Verano sindical en el otoño del kirchnerismo

En marzo las temperaturas comienzan a ser templadas, el calor amaina, el verano se retira hasta la próxima temporada. Así ha sido siempre y nada perturba a los meteorólogos frente a ese destino estacionario. Sin embargo, en el plano sindical, el verano pareciera no querer retroceder y, por el contrario, todos los pronósticos indican que las temperaturas seguirán aumentando. Tiempo loco, se podría aventurar, ya que todo esto ocurre durante el otoño del kirchnerismo -es decir, durante su declive-.

Así lo marca no sólo la evolución de la huelga docente bonaerense, que estará ingresando en su jornada décimo sexta cuando lleguen al lector estas palabras, sino también la convocatoria al paro nacional realizado por las centrales sindicales dirigidas por Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y Pablo Micheli para el 10 de abril. Ambos episodios están conectados.

El paro de los maestros de la provincia de Buenos Aires tiene ya un carácter histórico por su duración, pero además ha ganado el centro del debate político, convirtiéndose así en una escuela para otros sectores sociales. La intransigencia del gobierno de Daniel Scioli en brindar un aumento cercano al 25 por ciento para la gran mayoría de los docentes no produjo un desgaste emocional entre los docentes, sino que los consolidó en sus reclamos. Esto se puede comprobar en la movilización de antorchas realizada en La Plata que reunió a cinco mil manifestantes o en el incremento de los colectivos alquilados por las distintas seccionales combativas para llevar a sus afiliados a la marcha que se realizó el miércoles 26. Esa movilización iba a concluir con el acto central en el que hablarían los dirigentes de la federación nacional CTERA pero, luego de ese momento, los maestros agrupados en las seccionales dirigidas por la izquierda prolongaron la movilización por la calle Corrientes hasta el Obelisco, llegando a ocupar con sus guardapolvos blancos cuatro cuadras.

La centralidad del paro se introdujo en la programación televisiva. Los docentes pudieron esgrimir sus razones, mostrar los recibos con sus bajos sueldos, desmentir las campañas de desprestigio (como aquella que los acusaba de no permitir el funcionamiento de los comedores escolares, de total responsabilidad gubernamental) y mostrar su superioridad argumentativa cuando les tocó debatir con los representantes del kirchnerismo. Los funcionarios, a su vez, mostraron el carácter más íntimo que atraviesa a la progresía oficialista en épocas de conflicto social: por caso, el diputado Guido Lorenzino o el senador Alberto Di Fazio (ambos del FPV) se mostraron como patrones de estancia que exigían el cese de la huelga a los docentes con la más pasmosa bravuconería. Una actitud diferente tuvo la directora de Escuelas sciolista Nora de Lucía, quien no mostró argumentos convincentes pero sí exhibió unos deslumbrantes y caros modelitos de su ropero en la televisión. El oficialismo sciolista-kirchnerista apuntaba al desgaste, pero -por ahora- su jugada no fructificó. Tal vez deberían tomar nota de las tomas de escuelas protagonizadas por padres en apoyo a los huelguistas que se produce en estos momentos en la ciudad de Chilecito, en La Rioja. Una señal comprobable de la solidaridad que produce la justeza del reclamo de los maestros.

Así las cosas, las CGT dirigidas por Moyano y Barrionuevo -a las que se sumó la CTA dirigida por Micheli- convocaron a un paro nacional de 24 horas para el jueves 10 de abril. Un episodio así no se vivía desde el 20 de noviembre de 2012, cuando un paro general conmovió a la sociedad por su masividad y por los métodos que lo caracterizaron. Si bien los dirigentes convocaron a que nadie salga de sus casas ese día, los sectores del clasismo ya se están preparando para convertir la jornada en un paro activo. El miércoles 2 de abril, sindicatos combativos, seccionales opositoras, comisiones internas y activistas dejarán de lado el típico asadito de un feriado para debatir en cambio un programa propio y el cronograma de cortes de ruta y piquetes en puertas de fábrica que brindará un carácter revulsivo a la jornada. La reunión fue convocada por la seccional San Fernando del sindicato del Neumático, dirigida por el clasismo.

El declive del kirchnerismo se produce en medio de inflación, devaluaciones y aumento de tarifas -todo un programa de ajuste ortodoxo contra los sectores populares realizado por el progre Axel Kicillof-. Una enorme masa de energía se cristaliza en el ánimo de lucha de la clase trabajadora para enfrentar esas medidas. De cómo se canalice esa potencia depende que se derrote al “rodrigazo” resurgido en 2014 por el kirchnerismo. Cada una de estas acciones se convertirá, también, en todo un aprendizaje que construirá el lugar de los trabajadores en el próximo período político.

Cómo combatir la catástrofe que nos amenaza

La sabiduría popular, a veces, está sobrevalorada. Los dichos y refranes tienen una validez relativa, ya que sólo podrían ser refrendados en el marco de la experiencia real, de los hechos concretos de la historia, que los convalidarían -cuando tal experiencia no refrenda el refrán, pasa al olvido entonces-. Sin embargo, a veces sucede que estas sentencias tiene un correlato verdadero con la realidad. Existe uno, de extendida difusión, que señala: “Crisis es oportunidad”.

¿Qué podría ser oportuno frente a la devaluación del peso, esa instancia de depreciación salarial y de promoción de la inflación, de hundimiento de los salarios, de carestía? Nada. El gobierno kirchnerista, a través de su ministro de economía Axel Kicillof, asestó un duro golpe a los trabajadores en los últimos días. Fue una decisión premeditada, tal como reveló a través de sus declaraciones Débora Giorgi, quien dijo que habían estudiado la medida durante semanas. O a través de la admisión final del ministro de Economía, ídolo de algunos economistas que habían querido ver en la figura de Kicillof la del ascenso de un marxista o un keynesiano al Estado -ilusoriamente-: “El Gobierno entiende que la cotización que alcanzó el dólar es una cotización de convergencia, razonable para la economía argentina”. Esas fueron sus palabras admitiendo que la devaluación era toda suya, toda kirchnerista, toda del Estado dirigido por la presidenta Cristina Fernández, hoy devaluadora serial. (Debería recordarse que en cierto momento la presidenta Fernández señaló que una devaluación sólo se realizaría bajo otro gobierno que no fuera el suyo. La historia desmintió su pronóstico, benévolo para consigo misma). Esta caracterización no desmiente que haya impulsos de sectores financieros que apunten a una mayor devaluación en pos de sus intereses, ya que -como el escorpión atravesando el río sobre la espalda del sapo- así es su naturaleza. Sin embargo, no se debería eximir -de ningún modo- la decisión del gobierno de devaluar. El ataque contra los trabajadores es suyo, suyo, suyo -como decía Menem, antecesor ilustre del kirchnerismo, acerca de su Ferrari Testarosa-.

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