La mentira como método kirchnerista

En el cuento “La salud de los enfermos”, de Julio Cortázar, se narra una historia en la que la mentira y la ocultación se transforman en el eje de la intervención de sus protagonistas. El hijo de una mujer débil y enferma muere y su familia decide preservarla de esa información simulando una correspondencia del hijo fallecido en un accidente automovilístico en Montevideo. La mentira se vuelve rutina. Sus propiciadores llegan a creer que sus mentiras son verdad. Sin embargo, todos -incluso la madre enferma- saben de la falsedad del procedimiento. Se ha dicho que el cuento “Casa tomada”, del mismo autor, es una metáfora del primer peronismo. El sistema de desinformación, falsedad y mentira que desarrolló el Gobierno -a la vez que las recientes declaraciones sobre la pobreza en la Argentina por parte de la presidenta Cristina Fernández y su jefe de gabinete Aníbal Fernández- quizás propicien que el cuento “La salud de los enfermos” exprese cortazarianamente el declive del kirchnerismo.

“Hoy el índice de pobreza se ubica por debajo del 5 por ciento, y el índice de indigencia en 1,27 por ciento, lo que ha convertido a la Argentina en uno de los países más igualitarios”, se despachó la presidenta Fernández frente al auditorio de la trigésimo novena conferencia de la Oficina de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Con una frase, la primera mandataria borraba de un plumazo la situación crítica de vastos sectores sociales del país y, por el contrario, anunciaba ante un foro internacional que los índices argentinos superaban por mucho a los estándares de las naciones más ricas del planeta.

Las cifras en las que se basó la presidenta provienen del INDEC, el instituto estadístico nacional que fue arrasado durante la “década ganada”, según señalan trabajadores del instituto así como especialistas externos -y la percepción cotidiana de cualquier ciudadano. El INDEC miente no sólo en cuanto a las cifras de la inflación, sino en cuanto a los índices más generales de existencia de la sociedad argentina. La UCA y su observatorio estadístico plantean que la pobreza en el país se encuentra en el 27,5%. Si la fatalidad de todos estos años hiciera que un miembro del oficialismo desdeñara esas cifras debido a que no salen de usinas del “campo nacional y popular”, habría que señalar que el instituto CIFRA, de la CTA hiperkirchnerista dirigida por Saúl Yasky, estima que la pobreza en el país se ubica en el 17,8%. Incluso las cifras del Censo nacional de 2010 -realizado por el mismo Indec de la mentira- señalaban que el 12,5% de la población tenía las necesidades básicas insatisfechas.

La muerte por desnutrición de niños en Chaco y Salta -como el caso del niño qom Néstor Fermenia, de 7 años, o los casos que conmovieron a Salta y que fueron conocidos por la circulación mediática que tuvieron- sumada a los crecientes índices de hambre en las provincias del noroeste y del noreste del país deberían bastar como muestra del creciente déficit en los índices sociales. También habría que plantear que las cifras oficiales del Estado revelan que más de la mitad de la población laboral activa gana menos de cinco mil pesos al mes, cuando la canasta familiar se estima en alrededor de 14 mil pesos. Este fue el objetivo que se pusieron los obreros aceiteros que, con el paro activo de 25 días, no sólo lograron cumplir su objetivo de que el salario sea igual al costo de la canasta familiar, sino que perforaron el techo salarial que quería imponer el gobierno antiobrero de Cristina Fernández y su ministro Axel Kicillof, de malsanas pretensiones progresistas.

Aníbal Fernández profundizó la mentira y aseveró que la Argentina tenía menores índices que pobreza que Alemania. “¿Alguien levantó la mano para decirle que no era cierto el dato? ¿Alguien levantó la mano para decir que no está de acuerdo con la presidenta?”, dijo el jefe de gabinete refiriéndose a la conferencia de la FAO, en la expectativa de que alguno de sus miembros se hubiera levantado para interrumpir el discurso de una jefa de gobierno extranjera para señalarle la impostura. “Países como Alemania no la están pasando bien, aunque no lo quieran creer”, dijo Fernández, el ministro. “¿Pero vos decís que tenemos menos pobreza que Alemania?”, preguntó, sorprendido, el periodista. “Y sí, aunque no te guste”. Una exacerbación de irrealidad, un caldo en el que se cuecen solos los kirchneristas.

El cuento de Cortázar es trágico y se limita al ámbito íntimo de una familia en una situación tremenda. El Gobierno nacional lo amplía a una gestión estatal y sus adláteres creen ese festival de las mentiras. Alguien dijo alguna vez que “ser kirchnerista no te mata, pero te deja pelotudo para siempre”. Es hora otra vez de recordarlo. También es pertinente recordar que en 1789 los reyes franceses vivían en otro mundo de irrealidad impulsado por ellos mismos, a tal punto que María Antonieta, ante las manifestaciones de las masas hambrientas, sugería: “Si no hay pan, que les den pasteles”. La irrealidad y la mentira en la historia. Con los riesgos que ella implica.

Consideraciones sobre el nuevo paro general

Cuatro meses duró la tregua que le habían otorgado las direcciones sindicales al gobierno de la presidente Cristina Fernández luego del imponente paro de abril de este año, cuando no se movió una hoja. La cúpula de la CGT moyanista, opositora al Gobierno y cuyos líderes intentan acomodarse al próximo escenario poskirchnerista, fijó fecha para el próximo jueves 28 de agosto. La CTA opositora que dirige Pablo Micheli había acordado con la Coordinadora Sindical Clasista, cuyo rostro visible es el diputado obrero Néstor Pitrola, parar el 26. Ante la decisión de la CGT, la CTA comenzará el paro al mediodía del 27 con una movilización dirigida al centro del poder político provocando de este modo que vastos sectores laboriosos realicen un paro general de 36 horas. En un contexto de crisis económica recesiva, despidos y suspensiones en la industria y pauperización de los salarios debido al regresivo impuesto al salario, faltaba que los trabajadores intervengan. Ya no. Dentro de una semana retumbarán sus voces.

Voces que desconciertan a un gobierno que, en su etapa final, acentúa su escisión de la realidad. El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, declaró que no estaban “dadas las condiciones objetivas para un paro general”. “Hoy no hay más despidos de lo que había en 2012, 2013, no hay más suspensiones -agregó el ministro. No se perdió poder adquisitivo”. También sostuvo que las paritarias estaban “por encima de la inflación del Indec”. Sin embargo, hasta el sospechable organismo de estadísticas reconoció que se habían perdido más de 230 mil puestos de trabajo en el último período y que, entre abril y junio 890 mil personas que buscaban trabajo no habían encontrado un empleo, con el resultante de que 200 mil de ellas habían abandonado esa búsqueda. A pesar de este reconocimiento, las cifras del Indec siguen siendo engañosas, ya que si no se contabilizaran los planes sociales como empleos, el porcentaje de la desocupación se acercaría al 20% en todo el país. Este falaz método le permite concluir al Gobierno que algunas de las provincias más pobres del país, como Chaco o Formosa, tienen pleno empleo -cuando en realidad la pobreza generalizada intenta ser paliada con planes de miseria.

La crisis económica, que ya ostenta rasgos recesivos, produce una ola de despidos y suspensiones en la industria -tan sólo en el sector automotriz se contabilizan 10 mil suspensiones. Sin embargo, esta situación no implica que se diluya la posibilidad de protestas laborales de carácter ofensivo, como en el caso del Ingenio El Tabacal, de Salta, que logró un aumento salarial del 39%, o el paro general de los docentes universitarios tucumanos -que contó con el apoyo activo del estudiantado- que obtuvo luego de un mes de protestas más de 40% de aumento general y que llega en los cargos simples al 60% de suba salarial. En los casos defensivos, luchas como las de la gráfica Donelley -cerrada mediante una quiebra fraudulenta por la patronal- que fue tomada y puesta a producir por sus trabajadores o la de Lear Corporation -que muestra una gran resistencia de los empleados despedidos pese a una alianza gubernamental, empresarial y sindical en su contra- señalan un camino frente al cierre de fábricas o desvinculaciones. La memoria histórica de la clase obrera argentina es extensa en cuanto al método de la ocupación de empresas, método que se avizora como el apropiado para enfrentar las crisis -aunque esté alejado de la concepción de las direcciones sindicales burocráticas.

“Todo paro es político y sobre todo un paro general”, señaló el ministro Tomada, sin equivocarse. El intento de acomodamiento al poskirchnerismo en la interna peronista es una motivación de peso para la intervención de Moyano y compañía -aunque no se podría soslayar la necesidad de dar una salida a las bases sindicales que demandan una intervención frente a los ataques a sus condiciones de vida. Por eso plantean de manera genérica “modificaciones al impuesto a las ganancias” y no plantean una salida frente al alza de los despidos. Diferente al programa acordado por la CTA de Micheli -quien también busca acomodarse y hasta se reunió con Sergio Massa- y la Coordinadora Sindical Clasista, que plantea la prohibición de los despidos por un año, el reparto de las horas de trabajo y la ocupación de toda empresa que cierre. Una posición que se sustenta en el parlamento de la mano de los diputados del Frente de Izquierda, que presentaron el proyecto de ley para prohibir despidos y que también propusieron la estatización de Donelley y la metalúrgica Emfer y Tatsa, propiedad de los vaciadores hermanos Cirigliano.

Esa diferenciación también se notará en las jornadas de lucha de la semana que viene. La CGT anunció que no realizará movilizaciones durante el paro. La CTA y la izquierda se movilizarán y pararán desde el día anterior y el 28 el clasismo garantizará el paro mediante piquetes en las puertas de las empresas y en las principales rutas del país. El paro general no sólo implica una intervención general de los trabajadores frente a una situación concreta, sino que actúa como una escuela política en la que se debaten diversos métodos y estrategias. Las jornadas de la semana que viene serán un episodio más en el intento de fisonomización política propia de la clase obrera frente al fin de ciclo kirchnerista.

Impostura, manipulación y delirio del relato K

Los gobernantes argentinos convirtieron a la impostura en una de sus pasiones. El alfonsinismo quiso hacer creer que la sola posibilidad de la democracia bastaba para comer, educar y curar. El menemismo planteó que su programa entreguista era, en realidad, el modo concreto de la revolución productiva y el salariazo. Los funcionarios de Fernando de la Rua proclamaban que la honestidad -que ellos mismos no practicaban- era requisito suficiente para gobernar. Como se sabe, De la Rúa terminó yéndose en helicóptero luego de mandar a matar a más de treinta personas que se manifestaban en la Plaza de Mayo y en todo el país. Los impostores se encaramaron en los gobiernos desde el regreso de la democracia, hace tantos años ya. Sin embargo, la impostura llegó a sus  máximos niveles con los gobiernos kirchneristas. Una impostura que a veces roza el delirio. Las últimas jornadas permitieron que ese registro apareciera en la vida de los argentinos en dos oportunidades.

El Indec, aquella antigua institución de las estadísticas transformada en un deslucido centro de desinformaciones progubernamentales, decretó el fin de la desocupación en el Chaco. El gobernador Jorge Capitanich realizó una conferencia de prensa en la que celebró el anuncio: “Finalmente, en el segundo trimestre de este año, la desocupación bajó al 0,4 por ciento”. La manipulación estadística del organismo controlado por el católico fanático y antiguo miembro de Guardia de Hierro Guillermo Moreno toma a beneficiarios de planes sociales, incluso a aquellos que no realizan ninguna actividad laboral en retribución por esa paga, como trabajadores en actividad. La falsedad del “pleno empleo” en el Chaco es evidente para quien viva allí y para quien la visite. No está de más recordar que en mayo luego de la represión ordenada por el gobierno chaqueño murió Florentín Díaz, miembro de la comunidad aborigen Curushy. Díaz había participado de una protesta, justamente, de desocupados. Formosa y Misiones fueron beneficiadas por las calculadoras mágicas del Indec y registran los niveles más bajos de desempleo. Se debe destacar que Formosa, Chaco y Misiones son las provincias más pobres de la nación.

Una nación que, en palabras de la presidenta Cristina Fernández, tiene mejores índices que Canadá y Australia. Algo que, incluso tomando como datos válidas las cifras dadas por el Indec, son desmentidas por estudios internacionales promovidos por las Naciones Unidas. Según estos registros, el Índice de Desarrollo Humano le otorga a Australia el 2º lugar en el mundo, a Canadá el 11º y a la Argentina el 45º. El PIB nominal per cápita ordena a Australia en el 6º lugar, a Canadá en el 10º y a la Argentina en el 60º. En términos de esperanza de vida, Australia está 10º entre las naciones del mundo, Canadá 13º y la Argentina 60º. Respecto a la igualdad de ingreso, Australia se ubica en el 27º puesto, Canadá en el 39º y la Argentina en el 61º. Según el Índice Prescott-Allen -que mide el bienestar de las naciones no sólo con el método de la ONU que calcula el IDH o por el PIB, sino que también toma como factor el impulso ecológico de cada país-, Canadá se ubicaría en el 6º lugar, Australia en el 18º y la Argentina en el 54º. Los datos -recopilados por mi amigo Ignacion Jorajuria- son elocuentes. A pesar del énfasis discursivo de la presidenta Cristina Fernández, nada demuestra que la Argentina esté mejor que Canadá o Australia.

Cuando se presencia este tipo de intervenciones falsarias, surge la pregunta acerca de si los gobernantes que las enuncian son cínicos sin remedio o si realmente se creen su propio relato impostor. En un caso u otro, para describir el estado político y moral de quienes nos gobiernan corresponde usar la palabra que escribiera en una de sus columnas la gran periodista Susana Viau, fallecida hace unos meses. Viau había escrito: “demencial”.