Malvinas, Putin y Londres

Eduardo Amadeo

Los conflictos internacionales son una suerte de comodín al que recurren los gobiernos cuando necesitan ocultar otros problemas o lograr objetivos internos.

Hace un par de años, Cristina Kirchner y el Primer Ministro inglés coincidieron en algo: ambos tenían economías en situación compleja y por tanto necesitaban distraer a sus ciudadanos. Por eso, comenzaron a circular versiones sobre el envío de naves militares inglesas a Malvinas; Héctor Timmerman contestó con declaraciones y denuncias y ambos iniciaron un juego con el que cambiaron las tapas de los diarios por un tiempo sin que realmente nadie tuviese la más remota intención de disparar un solo tiro.

Este intercambio se ha repetido varias veces desde la infausta guerra de 1982; y ha dado ocasión al kirchnerismo para inflamar los sentimientos anti británicos, con más ruido que eficacia. Algunas propuestas fueron simplemente ridículas, como la de someter al Código Penal argentino a quienes trabajasen con los isleños. Otras intentaron limitar el acceso de buques ingleses a puertos latinoamericanos, etc.

Pero lo cierto es que poco se ha avanzado desde el lado argentino, básicamente porque mas allá de las declaraciones repetitivas en Naciones Unidas, el kirchnerismo ha desarrollado una política de alineamiento con países que – como Venezuela o Irán- son los peores socios posibles para lograr un apoyo diplomático masivo del resto del mundo. Y si no hay apoyo no hay resultados.

La “denuncia” del diario sensacionalista inglés “Sun”, y las declaraciones del Secretario de Defensa Británico, juntan tres datos : la propensión expansionista de Vladimir Putin- ya probada en Ucrania- , la permanente vocación argentina de recuperar las Islas y el efímero romance que intentaron hace poco tiempo Cristina Kirchner y Putin, para construir una novela según la cual Rusia y Argentina invadirían juntos las Malvinas.

Un argumento elemental contra esta patraña es que Argentina no tiene literalmente ninguna capacidad ofensiva. A estos días debe contar con no más de cinco cazas en actividad. Rusia, por su parte, está en una situación económica compleja, generada no soólo por la baja en el precio de las commodities sino también por las sanciones que le han impuesto desde Occidente por su aventura ucraniana. Una invasión de ese tipo, además de construir instantáneamente una coalición en su contra, agravaría hasta niveles insostenibles su economía y por tanto su estabilidad política.

En síntesis, más parece tratarse de una necesidad del Ministerio de Defensa inglés de aumentar su presupuesto agitando miedos, que de una amenaza real.

Pero la ocasión es buena para refirmar una vez mas que para quienes ofrecemos una alternativa al kirchnerismo en las próximas elecciones, la política exterior estará basada en valores como la confiabilidad; el diálogo; la importancia de los acuerdos multilaterales y obviamente la resolución pacifica de los conflictos; todo ello sostenido en consensos políticos internos.

No va a ser fácil recuperar un lugar en el mundo después de tanto dislate, llevado hasta el paroxismo por las negociaciones con Irán. Pero una tarea seria, profesional y consistente puede permitir avances en la causa Malvinas sin aventuras delirantes como las que sirven de excusa a los militares ingleses para intentar aumentar su presupuesto.