariñosamente- y gran parte del frente hubieran votado a Capriles. Viki Donda milita por el derecho al aborto mientras que Carrió lo repele y Hermes Binner plantea que es un asunto “muy complejo” -su falta de definición, debe decirse, avergonzaría a la precursora Alicia Moreau de Justo-. Ernesto Sanz se opuso al paro del 10 de abril, mientras que un sector de Libres del Sur integró sus piquetes. Y así.

Ante el ajuste kirchnerista y su evidente fin de ciclo, cierto sector de la sociedad querría garantizar su reemplazo por fuera de alternativas peronistas y por eso apoya a FAUNEN. En la propia coalición existen sectores que quisieran sellar un acuerdo con el derechista PRO para ampliar su campo de referencia. Sin embargo, ante la crisis económica y política y ante la ortodoxia fondomonetarista de los K, lo menos que se necesita es una alternativa desesperada. Faltan eternidades -de acuerdo a los tiempos políticos de la Argentina- para las elecciones de 2015, pero debe señalarse que la desorientación programática marca el sino de FAUNEN y que su existencia sólo puede caracterizarse por el ánimo de buscar una alternativa desesperada a este gobierno. Quizás sea inapropiado repetir dos frases que sobrevolaron la fundación de FAUNEN en el imaginario de un sector de nuestra sociedad. A riesgo de ello, permítaseme citar a Jorge Luis Borges en su verso: “No los une el amor, sino el espanto”. Y a Carlos Marx en su conocida sentencia: “La historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa”. Abusaré del lector al añadir que es pertinente la mención a Marx, ya que será su legado y la acción política de sus seguidores la que pueda definir una alternativa al calamitoso estado de las cosas de esta nación tan querida y tan tremenda..

Neuquén: la debacle moral de los progres K

La jornada del miércoles 28 de agosto de 2013 será recordada como aquella en la que la progresía local bajó un escalón más en su imparable descenso moral hacia los subsuelos. En la ciudad de Neuquén la Legislatura debía votar la aprobación o no del decreto del gobernador Jorge Sapag que habilitaba el acuerdo entre YPF y la empresa estadounidense Chevron, anunciado e impulsado por la presidenta Cristina Fernández y su gobierno. Para resguardar la sesión parlamentaria de la movilización popular -planteada por la realización de un paro activo en la región-, el día anterior la ciudad amaneció vallada y dos barrios circundantes a la Legislatura fueron militarizados. El miércoles, día de la sesión, se realizó la movilización, que fue reprimida constantemente durante más de cinco horas. Hubo detenidos y contusos y hasta un manifestante herido por una bala disparada por un arma de fuego policial. Dentro del parlamento, kirchneristas y miembros del Movimiento Popular Neuquino (oficialista) aprobaron el acuerdo. En las tribunas parlamentarias se habían instalado unas barras favorables al acuerdo que llegaron a cantar: “¡Viva Chevon!” -textualmente-. Los diputados neuquinos no se pronunciaron sobre la represión. En el ámbito nacional, el kirchnerismo guardó silencio -y festejó en sus búnkeres de Puerto Madero-. La progresía, otra vez, calló.

El acuerdo allanado implica la asociación de la parcialmente nacionalizada YPF con la empresa estadounidense Chevron -hecho que implica una reprivatización de la compañía petrolera-. Chevron ha sido demandada por el gobierno ecuatoriano por el desastre ecológico que sus prácticas produjeron en la Amazonia, donde 500 mil hectáreas verdes fueron contaminadas. ”El desastre natural es cinco o seis veces superior al derrame del petróleo de British Petroleum en el Golfo de México, y 30 veces superior al derrame de Exxon Valdez en Alaska”, describió hace pocos días el presidente ecuatoriano Rafael Correa. La justicia ecuatoriana condenó a Chevron a pagar 19 mil millones de dólares como indemnización por sus crímenes ecológicos. La empresa se fugó y no se sometió a la justicia. Encontró refugio en la Argentina, donde su Corte Suprema no hizo lugar a un embargo sobre sus bienes como paso previo al acuerdo YPF-Chevron. Un dato notable para aquellos kirchneristas que se llenan la boca hablando de la “Patria Grande” y de la “unidad latinoamericana”.

La petrolera estadounidense llevará adelante la extracción no convencional de hidrocarburos en la zona conocida como Vaca Muerta. Éste es el nombre amable que tiene el método del fracking, prohibido en Francia, Bulgaria y varios estados de los Estados Unidos. La semana pasada se realizaron movilizaciones en Washington y Londres contra el fracking, una práctica altamente contaminante y destructiva. “El fracking es la búsqueda de hidrocarburos mediante la fractura de la roca madre, que se encuentra muy por debajo de la tierra, mediante la presión de agua y químicos. Este método permitiría encontrar los restos de hidrocarburos en la vieja roca que antes los proveía. Es como sacarle los últimos jugos a la tierra”. Así describe el método el abogado ambientalista Enrique Viale. La violencia de la presión del agua quebraría las resistencias de la roca subterránea, usando grandes cantidades de ese líquido vital. La destrucción ecológica es doble, ya que la actividad no sería contaminante del subsuelo neuquino, sino que agotaría los recursos acuíferos de la cuenca del río Limay.

No sólo eso.

El acuerdo entre YPF y Chevron contiene cláusulas secretas. La justicia ordenó a YPF que diera a conocer los términos del acuerdo, pero la empresa se negó a hacerlo aduciendo el carácter de “acuerdo entre privados” -negando la cualidad “estatal” de la compañía, tan cacareada por el gobierno- y que podría ocasionar perjuicios en su cotización en bolsa. Jorge Altamira, dirigente del Partido Obrero y candidato del Frente de Izquierda, aseguró que el secretismo se debía a la existencia de una cláusula según la cual YPF absorbería el pasivo ambiental de la asociación, es decir que, en caso de desastre ecológico, la parte argentina se haría cargo de las costas de una posible demanda. Los términos coloniales del acuerdo con la empresa estadounidense desmienten cualquier viso nacional del gobierno de la presidenta Cristina Fernández.

La sesión parlamentaria neuquina fue escandalosa. En las tribunas barras cantando “¡Viva Chevron”, en los curules el impedimento de debate ya que sólo se podría votar por sí o por no. Esto no impidió que un grupo de ocho legisladores se retiraran de la sesión, sobre un total de 35 entre los que se cuentan los del Frente para la Victoria, el MPN, el Frente Grande y Nuevo Encuentro, que dieron rienda libre al acuerdo colonialista. Antes de retirarse, el diputado Raúl Godoy, del Frente de Izquierda, y la diputada Beatriz Kreitman, de la Coalición Cívica, desplegaron una bandera estadounidense que dejaron expuesta a los demás legisladores para recordarles en nombre de los intereses de qué país estarían trabajando.

Antes, toda la jornada había sido marcada por la represión a la movilización enmarcada en el paro activo decretado por la CTA regional y que contó con el acatamiento de trabajadores estatales, docentes, ceramistas, de la Federación Universitaria del Comahue y de numerosos estudiantes secundarios, además de las comunidades mapuche que exigen que no se implemente el fracking en sus tierras ancestrales. Había más de cuatro mil manifestantes, que equivalen a una manifestación de 60 mil personas en la Capital Federal. La represión fue constante. Las comunicaciones telefónicas que este cronista pudo establecer con manifestantes tenían como fondo el ruido de las balas policiales. Hubo numerosos detenidos y heridos por balas de goma y por las consecuencias de los gases lacrimógenos que acosaron a la manifestación sin descanso. Testigos señalaron que en cierto momento los policías empezaron a disparar con sus pistolas 9 milímetros. Rodrigo Barreiro, de oficio docente, fue internado en un hospital de la capital neuquina por una herida de bala de plomo. A ese punto llegó la represión para lograr la aprobación de un acuerdo infame.

Hubo silencio. Silencio en las guaridas de Hugo Yasky, secretario general de CTERA -gremio que agrupa a los docentes de todo el país-, frente a la represión que sufrieron sus compañeros en la Patagonia. Silencio en los organismos de derechos humanos que adhieren al kirchnerismo, transformados en meros cotos de celebración en actos oficiales de las medidas gubernamentales -triste destino que la coptación gubernamental logró en personas, por ejemplo, como Estela de Carloto-. Silencio en los “pibes por la liberación”, que se movilizaron a favor de la ley de medios pero que no emitieron ni un solo comunicado repudiando las balas policiales. Silencio entre los progres. Silencio.

Trataba de entender el fenómeno del derrumbe de la progresía local conversando con mi amigo Martín Quintana. “Están aprisionados por la potencia redentora del ‘pero’”, me decía Martín, que vive en Corrientes, escribe, es docente y tuitea bajo el nick @fragmentario. “Esa partícula les permite olvidar lo que viene detrás de ella: ‘Reprimen en Neuquén por un acuerdo colonialista pero impulsaron el matrimonio igualitario’. O: ‘Se asocian con el fascista Gildo Insfrán en Formosa pero están en contra de la corporación Clarín’. El ‘pero’ es muy potente. Produce que la parte anterior a la partícula confrontativa sea olvidada y se sientan bien entonces con sus conciencias”. Quintana tiene razón. Sin embargo, no es sólo un asunto lingüístico. Es peor. El sino de los progres es su adhesión a un pragmatismo vergonzante en nombre de un proyecto “nacional y popular” ficticio, que no ha realizado transformaciones estructurales y que mantiene los privilegios de los que nunca los perdieron a los que suma a una nueva burguesía emergente que obtiene nuevos beneficios de la mano del poder gubernamental. Es su enlodamiento en una política que se postula como popular, pero que cuenta con muertos por balas policiales de gobiernos kirchneristas en esta década ganada para imponer sus planes. Es la transformación de los biempensantes en aplaudidores sin escrúpulos de la entrega incesante de estos años. Es el derrumbe moral sin escalas hacia el fondo de los fondos.

El acuerdo con Chevron -descripto por el viceministro de Economía Axel Kicillof como “un carnaval”- ha sido aprobado a través de la represión policial y de las balas de plomo. Los progres que lo festejaban están a un paso del desbarranco total y definitivo. Sin embargo, tienen una última oportunidad. La de abandonar la farsa del relato kirchnerista en función de los principios que alguna vez sostuvieron. Si no es así, serán condenados -bajo admonición de ser sometidos al peso implacable de la verguenza ajena- a no hablar de política frente a sus hijos ni frente a los hijos de sus hijos durante las próximas décadas, cuando el relato kirchnerista sea caracterizado como lo que es: una farsa que engañó a la progresía y le hizo aplaudir la entrega.