Ocaso del relato épico kirchnerista

Ya ninguna persona con cierta honestidad moral e intelectual podría sostener con argumentos el discurso que apuntala a una supuesta epopeya kirchnerista. Atrás y derrumbada por los acontecimientos quedó la construcción del relato que podía hacer sentir heroica una cierta simpatía o militancia proestatal. Esta caracterización no implica que no haya saltimbanquis que intenten seguir advirtiendo sobre el carácter revulsivo para el poder del gobierno de la presidente Cristina Fernández, pero de arribistas y gente que defiende con uñas y dientes (y falsos relatos) su puestito en el Estado está hecha parte importante de la idiosincrasia política argentina.

Tomemos por caso el paro general del jueves 28 de agosto. A pesar de que el poder estatal (a través de su madrugador vocero Jorge Capitanich) llegó a condenarlo como una protesta ejecutada por defensores de los fondos buitres, la medida fue exitosa y mostró un apabullante posicionamiento de la clase trabajadora. Sin la participación activa de la UTA, el ausentismo, la falta de flujo automovilístico y la paralización de actividades en grandes concentraciones industriales mostró el hartazgo de los sectores laboriosos ante un panorama de inflación, recesión, suspensiones, despidos y ajuste generalizado.

Que el máximo “incidente” denunciado por el Gobierno -y rechazado por los acusados- sea haber derramado yerba mate, unos vasos plásticos de café y algunos papeles demuestra taxativamente que fue un paro en el que no se registraron incidentes. En los piquetes instrumentados por la izquierda no se registró ningún inconveniente y en los cortes a los accesos a los parques industriales los trabajadores supuestamente “agredidos en su libertad de decidir trabajar” se sumaban a la medida o felicitaban a los piqueteros o simplemente retornaban a sus hogares con la silenciosa, pero exitosa, excusa necesaria para poder parar. Si quedara un sesgo de simpatía hacia el discurso épico kirchnerista, cuadrillas de obreros se habrían organizado para defenderse de una medida impulsada por los buitres que atentaría contra la dignidad nacional. Nada de esto ocurrió. El paro es un claro ejemplo de la caducidad de esa epopeya. Epopeya que, incluso, es desmentida por los suyos. Horacio Verbitsky despidió al mes de agosto publicando la información que revela que la Gendarmería de Sergio Berni había infiltrado a un experto en inteligencia en los cortes obreros de la Panamericana que luego habían sido reprimidos, violando de este modo la constitución nacional.

Militantes del PTS habían entregado a la Justicia fotos y filmaciones de un hombre canoso y de barba que se paseaba entre los manifestantes para luego señalar a quién había que apresar. El hombre resultó ser el coronel retirado Roberto Galeano, ex camarada de armas del fascista Mohamed Alí Seineldín y hombre de la inteligencia militar -que, como señala la sabiduría popular, es un oxímoron. En la inteligencia militar tuvo que codearse con el ex genocida César Milani, experto en el área, antes de ser pasado a retiro por Nilda Garré y recontratado por Sergio Berni para espiar trabajadores que protestan.

Así se revela todavía más el carácter autoritario de Berni, quien no sólo expresó la tendencia al impulso xenófobo para desviar la atención de la crisis, sino que se asoció a Mauricio Macri para desalojar violentamente villeros, sin que le importe herir con balas de goma hasta a kirchneristas como el legislador Pablo Ferreyra, que se había hecho presente en el asentamiento Papa Francisco para protestar contra la violencia. La épica K se limita, luego de la represión a troche y moche del Gobierno, a la postal de un funcionario con veleidades gestuales hollywoodenses a la hora de bajar de un helicóptero antes de mandar a apalear protestas.

Una epopeya que podría definirse como “de papel”, en referencia a aquella comparación de Mao Tse Tung, que así definía el carácter reaccionario: es un “tigre de papel. Un tigre por fuera, hecho de papel, incapaz de resistirse al viento y la lluvia”. Viento y lluvia expresados en la actual crisis que muestra el verdadero rostro del kirchnerismo, atravesado por la entrega y el descargo de sus consecuencias sobre los trabajadores argentinos. Un viento y una lluvia corrosivos que desmontan ladrillo a ladrillo el falso discurso épico, en el final de ciclo, de los K.

Una fauna repetida

Los niños pueden encontrar un placer indecible en la repetición. Se puede observar en la realización incesante de un sonido cuando están formándose en el habla o en la observación de una acción que piden se realice una y otra vez y, más tarde, en la capacidad de solicitar el mismo cuento sin importar que ya les haya sido leído una cantidad de veces cercana al infinito. Es cierto que no les importa conocer de antemano cuál es el final. Quizás se pueda señalar una similitud en cierto sector de la política argentina que insiste una y otra vez en la constitución de proyectos ya probados, repetidos, y culminados en fracasos estrepitosos. Tal es el caso de la coalición Frente Amplio-UNEN, de reciente debut en un teatro de la calle Corrientes.

El experimento remite directamente a la historia de la Alianza, de trágica culminación, no sólo por reaparición de los personajes y partidos que integraron uno y otro frente, sino porque ambas fuerzas se asemejan mucho en su espíritu. Después de la nefasta década menemista, los sectores de la progresía decidieron que había que conformar una coalición lo más amplia posible para evitar la continuidad de aquel peronismo que había arruinado al país. Así las cosas, se unieron los centroizquierdistas del Frente Grande -que ya habían mutado en el Frepaso- con los representantes del centenario partido radical, que finalmente se hizo -elecciones internas mediante- con la candidatura presidencial en la figura de Fernando de La Rúa. En medio de la crisis, esta coalición ganó las elecciones. Pero no sólo no detuvo la crisis, sino que la profundizó -valga recordar que la primera acción de gobierno de la Alianza fue la represión de la Gendarmería en el puente de Corrientes, que valió dos muertos-. Los dos años del gobierno de la Alianza estuvieron signados por la corrupción -producida desde el Ejecutivo mismo para imponer una reforma laboral contra los derechos de la clase trabajadora, conocida popularmente como el “caso Banelco”-; el ajuste -se debe recordar la quita salarial del 13% impuesta por el breve ministro Ricardo López Murphy-; la esterilidad política -marcada por el regreso del menemista Cavallo a la esfera ministerial, que incautó los ahorros bancarios de la clase media- y la represión. Ante las manifestaciones populares contra la gigantesca desocupación, el ajuste, el hambre y el desdichado proyecto político, el entonces presidente De la Rua declaró el Estado de Sitio. Nadie lo acató. Se produjo entonces el Argentinazo: la más grande rebelión de la historia reciente protagonizada por centenares de miles de personas en todo el país unidos bajo la consigna “Que se vayan todos”. (Es necesario señalar también, que desde la oscuridad de la política y de las intendencias se impulsó una política desestabilizante, sin embargo, la genuina irrupción de masas aquellos 19 y 20 de diciembre de 2001 fue el factor central de aquel momento político). De la Rua cayó. Antes de firmar la renuncia e irse de la Casa Rosada en helicóptero, su política represiva costó la vida de 35 manifestantes en toda la nación.

Muchos de los protagonistas de tal tragedia política se reconvirtieron al kirchnerismo, tal es el caso de Nilda Garré, de Juan Manuel Abal Medina, Carlos “Chacho” Álvarez, Eugenio Zaffaroni, Juan Pablo Cafiero, Adriana Puigross, Aníbal Ibarra, entre muchos otros. Una considerable cantidad de aliancistas es parte hoy del Frente Amplio Unen, cuya columna vertebral es el partido radical. FAUNEN es definido, a veces, como la oposición progresista al gobierno K -pese a que, repetimos, la UCR lo integre-, otras veces quisiera ser mencionado como una opción republicana al populismo kirchnerista. Allí estriban desde la incierta Elisa “Lilita” Carrió -quien, a horas de fundada la coalición, admitió que ella no votaría a varios de sus miembros-; el insistente cineasta Fernando “Pino” Solanas; el ex kirchnerista Julio Cobos -que fuera vicepresidente de Cristina Fernández (cuyos partidarios suelen denominarlo con el mote de “traidor”)-; los ex guevaristas y ex kirchneristas de Libres del Sur -cuya figura sobresaliente es Viki Donda, una combativa y joven diputada, hija de desaparecidos y de gran simpatía-, el tradicional boina blanca Ernesto Sanz y el diputado socialista Hermes Binner, de dudoso carisma y de certera política pro sojera en su provincia, Santa Fe. También anidan allí los liberales Martín Lousteau y Alfonso Prat Gay, Margarita Stolbizer del partido GEN y Luis Juez y Norma Morandini, del Frente Cívico de Córdoba, entre otros.

La coalición carece de programa. Por caso, Libres del Sur y Pino Solanas apoyan al chavismo venezolano mientras que Lila -como se la conoce divertida y cariñosamente- y gran parte del frente hubieran votado a Capriles. Viki Donda milita por el derecho al aborto mientras que Carrió lo repele y Hermes Binner plantea que es un asunto “muy complejo” -su falta de definición, debe decirse, avergonzaría a la precursora Alicia Moreau de Justo-. Ernesto Sanz se opuso al paro del 10 de abril, mientras que un sector de Libres del Sur integró sus piquetes. Y así.

Ante el ajuste kirchnerista y su evidente fin de ciclo, cierto sector de la sociedad querría garantizar su reemplazo por fuera de alternativas peronistas y por eso apoya a FAUNEN. En la propia coalición existen sectores que quisieran sellar un acuerdo con el derechista PRO para ampliar su campo de referencia. Sin embargo, ante la crisis económica y política y ante la ortodoxia fondomonetarista de los K, lo menos que se necesita es una alternativa desesperada. Faltan eternidades -de acuerdo a los tiempos políticos de la Argentina- para las elecciones de 2015, pero debe señalarse que la desorientación programática marca el sino de FAUNEN y que su existencia sólo puede caracterizarse por el ánimo de buscar una alternativa desesperada a este gobierno. Quizás sea inapropiado repetir dos frases que sobrevolaron la fundación de FAUNEN en el imaginario de un sector de nuestra sociedad. A riesgo de ello, permítaseme citar a Jorge Luis Borges en su verso: “No los une el amor, sino el espanto”. Y a Carlos Marx en su conocida sentencia: “La historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa”. Abusaré del lector al añadir que es pertinente la mención a Marx, ya que será su legado y la acción política de sus seguidores la que pueda definir una alternativa al calamitoso estado de las cosas de esta nación tan querida y tan tremenda..